Ana Inés Zeballos constituye una de las excepciones dentro de la generación de guitarristas uruguayos de primer nivel surgidos desde los años 80 hasta la fecha: no emigró. Esta eterna mujer-muchacha nacida en Castillos empezó a estudiar a los ocho años con Olga Pierri, perfeccionándose más tarde con Eduardo Fernández y Álvaro Pierri, además de participar en numerosos festivales nacionales e internacionales y asistido a clases de maestros de la talla de Alirio Díaz, Miguel Girollet, Carlos Barbosa Lima, Abel Carlevaro y Leo Brouwer.
Ya a comienzos de su carrera fue premiada en el Concurso de Guitarra de Morón (1980, Argentina), en el Concurso Extraordinario de AEMUS-ICI-Embajada de España (1987, Uruguay), participando además como finalista en el XXXIII Concurso de Guitarra de Tokio (1990, Japón).
Paralelamente a una constante actividad docente, ofreció recitales en diversas ciudades latinoamericanas, EEUU, Canadá, Suecia y Japón, integró conjuntos de cámara, se presentó con la orquesta sinfónica del SODRE y amalgamó su guitarra a la danza, la plástica, el canto, el teatro y la literatura. Su primer disco como solista, Música de América Latina, fue grabado para el sello uruguayo Timbó en 1999.
Ya a comienzos de su carrera fue premiada en el Concurso de Guitarra de Morón (1980, Argentina), en el Concurso Extraordinario de AEMUS-ICI-Embajada de España (1987, Uruguay), participando además como finalista en el XXXIII Concurso de Guitarra de Tokio (1990, Japón).
Paralelamente a una constante actividad docente, ofreció recitales en diversas ciudades latinoamericanas, EEUU, Canadá, Suecia y Japón, integró conjuntos de cámara, se presentó con la orquesta sinfónica del SODRE y amalgamó su guitarra a la danza, la plástica, el canto, el teatro y la literatura. Su primer disco como solista, Música de América Latina, fue grabado para el sello uruguayo Timbó en 1999.
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Recuerdo que siendo una adolescente viajaste junto con varios guitarristas uruguayos para participar en un Seminario Internacional muy importante que se realizaba todos los años en Porto Alegre. La efervescencia guitarrística que se vivía en el Uruguay en la década del 80 ha disminuido notoriamente. ¿Qué fue lo que incidió con más fuerza, a tu entender, para que se produjera ese declive?
Humildemente, considero que el declive del nivel de ejecución en la guitarra clásica puede tener que ver con los cambiantes grados de exigencia en los que se han situando los docentes ante el INSTRUMENTO y la MÚSICA, así como el respeto y valoración otorgada a los maestros muertos y vivos. El problema radica en la educación, la orientación específica, el compromiso y la formación de los maestros actuales, que se reflejará en el alumno y eventualmente futuro concertista.
No podemos dejar de continuar aprendiendo y enseñándonos a nosotros mismos con humildad y profunda dedicación al instrumento, y en este siglo XXI aprovechar la posibilidad que nos brinda Internet de ver y escuchar a la mayoría de los maestros destacados en todo el mundo. Y nutrirnos incesantemente de sus buenos ejemplos.
Me gustaría que contaras cómo surgió la formación del dúo que integraste con Regina Carrizo, que hizo rápidamente una gira mundial y concretó algunos trabajos discográficos impecables y hasta algún video que hoy se encuentra en Youtube.
Fue por sugerencia de Olga Pierri (nuestra madre musical) que comencé a trabajar junto a Regina Carrizo, apostando a una unidad de criterio estético-técnico y tomando en cuenta lo que podíamos aportarle a un panorama guitarrístico donde prácticamente no existían los dúos femeninos. Durante diez años trabajamos interpretando música escrita para dos guitarras o transcripciones, arreglos, improvisaciones y obras de diferentes autores de diversas épocas, algunas de las cuales fueron escritas especialmente para el dúo (como es el caso de Diego Legrand, Álvaro Méndez y Eduardo Larbanois). Fue una experiencia inolvidable, que nos enriqueció y nutrió en muy diversos aspectos.
Hablame de Olga Pierri y su significación en la guitarra uruguaya, hoy en día proyectada relevantemente en el mundo entero.
Cuando decimos Olga Pierri nos viene inmediatamente a la cabeza la imagen de una guitarra. Se trata de una Maestra con mayúscula, que estudió desde niña con su padre, el compositor José Pierri Sapere y dedicó su vida por entero al estudio, la interpretación y la docencia. Cuando todavía actuaba como solista obtuvo una beca del gobierno soviético y posteriormente formó un ya mítico Conjunto Femenino de Guitarras único en el mundo e integrado, a lo largo de los años, por algunas de sus más destacadas alumnas: Teté Ricci, Margot Prieto, Margarita Cuadros, Carmen Torraza, Matilde Sena, Margot Sena, Carolina Varela y Matilde Fynn. Ellas realizaron una importante difusión del acervo folklórico, conformando con un criterio selectivo un repertorio donde figuran obras de muchos compositores latinoamericanos como Alberto Ginastera, López Buchardo, Vicente Forte, Francisco José Debali, Grasso, Pierri Sapere y nuestro gran Eduardo Fabini, que elogió personalmente las transcripciones de sus Tristes hechas por Olga. Entre 1952 y 1957, además, el Conjunto estrenó y grabó dos conciertos para cuatro y cinco guitarras que les dedicara el compositor Alberto Soriano.
Olga Pierri ha sido maestra de numerosos guitarristas entre los que podemos destacar a Herman Pizzanelli, Álvaro Pierri, Eduardo Baranzano, Regina Carrizo e Ignacio Giovanetti, y hoy día su espíritu y su generosidad incansable sigue alimentando con asombrosa vitalidad, paciencia y amor, a alumnos de todas las edades, avanzados y principiantes. Para mí constituye un ejemplo paradigmático femenino en la guitarra, pero también es uno de mis referentes humanos a todo nivel, y me siento honrada de haber sido su alumna.
¿Qué sentís al incrustarte en ese milagro de integración verdaderamente sobrehumano que es la orquesta sinfónica?
Es otra forma maravillosa de seguir creciendo, aprendiendo y disfrutando al compartir el discurso de “casi todos los instrumentos juntos”: el equilibrio de sus energías y la unificación de sus voces, colores y timbres, lo que le exige a la guitarra solista una máxima responsabilidad.
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