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LA ÚLTIMA CURDA DE JUAN CARLOS ONETTI / investigaciones criminales en Santa María

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(ÚLTIMA ENTREGA)

40 LOS IMPALAS / LA BODA

Isabelino Pena se acercó a Rufianeli taconeando como un macaquito de comic y sonrió fluvialmente:
-La paz con usted, jefe. ¿Me deja darle media vuelta de tuerca a este lío?
-La única forma de hacerlo callar sería matarlo y todavía no me ascendieron a dictador -se le rinde la soberbia sebosa al hombre-aperiá y nos reímos un poco.
-Acabamos de recuperar el tesoro de un pueblo por pura fe -le habló directamente el detective a la primera dama, que parecía flotar entre los medallones broncíneos filtrados por los palteros sobre el amontonamiento de la tribu: -Y lo único que nunca se podrá saber con certeza positivista es si Lux es Jerónimo resucitado y desenterrado por el Huguito o es un chivo cualquiera. Lo demás queda claro: el domingo comprobamos que el pozo estaba vacío y Jorge lo volvió a ver tapado al otro día. Quiere decir que el animal y el vestido fueron robados y enterrados esa madrugada. Pero el pozo ya había sido tapado por Mingo y Marcos Bergner, que aprovechó para no emborracharse solo y además se liberó de la supernecesidad física de matarse o matar. ¿O no?
-Es correcto -se le hinchan casi con dulzura las córneas al grandote: -Aunque después ya ni me acuerdo ni a quién me llevé al Puente.
-Pero Mingo se acuerda que perdió la linterna del patrón en un Impala Mariposa. Y la linterna apareció ayer en el jeep de Blue Eyes.
Brigitte Bardot Perotti se tapó la blusa que usaba sin sutien con su ya remoto y almidonadísimo uniforme de pureza y le sonrió a su hermano.
-Pero los únicos que pudieron robar el traje y el chivo y degollar al Hugo fueron los bolches -empieza a devorar un chorizo helado Tito y Lázaro se acomoda las barrigas con mansedumbre de mártir.
-A los pacifistas del Partido les enseñan a masturbarse con símbolos religiosos y masónicos en escuelas nocturnas que dan diplomas y premios de emulación y todo -se le aperversó un sarro infantiloide al detective: -Para manosearnos mejor. Y terminan atornillándose a los escaños del cirquete burgués y hasta lustrándole las botas a las mediocres democracias laicas. Pero ellos jamás hubieran sepultado a Lux como Jorge Malabia sepultó a Jerónimo porque no creen que es santo. Y vos sí, Tito.
Entonces el gordo con facciones de B.B. hinchada y afeitada termina de tragar un bolo color pus y carcajea:
-Es verdad. Yo nunca pude dejar de creerle al rengo. Pero hablá en serio, Rooney.
-Los bufones como Rooney jamás hablan en serio, pero yo quiero agradecerte que hayas tenido fe. Porque después que el Hugo no te dejó robar el trajecito sagrado y tuviste que matarlo enterraste vivo a Lux pero le fabricaste un repollo respiratorio a ver si alguien lo salvaba. Y Dios quiso que la linterna de Mingo quedara en tu Impala y tu hermana la encontrara allí y la dejara en el jeep y colorín colorado. Todo suyo, sub-comisario.
El arresto y la disolución de la tribu fueron tranquilos, y Jorge se llevó a Anita y Díaz Grey se ofreció a alcanzar al detective. Y cuando reverencio por última vez a la personificación de mi muerte que llaman Nuestra Señora ella relojea a la infanta y a la B.B. y me roza apenas con un beso mudo, aunque es como si sentenciara:
-La más linda siempre voy a ser yo.
Isabelino Pena le pidió al doctor que lo dejara en el Montserrat y encontró a Onetti entrajetado en la cama, completamente sobrio.
-Te felicito, elfo -chista después de escuchar the heart of the matter con rumiante fruición: -¿Por qué no te dedicás nada más que a los crímenes y te dejás de escribir chanchadas y de meterte en purgatorios ajenos? ¿Sabés que hace veinticuatro horas que estoy esperando a la Inmaculada sin dormir ni chupar? Y el jazmín no se pudrió.
-Qué hermoso.
-Pero en la resurrección de Jerónimo no creo ni engualichado. Así que no vayas a inventar teorías de conversión como la hermana de Rimbaud. Esa chica era incestuosa.
-Ahora el que te ponés junguiano sos vos.
-Mirá, dejame en paz de una vez. Yo te perdono todo.
Y en ese momento oyeron abrirse la puerta del living mientras Jorge Malabia gritaba:
-Vuelvo a buscarla más tarde.
Y entonces aparece Ana María alquimizada por los tules barrosos que todavía huelen a chivo y se tira en la cama y anuncia dándole la mano al maestro de los tristes:
-Ahora puedo casarme contigo, Linacero.
Isabelino Pena y Onetti se miraron.

2007

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