SEXTA ENTREGA
Pues bien: el problema de “los límites” en materia de educación de niños y de jóvenes de ambos sexos se reduce, en la perspectiva que venimos diseñando, a lograr enseñarles a mantenerse airosamente erguidos sobre su cabalgadura, sin caerse hacia la derecha ni hacia la izquierda, a posibilitar que puedan ir aumentando paulatinamente sus derechos en la misma medida en que aumenten progresivamente sus deberes, en ampliar progresivamente sus libertades en la misma medida en que aumentan progresivamente sus responsabilidades.
Pues bien: el problema de “los límites” en materia de educación de niños y de jóvenes de ambos sexos se reduce, en la perspectiva que venimos diseñando, a lograr enseñarles a mantenerse airosamente erguidos sobre su cabalgadura, sin caerse hacia la derecha ni hacia la izquierda, a posibilitar que puedan ir aumentando paulatinamente sus derechos en la misma medida en que aumenten progresivamente sus deberes, en ampliar progresivamente sus libertades en la misma medida en que aumentan progresivamente sus responsabilidades.
Pero, ¿quién le pone el cascabel al gato? ¿Quién se anima a exigirles a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes deberes y responsabilidades? ¿Quién se anima a ejercer autoridad a riesgo de parecer autoritario? ¿Quién está dispuesto a jugar el rol del villano de la película?
Sin embargo, nosotros tenemos la convicción, confirmada por los testimonios de una larga experiencia, de que los niños y las niñas, de que los adolescentes y los jóvenes, aceptan con total naturalidad todo tipo de límites cuando se plantean inteligente y oportunamente, cuando no son arbitrarios y cuando su aplicación no deja lugar a dudas.
En cambio, los límites caprichosos, o que son afirmados tímidamente, con titubeos e inseguridades, o que son exigidos por unos adultos y desautorizados por otros, dan pie a todo tipo de maniobra infantil y juvenil, a las clásicas pulseadas de poder, a la mala fe y a las trampas recíprocas.
¿A qué edad se impone que empecemos a condicionar en los niños el uso de sus derechos al cumplimiento de sus deberes?
Hay padres y educadores que se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena; que se despiertan a la evidencia de que los muchachos y las muchachas deberían cumplir ciertos “deberes elementales” cuando cumplen 13, 14, 15 años. Cuando, por ejemplo,
• Pretenden ir a bailar y volver al día siguiente.
• Cuando vuelven borrachos de “curtir” la noche en boliches y discotecas.
• Cuando cierto tipo de noviazgo o de amistad amenazan con un embarazo precoz o con el contagio de una E.T.S.
• Cuando ciertas juntas hacen temer el comienzo de la adicción a drogas.
La pregunta que se impone es obvia: ¿qué hemos hecho hasta ahora? ¿Qué hemos hecho para irlos preparando para que, ahora y de golpe, asuman responsabilidades? ¿Es que a los 13, a los 14, a los 15 años se van a volver responsables por decreto? ¿Es que el momento para aprender a nadar es cuando uno se cae al agua?
Lo único cierto es que la ESTATUA DE LA LIBERTAD RESPONSABLE, que Franlk les sugería construir a los norteamericanos se empieza a construir en los niños y en las niñas desde que nacen.
Cosa que, por otra parte, nunca fue un misterio. En efecto, todos los padres y madres y todos los educadores coinciden en que, si no antes, este proceso comienza seguramente y sin lugar a dudas cuando el niño o niña comienza a controlar sus esfínteres. Cuando ya los adultos pueden dejar de controlar la situación mediante el uso de pañales, porque el niño o la niña han aprendido a autocontrolarse.
Éste y no otro es el prosaico primer paso decisivo de la heteronomía educativa (gobierno por parte de los adultos) a la autonomía infantil (gobierno de los niños y las niñas por sí mismos).
Lo malo es y será siempre apurarse a sacarle al muchacho o a la chica los pañales antes de que hayan aprendido a limpiarse la cola. O, por el contrario, seguir limpiándosela cuando ya tienen veinte años.
La fórmula que nos aporta Federico Nietzsche en su “Así hablaba Zaratustra” no por breve es menos elocuente:
“EL QUE NO SABE OBEDECERSE, DEBE OBEDECER”
Pero también la “obediencia a sí mismo”, como tantas otras cosas, es inseparable de un buen entrenamiento. Y, aunque le cueste aceptarlo a los empecinados partidarios del horizontalismo pedagógico, los adultos responsables seguiremos siendo los únicos entrenadores válidos. Seguramente que no simplemente en nuestra condición de “adultos”, sino, justamente, en nuestra calidad de adultos responsables.
(continúa próximo miércoles)
1 comentario:
y quie se hace con los limites a imponer a los niños mas pequeños?, a aquellos que estan en las edad de 1 a 11?
Publicar un comentario