Hace exactamente 70 años, Juan Carlos Onetti -emparaguado por el seudónimo de Periquito el Aguador- publicaba en el Nro 28 de Marcha, del 30 de diciembre de 1939, este artículo titulado Propósitos de año nuevo. El texto del Capitán del Vuelo sanmariano -que como el flaco Abel del tango, no deja de guiarnos- conserva tanta vigencia que nos eriza mal. Aunque también acorrala la heroicidad de los artistas vocacionales que tengan fe y no precio, aparte de los atributos genitales que siempre hay que tener.
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TUYA, JUAN
Fin de año parece una fecha oportuna para balances y recapitulaciones. Casi nos condenamos atribuyéndonos el deber de pasar revista al movimiento literario de 1939 en el Uruguay. Y esto no quedó por nosotros: hemos decidido suprimirlo para evitar la consiguiente, simultánea y paralela condenación del lector. Con lo cual, y habiendo usado los tres adjetivos, la coma y la graciosa “y” -súmun de la elegancia estilística en estos apartados barrios- podemos pasar a la clase de resumen que nos sentimos capaces de hacer en esta noche de fiesta y de calor.
Cuando hace unos meses decidimos aceptar la tarea de apedrear el charco, lo hicimos con un espíritu de total indiferencia, amable, sin mayores entusiasmos, ya que las ranas de este charco deben haber criado pelos de puro viejas e inmóviles. No pensamos turbarlas con nuestras mal dirigidas piedras, ni esto, de lograrse, promete aumentar el interés del juego. Los sapos de piel dura y rugosa darían uno o dos saltos y quedarían nuevamente quietos, unos al sol, otros a la sombra, haciendo palpitar sus gargantas con el mismo compás heredado, compás que se acuerda de manera exacta con guitarreos, frases de discursos político-democráticos, llanto de noviecita abandonada y otras formas de la prostitución del sonido.
...Hay también en el charco abundancia de inquietas ranitas deslumbradoramente verdes y flexibles renacuajos que acaban de dar el primer chapuzón y miran con sus fijos ojos el efecto causado en los escuerzos petrificados. Imitan cuidadosamente los estilos náuticos -dos o tres- aceptados en el charco y cuidan de que sus saltos no sobrepasen una distancia consagrada por largos años y buenas costumbres.
Escaso y poco interesante blanco, en fin, para este Periquito Aguador que sólo busca distraerse salpicando un poco la siesta de estos inverosímiles seres que han dado en llamarse “intelectuales” a sí mismos. Pero el peso de este nuevo año que se nos viene encima invita a reflexionar y hablar en serio, no demasiado, y buscar la manera de hacer más atrayente el juego. Pensemos en esta realidad pavorosa: los mismos nombres que formaban la vanguardia de nuestras letras en 1930 aparecen en el 40 ocupando idéntico sitio, haciendo las mismas cosas. Y llegará el 50 y estarán allí y publicarán el mismo libro cada año con distinto título. Hacemos punto y aparte para que los lectores mediten sobre esto.
La meditación hecha, usurpamos el lenguaje incomparable de los avisos de las compañías de seguros y anexos, llenamos nuestros pulmones, y hacemos un llamado a los jóvenes ambiciosos, enérgicos, activos, que deseen labrarse un excelente porvenir. Hay que hacer una literatura uruguaya; hay que usar un lenguaje nuestro para decir cosas nuestras. Ya no sirve imitar la estética de Fulano, porque Fulano lleva la ventaja de estarla imitando hace diez años y Fulana veinte. Que cada uno busque dentro de sí mismo, que es el único lugar donde puede encontrarse la verdad y todo ese montón de cosas cuya persecución, fracasada siempre, produce la obra de arte. Fuera de nosotros no hay nada, nadie. La literatura es un oficio; es necesario aprenderlo, pero más aún, es necesario crearlo.
El que no escribe para los amigos o la amada o su honrada familia; el que escribe porque tiene la necesidad de hacerlo, sólo podrá expresarse con una técnica nueva, aún desconocida. Una manera que acaso no alcance totalmente nunca pero que no es la de Zutano ni la de nadie. Es o será la suya. Pero no podrá tomarla de ninguna literatura ni de ningún literato, no podrá ser conquistada fuera de uno mismo. Porque está dentro de cada uno de nosotros; es intransferible, única, como nuestros rostros, nuestro estilo de vida y nuestro drama. Sólo se trata de buscar hacia adentro y no hacia fuera, humildemente, con inocencia y cinismo, seguros de que la verdad tiene que estar en una literatura sin literatura y sobre todo, que no puede gustar a los que hoy tienen la misión de repartir elogios, consagraciones y premios.
Fin de año parece una fecha oportuna para balances y recapitulaciones. Casi nos condenamos atribuyéndonos el deber de pasar revista al movimiento literario de 1939 en el Uruguay. Y esto no quedó por nosotros: hemos decidido suprimirlo para evitar la consiguiente, simultánea y paralela condenación del lector. Con lo cual, y habiendo usado los tres adjetivos, la coma y la graciosa “y” -súmun de la elegancia estilística en estos apartados barrios- podemos pasar a la clase de resumen que nos sentimos capaces de hacer en esta noche de fiesta y de calor.
Cuando hace unos meses decidimos aceptar la tarea de apedrear el charco, lo hicimos con un espíritu de total indiferencia, amable, sin mayores entusiasmos, ya que las ranas de este charco deben haber criado pelos de puro viejas e inmóviles. No pensamos turbarlas con nuestras mal dirigidas piedras, ni esto, de lograrse, promete aumentar el interés del juego. Los sapos de piel dura y rugosa darían uno o dos saltos y quedarían nuevamente quietos, unos al sol, otros a la sombra, haciendo palpitar sus gargantas con el mismo compás heredado, compás que se acuerda de manera exacta con guitarreos, frases de discursos político-democráticos, llanto de noviecita abandonada y otras formas de la prostitución del sonido.
...Hay también en el charco abundancia de inquietas ranitas deslumbradoramente verdes y flexibles renacuajos que acaban de dar el primer chapuzón y miran con sus fijos ojos el efecto causado en los escuerzos petrificados. Imitan cuidadosamente los estilos náuticos -dos o tres- aceptados en el charco y cuidan de que sus saltos no sobrepasen una distancia consagrada por largos años y buenas costumbres.
Escaso y poco interesante blanco, en fin, para este Periquito Aguador que sólo busca distraerse salpicando un poco la siesta de estos inverosímiles seres que han dado en llamarse “intelectuales” a sí mismos. Pero el peso de este nuevo año que se nos viene encima invita a reflexionar y hablar en serio, no demasiado, y buscar la manera de hacer más atrayente el juego. Pensemos en esta realidad pavorosa: los mismos nombres que formaban la vanguardia de nuestras letras en 1930 aparecen en el 40 ocupando idéntico sitio, haciendo las mismas cosas. Y llegará el 50 y estarán allí y publicarán el mismo libro cada año con distinto título. Hacemos punto y aparte para que los lectores mediten sobre esto.
La meditación hecha, usurpamos el lenguaje incomparable de los avisos de las compañías de seguros y anexos, llenamos nuestros pulmones, y hacemos un llamado a los jóvenes ambiciosos, enérgicos, activos, que deseen labrarse un excelente porvenir. Hay que hacer una literatura uruguaya; hay que usar un lenguaje nuestro para decir cosas nuestras. Ya no sirve imitar la estética de Fulano, porque Fulano lleva la ventaja de estarla imitando hace diez años y Fulana veinte. Que cada uno busque dentro de sí mismo, que es el único lugar donde puede encontrarse la verdad y todo ese montón de cosas cuya persecución, fracasada siempre, produce la obra de arte. Fuera de nosotros no hay nada, nadie. La literatura es un oficio; es necesario aprenderlo, pero más aún, es necesario crearlo.
El que no escribe para los amigos o la amada o su honrada familia; el que escribe porque tiene la necesidad de hacerlo, sólo podrá expresarse con una técnica nueva, aún desconocida. Una manera que acaso no alcance totalmente nunca pero que no es la de Zutano ni la de nadie. Es o será la suya. Pero no podrá tomarla de ninguna literatura ni de ningún literato, no podrá ser conquistada fuera de uno mismo. Porque está dentro de cada uno de nosotros; es intransferible, única, como nuestros rostros, nuestro estilo de vida y nuestro drama. Sólo se trata de buscar hacia adentro y no hacia fuera, humildemente, con inocencia y cinismo, seguros de que la verdad tiene que estar en una literatura sin literatura y sobre todo, que no puede gustar a los que hoy tienen la misión de repartir elogios, consagraciones y premios.
2 comentarios:
ADORE todo lo dicho.
Complimenti SIEMPRE por tanta energía y por tanta claridad.
Gracias por tu comentario. El artículo demuestra que la verdad tiene patas largas. Feliz año.
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