DECIMOCTAVA ENTREGA
CAPÍTULO 4: EL MOSAICO SE COMPONE (IV)
¿Se puede decir que la Iglesia haya seguido con simpatía la formación de los distintos bloques: el andino, el centroamericano, el sudamericano?
Siempre apoyó los movimientos de integración en América Latina. Es un rasgo constante, desde la Conferencia episcopal de Medellín a la de Santo Domingo, pasando por la Conferencia de Puebla, la más latinoamericana de las conferencias. Pero ya desde antes, la Iglesia había dado pruebas de seguir activamente los procesos unificadores. La primera reunión del CELAM, precedente a la misma Conferencia de Medellín de 1968, que tuvo lugar en Argentina, en Mar del Plata, comenzó con un prólogo a favor de la integración.
Desde la primera plenaria de Río de Janeiro, a Santo Domingo, en 1992, pasando por las Conferencias de Medellín y Puebla, ¿cuándo estuvo más presente la idea de integración?
La primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, distante en pocas décadas de la generación del 900, delibera sobre la creación del CELAM, una institución continental de la Iglesia Latinoamericana, integradora por excelencia. La segunda Conferencia hace referencia precisa a la integración; dice sin paráfrasis que “se presenta como necesidad imperiosa para América Latina” (19).
En cuanto a Puebla, une el tema de la identidad con el de la integración (20) y, en un determinado momento, se lamenta por las amenazas “al ideal de la integración latinoamericana” (21). Desde este punto de vista, la Conferencia de Santo Domingo asume la integración como uno de los contenidos más positivos de la realidad histórica latinoamericana. Juan Pablo II lo dice en el discurso inaugural (22) y para los obispos es tema de discusión, una discusión que encuentra mucho espacio en el documento final. Éste señala el movimiento integrador como “signo de los tiempos” (23), un “factor determinante que puede contribuir notablemente a superar los graves problemas que afligen hoy al continente” (24). Luego formula un compromiso preciso para toda la Iglesia latinoamericana (25).
“Integrarse” es, para la Iglesia, un acto de sensatez pastoral: con Estados separados no habrá desarrollo seguro ni lucha eficaz contra la pobreza. En el problema de la integración están contenido en síntesis el de la lucha por la justicia, por la investigación científica, por la adquisición de técnica y tecnología, problemas que no están al alcance de países individuales y separados. Y es también un acto de inteligencia de los tiempos: una presencia católica importante será todavía más importante en un continente unido.
En la próxima IV Conferencia del CELAM, el tema de la integración debería estar presente con fuerza.
En efecto, con más fuerza aún que en el pasado, si lo que se quiere es coparticipar en el destino de los pueblos latinoamericanos. Las condiciones para influir, para hacerse escuchar, para tomar parte en las decisiones importantes, la condición para promover los propios intereses nacionales es la de ser continentales.
Usted ha escrito, en más de una ocasión, que no era anti-norteamericano sino pro unidad de América del Sur.
Antes que nada, estoy a favor de la unidad de América Latina. Esto determina el resto de las convicciones: en la medida en que Estados Unidos ponga obstáculos, estoy en contra, no por otra cosa que por un instinto de defensa.
Ellos fueron los primeros grandes “inventores” de la confluencia de trece colonias distintas, los primeros artífices de un mercado común, de un Estado Federal y nosotros, latinoamericanos, queremos hacer lo mismo. ¿Por qué deberían impedírnoslo? ¿O prefieren un solo centro de poder mundial antes que una equilibrada multipolaridad?
En este caso sí, entiendo que una comunidad sudamericana que persiga el desarrollo propio y se proponga integrar el concierto de los Estados continentales modernos protagonistas del siglo XXI, sería una amenaza para ellos.
Notas
(1) Pedro Morandé Court, Cultura y modernización en América Latina, 1984; Iglesia y cultura en América Latina, 1989.
(2) El tratado de Asunción se firmó el 26 de marzo de 1991 entre Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay; cuenta además con dos países asociados: Bolivia y Chile. En diciembre de 1994, con la aprobación del Protocolo de Ouro Preto, se estableció la estructura fundamental del MERCOSUR.
(3) Una posición similar a ésta es la que sostiene Francisco J. Piñón en Integración Latinoamericana y mundo contemporáneo, Buenos Aires, Cuadernos del Incape, 1992.
(4) Muy conocido es el artículo en el que el presidente Perón ilustra la propuesta, firmada con el seudónimo “Descartes”.
(5) La Asociación latinoamericana de libre comercio fue creada con el Tratado de Montevideo del 18 de febrero de 1960. Lo firmaron Argentina, Brasil, México, Paraguay, Perú y Uruguay; en un segundo momento adhirieron Colombia (1961), Ecuador (1962), Venezuela (1966) y por último Bolivia, en 1967. El objetivo esencial debía ser la eliminación de los impuestos nacionales a las importaciones durante un período de 12 años, a partir de 1960. Cuando resultó evidente que el objetivo no podía ser alcanzado, se ratificó un nuevo tratado, que dio origen a la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) que reemplazó a la ALALC, en 1980.
(6) La “Declaración de los Presidentes de América” tiene fecha del 14 de abril de 1967. Se señala también allí la presencia del Primer Ministro de Trinidad y Tobago.
(7) El inspirador de la nueva política fue Golbery de Couto y Silva.
(8) Primer gobierno: 1946-1951, segundo: 1952-1955.
(9) Arturo Frondizi gobernó desde 1958 a 1962.
(10) Desde 1976 a 1983.
(11) José Alfredo Martínez de Hoz fue ministro de Economía desde 1976 a 1981.
(12) El Tratado de Libre Comercio de América del Norte, conocido con la sigla NAFTA, entró en vigencia en 1994 y fue firmado por Canadá, Estados Unidos y México.
(13) El acto formal de la Comunidad Sudamericana de las Naciones -culminado y firmado el 8 y 9 de diciembre de 2004- es el producto de la integración de los cuatro países fundadores del MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) más Chile y la Comunidad Andina (Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela).
(14) La batalla entre el virrey La Serna y Antonio José Sucre tuvo lugar el 9 de diciembre de 1924. La capitulación final, firmada en el campo de batalla, decretó la independencia de Perú con respecto a España. Ayacucho, en quechua, significa “Rincón de los Muertos”.
(15) Guzmán M. Carriquiry y Lecour, Una apuesta por América Latina, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.
(16) Nicolás Spikman, Estados Unidos frente al mundo, México, FCU, 1942.
(17) Cfr: capítulo V, “De la catolicidad”, en op. cit.
(18) La edición de 2005 del Anuario Pontificio habla de 1.086 millones de católicos en el mundo. América Latina representa el 49,8 % del total, Europa el 25,8 %, África el 13, 2 %, Asia el 10, 4 % y Oceanía el 0.8 %.
(19) Y continúa: “No pretendemos referirnos a aspectos técnicos, realmente complejos, de esta necesidad. Pero sí consideramos oportuno subrayar su carácter pluridimensional. La integración, de hecho, no es un proceso exclusivamente económico; antes bien, se presenta con una dimensión amplia, que abraza al hombre entendido en su totalidad, bajo los aspectos sociales, políticos, culturales, religiosos, raciales” (Medellín 26 agosto - 7 septiembre 1968, nro. 11).
(20) “Años de problemas, de una búsqueda afanosa de la propia identidad, a los que caracteriza el despertar de las masas populares y los intentos de integración latinoamericana” (Documento final, nro. 233).
(21) “Peligro deplorable, debido en gran parte a las ambiciones económicas nacionalistas, a la parálisis de la cooperación en altos niveles y a los nuevos conflictos internacionales (nro. 1265).
(22) “Un factor determinante que puede contribuir notablemente a superar los graves problemas que hoy sufre este continente es la integración latinoamericana” (nro. 15).
(23) “Sin embargo, constatamos como signo de los tiempos el dinamismo de naciones que se asocian, también en América Latina” (nro. 205).
(24) Documento final, nro. 206.
(25) “Estimular y acompañar los esfuerzos a favor de la integración latinoamericana como ‘patria grande’, a partir de una perspectiva de solidaridad que exige, por otro lado, un nuevo orden internacional” (nro. 209).
CAPÍTULO 4: EL MOSAICO SE COMPONE (IV)
¿Se puede decir que la Iglesia haya seguido con simpatía la formación de los distintos bloques: el andino, el centroamericano, el sudamericano?
Siempre apoyó los movimientos de integración en América Latina. Es un rasgo constante, desde la Conferencia episcopal de Medellín a la de Santo Domingo, pasando por la Conferencia de Puebla, la más latinoamericana de las conferencias. Pero ya desde antes, la Iglesia había dado pruebas de seguir activamente los procesos unificadores. La primera reunión del CELAM, precedente a la misma Conferencia de Medellín de 1968, que tuvo lugar en Argentina, en Mar del Plata, comenzó con un prólogo a favor de la integración.
Desde la primera plenaria de Río de Janeiro, a Santo Domingo, en 1992, pasando por las Conferencias de Medellín y Puebla, ¿cuándo estuvo más presente la idea de integración?
La primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, distante en pocas décadas de la generación del 900, delibera sobre la creación del CELAM, una institución continental de la Iglesia Latinoamericana, integradora por excelencia. La segunda Conferencia hace referencia precisa a la integración; dice sin paráfrasis que “se presenta como necesidad imperiosa para América Latina” (19).
En cuanto a Puebla, une el tema de la identidad con el de la integración (20) y, en un determinado momento, se lamenta por las amenazas “al ideal de la integración latinoamericana” (21). Desde este punto de vista, la Conferencia de Santo Domingo asume la integración como uno de los contenidos más positivos de la realidad histórica latinoamericana. Juan Pablo II lo dice en el discurso inaugural (22) y para los obispos es tema de discusión, una discusión que encuentra mucho espacio en el documento final. Éste señala el movimiento integrador como “signo de los tiempos” (23), un “factor determinante que puede contribuir notablemente a superar los graves problemas que afligen hoy al continente” (24). Luego formula un compromiso preciso para toda la Iglesia latinoamericana (25).
“Integrarse” es, para la Iglesia, un acto de sensatez pastoral: con Estados separados no habrá desarrollo seguro ni lucha eficaz contra la pobreza. En el problema de la integración están contenido en síntesis el de la lucha por la justicia, por la investigación científica, por la adquisición de técnica y tecnología, problemas que no están al alcance de países individuales y separados. Y es también un acto de inteligencia de los tiempos: una presencia católica importante será todavía más importante en un continente unido.
En la próxima IV Conferencia del CELAM, el tema de la integración debería estar presente con fuerza.
En efecto, con más fuerza aún que en el pasado, si lo que se quiere es coparticipar en el destino de los pueblos latinoamericanos. Las condiciones para influir, para hacerse escuchar, para tomar parte en las decisiones importantes, la condición para promover los propios intereses nacionales es la de ser continentales.
Usted ha escrito, en más de una ocasión, que no era anti-norteamericano sino pro unidad de América del Sur.
Antes que nada, estoy a favor de la unidad de América Latina. Esto determina el resto de las convicciones: en la medida en que Estados Unidos ponga obstáculos, estoy en contra, no por otra cosa que por un instinto de defensa.
Ellos fueron los primeros grandes “inventores” de la confluencia de trece colonias distintas, los primeros artífices de un mercado común, de un Estado Federal y nosotros, latinoamericanos, queremos hacer lo mismo. ¿Por qué deberían impedírnoslo? ¿O prefieren un solo centro de poder mundial antes que una equilibrada multipolaridad?
En este caso sí, entiendo que una comunidad sudamericana que persiga el desarrollo propio y se proponga integrar el concierto de los Estados continentales modernos protagonistas del siglo XXI, sería una amenaza para ellos.
Notas
(1) Pedro Morandé Court, Cultura y modernización en América Latina, 1984; Iglesia y cultura en América Latina, 1989.
(2) El tratado de Asunción se firmó el 26 de marzo de 1991 entre Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay; cuenta además con dos países asociados: Bolivia y Chile. En diciembre de 1994, con la aprobación del Protocolo de Ouro Preto, se estableció la estructura fundamental del MERCOSUR.
(3) Una posición similar a ésta es la que sostiene Francisco J. Piñón en Integración Latinoamericana y mundo contemporáneo, Buenos Aires, Cuadernos del Incape, 1992.
(4) Muy conocido es el artículo en el que el presidente Perón ilustra la propuesta, firmada con el seudónimo “Descartes”.
(5) La Asociación latinoamericana de libre comercio fue creada con el Tratado de Montevideo del 18 de febrero de 1960. Lo firmaron Argentina, Brasil, México, Paraguay, Perú y Uruguay; en un segundo momento adhirieron Colombia (1961), Ecuador (1962), Venezuela (1966) y por último Bolivia, en 1967. El objetivo esencial debía ser la eliminación de los impuestos nacionales a las importaciones durante un período de 12 años, a partir de 1960. Cuando resultó evidente que el objetivo no podía ser alcanzado, se ratificó un nuevo tratado, que dio origen a la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) que reemplazó a la ALALC, en 1980.
(6) La “Declaración de los Presidentes de América” tiene fecha del 14 de abril de 1967. Se señala también allí la presencia del Primer Ministro de Trinidad y Tobago.
(7) El inspirador de la nueva política fue Golbery de Couto y Silva.
(8) Primer gobierno: 1946-1951, segundo: 1952-1955.
(9) Arturo Frondizi gobernó desde 1958 a 1962.
(10) Desde 1976 a 1983.
(11) José Alfredo Martínez de Hoz fue ministro de Economía desde 1976 a 1981.
(12) El Tratado de Libre Comercio de América del Norte, conocido con la sigla NAFTA, entró en vigencia en 1994 y fue firmado por Canadá, Estados Unidos y México.
(13) El acto formal de la Comunidad Sudamericana de las Naciones -culminado y firmado el 8 y 9 de diciembre de 2004- es el producto de la integración de los cuatro países fundadores del MERCOSUR (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) más Chile y la Comunidad Andina (Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela).
(14) La batalla entre el virrey La Serna y Antonio José Sucre tuvo lugar el 9 de diciembre de 1924. La capitulación final, firmada en el campo de batalla, decretó la independencia de Perú con respecto a España. Ayacucho, en quechua, significa “Rincón de los Muertos”.
(15) Guzmán M. Carriquiry y Lecour, Una apuesta por América Latina, Buenos Aires, Sudamericana, 2005.
(16) Nicolás Spikman, Estados Unidos frente al mundo, México, FCU, 1942.
(17) Cfr: capítulo V, “De la catolicidad”, en op. cit.
(18) La edición de 2005 del Anuario Pontificio habla de 1.086 millones de católicos en el mundo. América Latina representa el 49,8 % del total, Europa el 25,8 %, África el 13, 2 %, Asia el 10, 4 % y Oceanía el 0.8 %.
(19) Y continúa: “No pretendemos referirnos a aspectos técnicos, realmente complejos, de esta necesidad. Pero sí consideramos oportuno subrayar su carácter pluridimensional. La integración, de hecho, no es un proceso exclusivamente económico; antes bien, se presenta con una dimensión amplia, que abraza al hombre entendido en su totalidad, bajo los aspectos sociales, políticos, culturales, religiosos, raciales” (Medellín 26 agosto - 7 septiembre 1968, nro. 11).
(20) “Años de problemas, de una búsqueda afanosa de la propia identidad, a los que caracteriza el despertar de las masas populares y los intentos de integración latinoamericana” (Documento final, nro. 233).
(21) “Peligro deplorable, debido en gran parte a las ambiciones económicas nacionalistas, a la parálisis de la cooperación en altos niveles y a los nuevos conflictos internacionales (nro. 1265).
(22) “Un factor determinante que puede contribuir notablemente a superar los graves problemas que hoy sufre este continente es la integración latinoamericana” (nro. 15).
(23) “Sin embargo, constatamos como signo de los tiempos el dinamismo de naciones que se asocian, también en América Latina” (nro. 205).
(24) Documento final, nro. 206.
(25) “Estimular y acompañar los esfuerzos a favor de la integración latinoamericana como ‘patria grande’, a partir de una perspectiva de solidaridad que exige, por otro lado, un nuevo orden internacional” (nro. 209).
(continúa próximo jueves)
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