OCTAVA ENTREGA
7
Al otro día chatearon.
Senel: Cómo vas con la escala.
Poli: Tuve que suspender Aranjuez porque la semana que viene tocamos en la universidad y ya estoy cagada.
Senel: Yo ando con una resaca de un litro y medio de rosado Santa Teresa.
Poli: Por lo menos es la santa de ustedes. Jej.
Senel: A mí también me vino el miedo loco. Hago cábalas y todo.
Poli: Miedo de qué.
Senel: De no poder ayudar al Cordero, un amigo. Es largo de explicar. ¿Cómo ves lo de los viejos?
Poli: ¿Conseguiste la Canción del ladrón?
Senel: Todavía no.
Poli: Los viejos llevan una eternidad de casados, brader. ¿Qué más querés? En la uni me doy con gente de sepetenta países y no conozco una pareja sana. Yo transé al mango con el bielorruso y mandé foto y todo pero no hubo caso: se necesitan dos.
Senel: Con tener fe en lo eterno alcanza.
Poli: Pero yo estoy cansada de ver sufrir a mi madre.
Senel: Y entonces le das púa.
Poli: Te aclaro que hoy no pienso llorar. Hay demasiada nieve. Y además ustedes no tienen problema porque les enseñan a las mujeres a bancar maridos y se quedan tomando mate en la celda. Mirá: en el fondo todos preferimos el colchón de una plaza.
Senel: “El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa”.
Poli: Mejor pidan perdón, loco. Inventen un día mundial de homenaje a las mártires que no tienen más remedio que seguir pariendo hasta en Afganistán o algo así.
Senel: Comer mierda humillarse comer mierda humillarse comer mierda humillarse comer mierda humillarse y seguir siendo feliz. Eso es lo que piensa hacer el gordo. Me lo dijo anteayer.
Poli: Pa. Flor de santo el gordo. ¿Y ahora es feliz y todo?
Senel: A lo mejor eso es lo que más le molesta a mamá.
Poli: Puede ser. Bueno: que los felices vivan con los felices y los humanos con los humanos. Lástima que acá no venden Santa Teresa. Podría ver todo mucho más rosado. Tengo que irme a apolar, pajarito. Estoy tratando de levantarme a estudiar a las seis. No se ve ni la nieve.
Senel: Tratá de ver el más acá.
Poli: Sí. Tengo varias cábalas. Guardo los tickets del tranvía que suman 21 como hacíamos en el liceo. ¿Te acordás?
Senel: Te adoro, Misobaco.
Poli: Hoy no pienso llorar y mañana no hay uni así que chateo el viernes o el sábado. Suerte con el Cordero.
Ella no sabe que está hablando de un cuidacoches esquizofrénico pero yo salgo del cyber como si me acabaran de hidratar la risa.
8
El gordo no se había cambiado la bermuda nubosa de sangre.
-Parece ketchup -me explica y tenorea corriendo hasta la camioneta donde rebrilla el perfil de Maite: -Le debo una canción a lo imposible / a la mujer / a la estrella / al sueño que nos lanza.
La chiquilina bajó a besar a Senel como si se encontraran en una playa de estacionamiento de garzas. Los padres me saludan desde lejos.
-Se interrumpieron las filtraciones satánicas -informó al rato el gordo. -Anoche volvió mi padre. A pedirme perdón. Aunque sigue muriéndose.
-Perdón por qué.
-Por no haber podido salir del cajón para sostenerme la calavera. Yo me pasé todo el velorio tratando de casarme a lo Queequeg pero mi hermano mayor no me dejó.
-Me estás hablando en clave, Cordero.
-Hay que seguir con Moby Dick. Y te aviso que al principio le faltan unos capítulos, aunque se entiende igual. Y yo leo nada más que el ejemplar que subrayó mi padre.
-Okey. Mañana vemos el segundo capítulo.
-Mañana ves a Gus. Te aviso que ahora hay toque de queda porque ya es imposible mirar sin sumar. Entonces te agarrás de alguna chapa fija. Hoy tenemos cerca al panadero.
-Hasta las seis.
-Sí. Pero después bajo y me doy abundante con el Cholo y capaz que viene mirra. Mirra y escaramujo, pez-rosa.
-¿Sabés lo que fui a buscar cuando terminó el chateo? Los boletos de 21 que juntaba mi hermana. Los dejó adentro de la primera guitarrita que tuvo, junto con una Barbie y una magnolia seca.
Entonces el Cordero resplandece igual que las solteronas de la misa y saco un sobre con olor a infancia.
-Tomá. Son veintiún boletos de 21. Y la magnolia también puedo prestártela.
-Vas a ser un buen cura.
El cuidacoches recogió el tesoro con dos dedos y agregó:
-Esto sí que es un pedazo de pan donde sentarse.
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Al otro día chatearon.
Senel: Cómo vas con la escala.
Poli: Tuve que suspender Aranjuez porque la semana que viene tocamos en la universidad y ya estoy cagada.
Senel: Yo ando con una resaca de un litro y medio de rosado Santa Teresa.
Poli: Por lo menos es la santa de ustedes. Jej.
Senel: A mí también me vino el miedo loco. Hago cábalas y todo.
Poli: Miedo de qué.
Senel: De no poder ayudar al Cordero, un amigo. Es largo de explicar. ¿Cómo ves lo de los viejos?
Poli: ¿Conseguiste la Canción del ladrón?
Senel: Todavía no.
Poli: Los viejos llevan una eternidad de casados, brader. ¿Qué más querés? En la uni me doy con gente de sepetenta países y no conozco una pareja sana. Yo transé al mango con el bielorruso y mandé foto y todo pero no hubo caso: se necesitan dos.
Senel: Con tener fe en lo eterno alcanza.
Poli: Pero yo estoy cansada de ver sufrir a mi madre.
Senel: Y entonces le das púa.
Poli: Te aclaro que hoy no pienso llorar. Hay demasiada nieve. Y además ustedes no tienen problema porque les enseñan a las mujeres a bancar maridos y se quedan tomando mate en la celda. Mirá: en el fondo todos preferimos el colchón de una plaza.
Senel: “El alma que anda en amor ni cansa ni se cansa”.
Poli: Mejor pidan perdón, loco. Inventen un día mundial de homenaje a las mártires que no tienen más remedio que seguir pariendo hasta en Afganistán o algo así.
Senel: Comer mierda humillarse comer mierda humillarse comer mierda humillarse comer mierda humillarse y seguir siendo feliz. Eso es lo que piensa hacer el gordo. Me lo dijo anteayer.
Poli: Pa. Flor de santo el gordo. ¿Y ahora es feliz y todo?
Senel: A lo mejor eso es lo que más le molesta a mamá.
Poli: Puede ser. Bueno: que los felices vivan con los felices y los humanos con los humanos. Lástima que acá no venden Santa Teresa. Podría ver todo mucho más rosado. Tengo que irme a apolar, pajarito. Estoy tratando de levantarme a estudiar a las seis. No se ve ni la nieve.
Senel: Tratá de ver el más acá.
Poli: Sí. Tengo varias cábalas. Guardo los tickets del tranvía que suman 21 como hacíamos en el liceo. ¿Te acordás?
Senel: Te adoro, Misobaco.
Poli: Hoy no pienso llorar y mañana no hay uni así que chateo el viernes o el sábado. Suerte con el Cordero.
Ella no sabe que está hablando de un cuidacoches esquizofrénico pero yo salgo del cyber como si me acabaran de hidratar la risa.
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El gordo no se había cambiado la bermuda nubosa de sangre.
-Parece ketchup -me explica y tenorea corriendo hasta la camioneta donde rebrilla el perfil de Maite: -Le debo una canción a lo imposible / a la mujer / a la estrella / al sueño que nos lanza.
La chiquilina bajó a besar a Senel como si se encontraran en una playa de estacionamiento de garzas. Los padres me saludan desde lejos.
-Se interrumpieron las filtraciones satánicas -informó al rato el gordo. -Anoche volvió mi padre. A pedirme perdón. Aunque sigue muriéndose.
-Perdón por qué.
-Por no haber podido salir del cajón para sostenerme la calavera. Yo me pasé todo el velorio tratando de casarme a lo Queequeg pero mi hermano mayor no me dejó.
-Me estás hablando en clave, Cordero.
-Hay que seguir con Moby Dick. Y te aviso que al principio le faltan unos capítulos, aunque se entiende igual. Y yo leo nada más que el ejemplar que subrayó mi padre.
-Okey. Mañana vemos el segundo capítulo.
-Mañana ves a Gus. Te aviso que ahora hay toque de queda porque ya es imposible mirar sin sumar. Entonces te agarrás de alguna chapa fija. Hoy tenemos cerca al panadero.
-Hasta las seis.
-Sí. Pero después bajo y me doy abundante con el Cholo y capaz que viene mirra. Mirra y escaramujo, pez-rosa.
-¿Sabés lo que fui a buscar cuando terminó el chateo? Los boletos de 21 que juntaba mi hermana. Los dejó adentro de la primera guitarrita que tuvo, junto con una Barbie y una magnolia seca.
Entonces el Cordero resplandece igual que las solteronas de la misa y saco un sobre con olor a infancia.
-Tomá. Son veintiún boletos de 21. Y la magnolia también puedo prestártela.
-Vas a ser un buen cura.
El cuidacoches recogió el tesoro con dos dedos y agregó:
-Esto sí que es un pedazo de pan donde sentarse.
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