DOS
QUINTA ENTREGA
Y qué lluvia deshojó
mis amores inocentes
y qué llanto se llevó
mis ojos adolescentes.
Qué ladrón desenjauló
a mis pájaros ausentes.
1
Senel encontró al hermano Pedro limpiando tres charcos de bilis que reverberaban en el corredor y se puso a ayudarlo. La perra ya muy vieja nos mira culpablemente desde el fondo, y cuando Javier y Gus llegan de jugar al tenis siento que el despanzurrado soy yo. Al rato se reunieron a tomar mate en la secretaría.
-Lo primero que quisiera es pedirte disculpas por la bronca de anteayer -se le humedeció la calva a Gus. -Pero fue algo muy fuerte. Y me removió cosas muy jodidas. Yo vi enloquecerse a este muchacho.
-Qué edad tiene el cuidacoches -me acepta un cigarrillo Javier.
-Dos menos que yo -calculó Gus. -Treinta y ocho. Y tiene una capacidad que asusta. Hizo filosofía y literatura en Humanidades hasta que hubo que internarlo. Ahora entra y sale. Pero me parece que se terminó.
-Y eso quién lo decide -sonrió Senel.
-La familia, por supuesto -se le pone casi bizco el fervor inquisitorial. -El año pasado pidió para vivir en ese chiquero y pudo más la lástima. Pero ya ni siquiera saben si toma la medicación.
-A lo mejor fue la piedad en lugar de la lástima -le contrabandeó una guiñada Javier al muchacho. -Y contigo qué pasa.
-Somos amigos. El Cordero es amigo de todo el mundo.
-¿Pero no te das cuenta que para él sos un bombón, chiquilín? -le resplandece la barba perfumada al inquisidor. -¿Tengo que ser más claro?
-¿Homosexual carnívoro o vegetariano? -carraspeó Javier.
-Eso nunca se sabe.
Ahora pienso en la perra y me pesa el estómago.
-Lo que hay que hacer con Mario es dejarlo tranquilo hasta que lo encierren -sentenció Gus. -Y basta de papelones.
-Bueno -me saca Moby Dick de la mano mi guía. -Lo más importante sigue siendo dar la vida por los amigos. Este es un libro tipo Julio Verne, ¿no?
-No creo.
-Mario puede llegar a ser muy peligroso -machacó Gus. -Y ojo cuando alucina. El tío gerente del super que lo dejó meterse allí todavía ni se imagina la que puede venirse.
-Me gusta navegar por mares prohibidos y acercarme a costas bárbaras -abre el libro en cualquier lado Javier y señala un párrafo subrayado con rojo. -Sin ignorar el bien, percibo enseguida el horror y hasta puedo vivir en buenos términos con él -siempre que el horror me lo permita-, porque me parece correcto mantenerme en buenas relaciones con los demás inquilinos del lugar donde vivo. Joder con el tío Melville.
En ese momento golpeó Pedro para avisar que Niki seguía vomitando.
-Déjala que se purgue con pastito -lo ataja mi guía, que no nació para párroco y tiene que suplantarlo hasta fin de enero.
-Yo la llevaría al veterinario, padre.
-¿Vamos a esperar un par de días? -se le empozó la impasibilidad a Javier. -Y decidimos lo que hacemos con el Cordero y con Niki. Entre hoy y mañana tengo cinco reuniones. Y la alta suciedad de Carrasco es in-su-fri-ble.
2
El Cordero le cantó a una mujer cuarentona que apenas lo había saludado con una mueca:
-Bendita está tu risa amén.
-Hice los deberes, Ismael -se sentó a la sombra el muchacho para ojear Moby Dick. -Qué bien lo subrayaste.
-Lo subrayó mi padre. ¿Cómo te fue con Gus?
-Todo bien. Javier nos pidió tregua hasta el jueves. Y vos ya veo que resucitaste.
-Anoche vino mi padre -me hace gotear hielo por los sobacos. -Y me pidió que siguiera predicando hasta el final.
-Contame todo el sueño.
-Ma qué sueño, caníbal. Yo las llamo filtraciones de mirra. Y esta mañana empecé a mirar sin sumar y chau. Si pinta 21 sumás, pero si pinta 13 pensás número por número: 1 - 3 - 9, por ejemplo. Y no hay operación.
-Así se gana siempre.
-Pero tiene que pedírtelo tu padre. Nosotros íbamos mucho a Valizas cuando yo era chiquito. Y un primero de año salimos los dos solos bien temprano y cruzamos el arroyo por la orilla de la barra y escalamos la Punta del Diablo al toque. Y entonces me di cuenta que todo aquel diamante sin fin era el océano y me puse a correr sin parar por las dunas y mi padre me saludaba desde el mirador. Fue la mejor mañana de mi vida.
-Filtraciones de mirra.
-Yo le abrí a mi Amado y mi Amado se había ido. Bueno, ¿y qué párrafo elegirías del primer capítulo?
-¿Quién no es esclavo? -buscó y leyó Senel: -Contéstenme a eso. Bueno, lo cierto es que por más que los viejos capitanes me den orden tras orden, por más que me traten a golpes y puñetazos, tengo la satisfacción de saber que todo anda bien, que todos los hombres, de un modo u otro, deben servir exactamente de la misma manera (quiero decir, desde un punto de vista físico o metafísico), y así el puñetazo universal sigue su ronda y cada uno debería fregarle la espalda a los demás y sentirse contento.
Entonces el gordo corre a agarrar una propina y al volver le burbujean oceánicamente los ojos-rajas:
-¿Sabés que tengo ganas de ponerme a besar todo a ver qué pasa con los cuerditos del shopping? ¿No sería fabuloso?
-Tranquilo, Ismael. Tranquilo.
-Bueno, pero hoy el MacCombo y el helado los pago yo. ¿Te puedo dar un beso de cristiano?
-Mirá que esos no son de lengua.
El Cordero festejó la respuesta con una carcajada que acabó en estornudo y pedorrera.
-Mejor dejamos el MacCombo para mañana -me paro chorreando hielo. -Hoy mi vieja me espera con una pascualina.
-¿Y el beso?
-Ese te lo doy yo a vos -le apoyó la boca en la mano abutifarrada el muchacho al cuidacoches.
QUINTA ENTREGA
Y qué lluvia deshojó
mis amores inocentes
y qué llanto se llevó
mis ojos adolescentes.
Qué ladrón desenjauló
a mis pájaros ausentes.
1
Senel encontró al hermano Pedro limpiando tres charcos de bilis que reverberaban en el corredor y se puso a ayudarlo. La perra ya muy vieja nos mira culpablemente desde el fondo, y cuando Javier y Gus llegan de jugar al tenis siento que el despanzurrado soy yo. Al rato se reunieron a tomar mate en la secretaría.
-Lo primero que quisiera es pedirte disculpas por la bronca de anteayer -se le humedeció la calva a Gus. -Pero fue algo muy fuerte. Y me removió cosas muy jodidas. Yo vi enloquecerse a este muchacho.
-Qué edad tiene el cuidacoches -me acepta un cigarrillo Javier.
-Dos menos que yo -calculó Gus. -Treinta y ocho. Y tiene una capacidad que asusta. Hizo filosofía y literatura en Humanidades hasta que hubo que internarlo. Ahora entra y sale. Pero me parece que se terminó.
-Y eso quién lo decide -sonrió Senel.
-La familia, por supuesto -se le pone casi bizco el fervor inquisitorial. -El año pasado pidió para vivir en ese chiquero y pudo más la lástima. Pero ya ni siquiera saben si toma la medicación.
-A lo mejor fue la piedad en lugar de la lástima -le contrabandeó una guiñada Javier al muchacho. -Y contigo qué pasa.
-Somos amigos. El Cordero es amigo de todo el mundo.
-¿Pero no te das cuenta que para él sos un bombón, chiquilín? -le resplandece la barba perfumada al inquisidor. -¿Tengo que ser más claro?
-¿Homosexual carnívoro o vegetariano? -carraspeó Javier.
-Eso nunca se sabe.
Ahora pienso en la perra y me pesa el estómago.
-Lo que hay que hacer con Mario es dejarlo tranquilo hasta que lo encierren -sentenció Gus. -Y basta de papelones.
-Bueno -me saca Moby Dick de la mano mi guía. -Lo más importante sigue siendo dar la vida por los amigos. Este es un libro tipo Julio Verne, ¿no?
-No creo.
-Mario puede llegar a ser muy peligroso -machacó Gus. -Y ojo cuando alucina. El tío gerente del super que lo dejó meterse allí todavía ni se imagina la que puede venirse.
-Me gusta navegar por mares prohibidos y acercarme a costas bárbaras -abre el libro en cualquier lado Javier y señala un párrafo subrayado con rojo. -Sin ignorar el bien, percibo enseguida el horror y hasta puedo vivir en buenos términos con él -siempre que el horror me lo permita-, porque me parece correcto mantenerme en buenas relaciones con los demás inquilinos del lugar donde vivo. Joder con el tío Melville.
En ese momento golpeó Pedro para avisar que Niki seguía vomitando.
-Déjala que se purgue con pastito -lo ataja mi guía, que no nació para párroco y tiene que suplantarlo hasta fin de enero.
-Yo la llevaría al veterinario, padre.
-¿Vamos a esperar un par de días? -se le empozó la impasibilidad a Javier. -Y decidimos lo que hacemos con el Cordero y con Niki. Entre hoy y mañana tengo cinco reuniones. Y la alta suciedad de Carrasco es in-su-fri-ble.
2
El Cordero le cantó a una mujer cuarentona que apenas lo había saludado con una mueca:
-Bendita está tu risa amén.
-Hice los deberes, Ismael -se sentó a la sombra el muchacho para ojear Moby Dick. -Qué bien lo subrayaste.
-Lo subrayó mi padre. ¿Cómo te fue con Gus?
-Todo bien. Javier nos pidió tregua hasta el jueves. Y vos ya veo que resucitaste.
-Anoche vino mi padre -me hace gotear hielo por los sobacos. -Y me pidió que siguiera predicando hasta el final.
-Contame todo el sueño.
-Ma qué sueño, caníbal. Yo las llamo filtraciones de mirra. Y esta mañana empecé a mirar sin sumar y chau. Si pinta 21 sumás, pero si pinta 13 pensás número por número: 1 - 3 - 9, por ejemplo. Y no hay operación.
-Así se gana siempre.
-Pero tiene que pedírtelo tu padre. Nosotros íbamos mucho a Valizas cuando yo era chiquito. Y un primero de año salimos los dos solos bien temprano y cruzamos el arroyo por la orilla de la barra y escalamos la Punta del Diablo al toque. Y entonces me di cuenta que todo aquel diamante sin fin era el océano y me puse a correr sin parar por las dunas y mi padre me saludaba desde el mirador. Fue la mejor mañana de mi vida.
-Filtraciones de mirra.
-Yo le abrí a mi Amado y mi Amado se había ido. Bueno, ¿y qué párrafo elegirías del primer capítulo?
-¿Quién no es esclavo? -buscó y leyó Senel: -Contéstenme a eso. Bueno, lo cierto es que por más que los viejos capitanes me den orden tras orden, por más que me traten a golpes y puñetazos, tengo la satisfacción de saber que todo anda bien, que todos los hombres, de un modo u otro, deben servir exactamente de la misma manera (quiero decir, desde un punto de vista físico o metafísico), y así el puñetazo universal sigue su ronda y cada uno debería fregarle la espalda a los demás y sentirse contento.
Entonces el gordo corre a agarrar una propina y al volver le burbujean oceánicamente los ojos-rajas:
-¿Sabés que tengo ganas de ponerme a besar todo a ver qué pasa con los cuerditos del shopping? ¿No sería fabuloso?
-Tranquilo, Ismael. Tranquilo.
-Bueno, pero hoy el MacCombo y el helado los pago yo. ¿Te puedo dar un beso de cristiano?
-Mirá que esos no son de lengua.
El Cordero festejó la respuesta con una carcajada que acabó en estornudo y pedorrera.
-Mejor dejamos el MacCombo para mañana -me paro chorreando hielo. -Hoy mi vieja me espera con una pascualina.
-¿Y el beso?
-Ese te lo doy yo a vos -le apoyó la boca en la mano abutifarrada el muchacho al cuidacoches.
No hay comentarios:
Publicar un comentario