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La América Latina del Siglo XXI

CAPÍTULO 5: DEL ATEÍSMO MESIÁNICO AL ATEÍSMO LIBERTINO (I)

EL SUICIDIO DEL ATEÍSMO MESIÁNICO, EL AFIRMARSE DEL ATEÍSMO LIBERTINO / TIRSO DE MOLINA, VALLE INCLÁN, MOZART, LOSEY: DISTINTOS ROSTROS DEL DON JUAN / UN PARADIGMA MODERNO: “EL DIVINO MARQUÉS” / DEL ATEÍSMO ARISTOCRÁTICO AL ATEÍSMO DE MASA / LAS EXALTACIONES DE LA CORPOREIDAD / EL REFLUJO SECTARIO / EL RECORRIDO DE LA MODERNIDAD Y EL DESENLACE NIHILISTA: DEL NOCE / LA MODERNIDAD CATÓLICA / ASUNCIÓN Y SUPERACIÓN DEL ATEÍSMO LIBERTINO / RELATIVISMO Y DERECHOS HUMANOS / SUSTITUCIÓN DEL ENEMIGO EN LA CONCIENCIA DE LA IGLESIA LATINOAMERICANA

El ateísmo mesiánico -un protagonista del siglo XX en América Latina- ha desaparecido de la escena; no pudo traspasar indemne el umbral del nuevo siglo o, por lo menos, ya no es un actor incisivo e influyente en la representación histórica como lo fue en el siglo anterior. Su desaparición deja en primer plano un sujeto nuevo, que usted llamó ateísmo libertino.

No es fácil identificar bien, en su perfil más ordinario y corriente, este nuevo sujeto. En un momento pensé con cierto grado de aproximación que el enemigo sustituto -para la Iglesia, dando al término “enemigo” el significado ya explicado- hubiera resucitado en las formas primigenias del ateísmo occidental, es decir, las del ateísmo libertino.

¿Qué entiende usted por ateísmo libertino?

La palabra “libertino” fue inventada por Calvino. Alude a una forma atea de la libertad. Adquiere importancia y llega a su culmen en la sociedad cortesana del siglo XVIII: su apogeo se da en Sade, el “Divino Marqués” (1). Sade representa la exaltación y, al mismo tiempo, el agotamiento de un ateísmo de corte aristocrático: cuando Robespierre habla del ateísmo dice: “El ateísmo es de los aristócratas; la revolución es deísta” (2).

Los distintos Don Juan literarios que se han representado en las distintas épocas pueden señalar la evolución del ateísmo. El Don Juan de Tirso de Molina (3) expresa un hedonismo aristocrático que no cree más en Dios; el Don Juan de Mozart (4) es mucho más ateo que el de Tirso. El Don Juan de Valle Inclán es distinto de ambos (5). Su Marqués de Bradomín es un seductor extraordinario pero, distinto del de Tirso, es feo, católico y sentimental. Pienso que no es casual que el Don Juan de Valle Inclán sea diferente de los otros donjuanes. El de Mozart es implacable, al menos en la buena versión cinematográfica de Losey (6); pero no sé si Mozart se reconocería en una criatura tan extremizada.

¿Por qué dice que ha pensado con aproximación que el ateísmo libertino pudiera ser el nuevo adversario histórico de la Iglesia?

Porque pensaba que un capitalismo -desde los años 60, apoyado más sobre el consumo que sobre el trabajo productivo- fuese orgánico al renacimiento de mitos consumistas. El libertinaje se difunde en las clases altas. Fue así en Europa, donde, durante las guerras de religión, adquirió una connotación escéptica. Frente a los cristianos que se asesinan entre ellos, sectores de la aristocracia renuncian a creer en aquel Dios por el que se masacran. El escepticismo desemboca naturalmente en libertinaje aristocrático. Sancho Panza, en cambio, es un hombre del pueblo, no vive de rentas, pertenece a la plebe. Es en todo caso, un cristiano pecador, no un ateo libertino.

Desde este punto de vista, el ateísmo libertino de un Sade es, sobre todo, “de consumo”, factible en un mundo sumamente ocioso. Es necesario gozar de alguna renta para dedicarse al consumo “full time”, a la búsqueda de la satisfacción estética, individual, caprichosa. Sade, de un escepticismo primordial, termina generando un verdadero sistema dogmático.

Un libertinaje dogmático es una contradicción de términos.

Sólo en apariencia porque, al final, el ateísmo libertino formula un sistema orgánico de reglas internalizadas por el sujeto, una visión del mundo coherente con las premisas de las que se nutre.

Usted ve en Sade una suerte de arquetipo.

El Marqués de Sade lleva el ateísmo libertino moderno a sus últimas consecuencias: es un “santo” al revés por la rigurosidad con la que empuja al ateísmo hasta el extremo de sus posibilidades. El ápice del eros es “sádico”, el deseo absoluto termina en el crimen. No se puede ir más allá. Existen fariseos del cristianismo y fariseos del ateísmo. No es fácil ser cristianos, pero tampoco es fácil vivir sin Dios. Quienes dicen vivir sin Dios, en realidad viven de los restos de una época que supone a Dios. La inmensa mayoría de los ateos son de segunda mano.

Por eso pensaba que el ateísmo libertino, la forma primordial de ateísmo moderno, hubiese renacido en las sociedades de consumo capitalista y se expandiera en las formas más simples de hedonismo agnóstico, de consumismo sexista. En la multiplicación descontrolada e incesante de la pornografía, del erotismo y del placer inmediato. El eterno círculo del placer del poder y del poder del placer, es una rueda que se cierne en torno a sí mismo y que el “sadismo” sintetiza en sus últimas expresiones. En el ateísmo no existe un “más allá” de Sade. El mismo ateísmo de Nietzsche, en comparación con el de Sade, es un ateísmo adolescente.

No digo que Sade simbolice la única forma histórica del ateísmo; afirmo que es una de las formas que asume el ateísmo contemporáneo desde un cierto momento en adelante, como sustituto del ateísmo mesiánico que se había suicidado.

¿Dónde está la aproximación de la que hablaba?

En que el ateísmo libertino se transformó en un fenómeno de masas, y esto no me resultó inmediatamente claro en los años 60. El viejo ateísmo aristocrático se convirtió en un hedonismo agnóstico cuya lógica última es un ateísmo libertino de masas.

El viejo ateísmo libertino privilegiaba la comunicación personal, se transmitía por emulación en las clases altas, en las cortes; el ateísmo actual vive y se difunde en perfecta simbiosis, a través de la televisión y las nuevas tecnologías. La radio, sola, no realiza plenamente el ateísmo libertino: ser obscenos por radio no es lo mismo que serlo en imágenes. El mundo de las imágenes es orgánico al ateísmo libertino porque puede realizar completamente la apología del cuerpo sensible. En el ateísmo libertino no hay un espíritu que anima el cuerpo; el espíritu es espíritu del cuerpo.

La característica de la pornografía es que detrás del cuerpo no hay nadie; por eso no hay ni siquiera diálogo, no interesa saber quién es el otro, conocer su pasado, su historia, su trayectoria humana. El otro no tiene la consistencia de un Tú. El ateísmo libertino es la exaltación de la corporeidad, la apoteosis del cuerpo sin un tú, puesto al servicio ansioso del eros.

¿Por qué ansioso?

Porque el erotismo del que estamos hablando tiende a la sustitución infinita del objeto que desea ardientemente. Infinitos cuerpos poseídos infinitas veces y sustituidos.

Un psicólogo americano, John Condry, definió la televisión como “ladrona del tiempo, mentirosa emérita y sierva infiel” (7). Se sabe que la investigación sobre comunicación moderna que él condujo, impresionó mucho a un “maître à penser” del 900 europeo, adversario y demoledor de cada sistema de pensamiento totalitario, el austríaco Karl Popper. Usted agregaría al trinomio citado, que la televisión es también deformadora del erotismo.

Sería necesario reflexionar a fondo sobre las connotaciones de la televisión: tiene la ventaja indiscutible de ser menos conceptual y abstracta que la comunicación verbal y auditiva; es mucho más concreta, simplificadora y epidérmica. Cada imagen es un concepto en sí mismo y el concepto es siempre una síntesis última y definitiva. La imagen liga estrechamente, más que cualquier otro tipo de código, productos y significados, cosa y función, objeto y uso. Por eso el poder de la imagen asume dimensiones desconocidas en los procesos de la comunicación humana. De hecho, el mercado es el primer interesado en la imagen sexual.

El vínculo de la imagen con lo erótico es, diría, primordial. Por otra parte, lo vemos: lo femenino está en el centro de la comunicación empresarial, prevalece en el trabajo creativo de las agencias publicitarias. La hipertrofia de lo erótico que domina en nuestros días es anormal en absoluto, es el exceso de un fenómeno. Por eso digo que el ateísmo libertino se conjuga con la imagen más que con cualquier otro medio de comunicación.

Usted dice que el ateísmo mesiánico dejó todo el terreno existente en poder del ateísmo libertino. Si observamos lo que sucede en el continente, sobre todo en el norte, México y América Central, pero también en Brasil, en el sur, se diría más bien que el lugar del ateísmo mesiánico ha sido ocupado por los movimientos evangélicos y los cultos esotéricos.

El antecedente de las denominadas “sectas” han sido las “iglesias libres”, iglesias no ligadas ni dependientes de estados nacionales determinados, que se habían anexado a varias iglesias de la Reforma, como ocurrió con el anglicanismo y con algunos países luteranos. Se puede hacer una colorida historia de las “iglesias libres”, caracterizándolas en las distintas épocas, pero creo que hoy por hoy, las nuevas sectas -pienso en el carácter exuberante de su entusiasmo- entran en conflicto con el ateísmo libertino aún cuando, en cierta medida, dependen de él.

El de las sectas protestantes de matriz evangelista es un mundo a-histórico, donde la Gracia es puntual, personal, irrumpe mecánicamente y con una verticalidad absoluta. Por esto, los adherentes a las sectas no tienen, normalmente, una conciencia histórica de conjunto, no sienten necesidad de tenerla: no necesitan una lectura histórica y por eso no la cultivan. Las sectas son un mundo sin historia. Sólo con historias individuales.


(continúa próximo jueves)

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