36 EL VELORIO / EL BESO
Isabelino Pena, Onetti y Ana María Malabia llegaron a Enduro a las once de la noche. El boliche queda en la esquina de la fábrica, y Díaz Grey se compromete a volver mañana para llevarnos al entierro.
-¿Perotti o Bergner? -señaló un Impala Mariposa que estaba estacionado al lado de una jardinera que jedía a vulva el detective, con cara de apostador.
-El único que sabe manejar borracho es Superman -no duda un segundo el médico, y al entrar encontramos a Marcos timbeando con doña Glyde.
-Es la primera vez en mi vida que me dan asco los jazmines -pidió una caña doble on the rocks el hombre-caballo y pareció contar las mesas que rodeaban el cajoncito lleno de floreros y velas donde resplandecía la soledad de Higinia: -Esto es la indignidad organizada.
Algún paisano come cazuela de pescado pero yo prefiero ayunar a mate, y justo cuando estoy pensando la falta que me hace la pistola que me robó el Rufián entra un guitarrista estilo Chalchaleros y Marcos y Barreiro aplauden pero Juan bufa:
-No.
-Es un primo del Hugo que siempre canta en la doma -chupa la moña del costurero la niña-mujer: -Grabó discos y todo.
-Pero aquí no hay doma, nena -se paró Onetti y avanzó torcidamente hacia la mesa donde el trovero engolillado y embombachado ya empezaba a afinar y brindaba por la muerta.
Entonces no tengo más remedio que adelantarme por el otro lado del cajón que ya huele a gato aplastado en la ruta y le hago una seña a Marcos:
-Ahora no, por favor.
-¿Ahora no qué? -le fluorecieron las rajas de azufre a doña Glyde.
-Es un velorio, hermano -ignoro a la mujer-acordeón y el grandote recién me reconoce y me ofrece un colmillo de pituco.
-Acá no canta nadie -ladró Onetti entreparándose para hacer viborear el encendedor en pose jolivudense.
Al cantor le faltan dientes y deja de afinar con una risa helada que obliga a Superman Bergner a pararse encinchándose la barriga de whisky:
-¿Quién dice que no se canta?
-Lo dice el que te puede romper la cara igual que Firpo a Dempsey, animal. Aunque volar por la ventana te va a costar un poco.
Y antes de que el dueño del boliche llegara a separarlos apareció Ana María con un jazmín recién sacado de un florero y ordenó:
-Esta ramita te sirve, uruguayo.
Pero Juan no lo agarra y de golpe se encorva sobre las facciones moradas y ni siquiera entuladas de Higinia y le clava la trompa en la frente hasta que la ondulación de las velas hace rebrillar a la cadáver como si estuviera vestida de novia.
-Ahora vos -rizó apenas el labio la infanta en dirección a Isabelino Pena: -Hablá ahora.
Y me viene un bruto vértigo y no tengo otra manera de hacer tiempo que relojear a los cincuenta o sesenta sanmarianos que están parados reverenciando a la piedad desnuda hasta que toso:
-Está escrito: Un segundo de puro amor te vuelve todo amor. No hay nadie que no se busque un segundo de puro amor en el fondo del alma y no encuentre la verdad verdadera. Nadie. Y la verdad verdadera es que estamos bien hechos. Y los gusanos también: no saben comer almas.
Entonces Marcos Bergner se puso a llorar y le pagó al cantor y chuequeó hacia el viento azul perforado por los perros y el colachata desapareció corcoveando. Y cuando me siento frente al costurero de Ana María Malabia doy vuelta el mate y pienso:
-Hay que acordarse de que Mingo perdió una linterna adentro de una mariposa y tratar de entender, carajo.
-Mirá -le acarició una mano al hombre-caballo la niña-mujer ya dulcemente triste. -Hola, Félix.
Juan demora en observar a la cría sobreviviente porque le está pidiendo a Barreiro que le sirva otra copa y yo sonrío:
-Hola, gato.
Félix terminó de abrir su honda mirada persa hacia Isabelino Pena. Y siento que me ordena:
-Ahora hay que desenterrar al Espíritu Santo.
37 B.B. / MARLOWE
Isabelino Pena y Díaz Grey volvieron del cementerio a las nueve de la mañana y encontraron un Impala Mariposa estacionado frente al Berna.
-¿Perotti o Bergner? -finge divertirse el doctor pero yo me bajo del Fregate sin arriesgar y me vuelve a hacer falta el revólver robado por el aprendiz de mujeriego.
El detective subió a la pensión bostezando descuajeringadamente y apenas entró a su cuarto quedó cegado por un linternazo que venía desde su cama:
-Buenos días, peluche. ¿Te lavaste la camisa?
La B.B. de Villa Petrus.
-¿Cómo entraste?
-Yo entro donde quiero, papito.
-Y yo nunca te pedí que me tutearas.
-Pero me diste un beso en la mano con más hambre que cualquiera.
-Perdón, tengo que ir al baño.
-Quieto. Te estoy cazando como una liebre a la encandilada. Tito siempre lleva la chumbera en el auto.
-Entonces voy a sentarme porque si no me caigo de cansado.
-Bueno, pero no te hagas arriba -carcajeó la rubia: -¿Vos sabías que me llamo Brigitte Bardot Perotti?
No se puede creer.
-¿Puedo tomar un mate, aunque sea?
-Noooo. Vamos a jugar a la linterna mágica -bajó la luz y se arrancó la sábana que la ceñía hasta los sobacos la muchacha muy perfumada. -Esto lo enloquece a Jorge: buscar aujeritos. Aunque es mejor con copas. ¿Te gusto así?
-En la Colonia Piamontesa me gustaste más que la Brigitte.
-Baboso y mentiroso. ¿Y si te dieran a elegir entre mi ahijada y yo?
-En qué sentido.
-En todos. ¿Soy más linda que ella o no?
Ahora empiezo a distinguirla mejor y siento que los que me miran el corazón son los pezones increíblemente indefensos:
-No jodas más, mijita. ¿Qué querés?
-Que no sigas jodiendo con el chivo y el vestido de comunión de la guacha. Déjenla en paz, babosos.
-Me contrató tu novio.
-Ahora yo te contrato pagándote en especie. Y sé bien que se te para. Los que largan la copa viven en carpa, pibe.
-Es verdad -mostró un orgullo de dientes el viejo: -Pero a mí ya no se me para por cualquier cosa.
-¿Ah no? Abrí bien las piernas -me enfoca la bragueta y empieza a masturbarse igual que cualquier best-seller mimado por el establishment: con puro in-genio.
-Te dije que ya se calmó, mijita. Tengo paz.
-No me digas mijita. Entonces vení a tocarme. Toda. Ahora me mojé.
-Ni muerto, rubia.
-Entonces te mato, puto.
-Acá la única puta sos vos. Y matame tranquila, porque ya estoy enamorado de todos los dolores del mundo. Forever.
-¿Por qué les gusta tanto decir bobadas? -se sentó en la cama para apuntar a Isabelino Pena con la linterna y la chumbera la Miss Calienta Hombres de Villa Petrus: -Chau, boludo. Nunca van a entendernos.
Y lo único que puedo hacer es taparme la cara acordándome de Only you y después que suenan los gatillazos y sigo respirando ella chilla con una histeria peor que la de su hermano:
-Bingo. ¿Viste qué lindos que son tus chistes, payaso? Y vos todavía te pusiste más pálido que los pobres bolches.
-Bárbaro. Ahora andate rápido porque me quedan menos de tres horas para dormir.
-Mirá: ahora gritás y todo.
-Y soy capaz de agarrarte a patadas en el pandeiro, también. Porque santo es nada más que el Señor.
Y después que B.B. Perotti se puso el bikini y salió corriendo descalza el detective destendió la cama a manotazo limpio y cuando volvió a alisar la blancura murmuró:
-Viejo Marlowe.
38 EL PERFUME / MEDALLAS Y COBARDES
Isabelino Pena se despertó chorreando un sudor verdoso y enseguida empezaron a sonar las campanas de las doce. Acabo de soñar con truenos que caían desde los ojos de un chivo mientras una mujer que a veces era mi madre y otras veces mi esposa enterraba un traje de comunión antes de suicidarse.
-Servicio de chofer -golpeó Jorge Malabia y el detective se agarró la cabecita costrosa y carraspeó cloacalmente.
-¿No podrías esperarme en el jeep? -siento que ahora me falta el jazmín de la Virgen y me sobra el perfume de Brigitte Bardot Perotti.
Isabelino Pena demoró diez minutos en bajar a la plaza con un paraguas minusválido y empezó a tomar mate en el jeep, hasta que una salva de estornudos lo hizo tirarse yerba en la bragueta.
-Eso huele a mujer -descubro una linterna que conozco demasiado bien en la guantera.
-Pero es mía. Mi novia la encontró al otro día del papelón. A ella le gusta despertarme como si cazara liebres a la encandilada. Despertarme y otras cosas. Y recién acaba de aparecer en el yate con el traje de comunión que tenía guardado junto con el de quince: se lo quiere regalar a Anita.
-Una madrina misericordiosa -sonrió el detective.
Ahora llueve que da miedo y el amontonamiento de corolas podridas es más asqueante que el de los pescados en Enduro y escarbo:
-¿De quién es el Impala? ¿De Tito o de tu novia?
-Ella lo usa mucho.
-Perdón: ¿no me podrías cruzar hasta el consultorio de Díaz Grey? No aguanto más sin música.
-Debe estar por venir a almorzar al Berna.
El jeep estacionó frente al caserón crema justo cuando el médico abría el paraguas en el zaguán y el detective tuvo que rechazar dos veces la invitación para comer lasaña hasta que confesó:
-Los casos se resuelven esperando que se abra el cielo, doctor. Lo que precisaría es escuchar los cuartetos del Sordo.
-¿Y cómo le cae la trucha en lugar de la lasaña?
-Uh: ¿la Trout también?
Jorge arranca despidiéndose apenas con un bocinazo y el hombre bueno por nada me lleva hasta su paradisíaca celda de insomne y señala la lluvia:
-Abajo hay un almacén que tiene de todo. Puede pedir fiado a mi nombre. Yo tengo que visitar a unos pacientes en la Coloniza Suiza y vuelvo después de tomar el five o’clock tea en Puerto Astillero.
-Gracias. ¿Sabe que en este momento necesito la misma fe que tuvo usted para curar al turco que destrozó Jacob Van Oppen? Dicen que fue un milagro.
-Hay que hacer lo que hay que hacer. Y dejar que la desgracia se entere de que es inútil, se desprenda y caiga. Bueno, siéntase en su casa. Y le recomiendo especialmente la humildísima 29 de Wolfgang Amadeus. Allí aparece equilibrada la tensión entre lo posible y lo imposible que la mayoría de los intelectuales con medallas ni siquiera concibe y los cobardes odian por unanimidad.
Isabelino Pena escuchó el Razumosvky y el 127 y bajó a comprar una morcilla salada, un tomate y un morrón rojo.
Y después de euforizarme las entretelas con cada colorcito pongo la Trout y empiezo a sacar apuntes, igual que cuando diseño el mapa de un capítulo.
-Tenés trabajo, Watson -llamó por teléfono el detective a Jorge Malabia después que terminó Schubert: -Hay que organizar una especie de festejo patriótico para que tu novia le entregue el vestido de comunión a Anita en tu casa, mañana a mediodía. Una chorizada de reconciliación. Invitá a todo el que se te ocurra menos a Linacero y a doña Glyde, que es capaz hasta de armar timba: policías y sindicalistas, familiares y vecinos piamonteses y pitucada etílica y gobernador y señora y prensa oral y escrita. Yo le aviso a Díaz Grey. Ahora tengo que escuchar la 29 de Mozart.
-¿Caso resuelto?
-Al cielo hay que esperarlo. Y no te olvides que las milicias de la evolución pueden rendirse pero no darse por vencidas, botija. Hasta Rimbaud terminó por entender que la vida está bien hecha.
Y cuando bajo a comprar un helado y un quilo de uvas moscatel la plaza me recibe con un bruto arcoiris.
39 NUESTRA SEÑORA / LA SAL
Isabelino Pena le pidió a Jorge Malabia que lo dejara preparar los chorizos y armó el tocadiscos de Díaz Grey en la mesada del parrillero. No hay nada como un asado tempranero entre palomas, y sobre todo contemplando la llama de la unidad con el segundo concierto para violín de Bach: No fim tudo dá certo.
-Faulkner acaba de confirmarme que la loca no viene -empezó a rellenar los panes y a ponerlos en bandejas Blue Eyes: -Al pastor no pude ni localizarlo y Favieri inventó un resfrío.
Mingo todavía barre el pasto que cortó toda la mañana mientras la policía y los sindicalistas y la pitucada se ignoran sonrientemente en mesas-caballetes colocadas abajo de los palteros, hasta que la B.B. llega anunciando al gobernador y a la primera dama de Santa María.
-Pero qué edad tiene -frunció la miopía el detective hacia la mujer-muchacha que traía a Anita de la mano.
-Ya pasó los treinta y cinco. Aunque está igual que cuando desfilaba con la Acción Cooperadora del colegio para echar a Larsen.
La que llaman Nuestra Señora es apenas una cabeza más alta que la infanta del chivo, y la leucemia le acentúa el hervor botticelliano de la melena combada en alones: casi no tiene cuerpo, pero el cuarzo que reina sobre las perfectas facciones despintadas es más hondo que el sol.
-Postergá un momento los discursos y la entrega del vestido -se lavó las manos en la pileta del parrillero y se rearmó el jopo Isabelino Pena: -Tengo que hablar con ella.
Y antes de que se siente en la mesa del Rufián me hinco reverenciándola y no hay una sola burla que me ensucie la súplica:
-Soy un pobre forastero, señora. Pero propongo que cavemos una fosa para enterrar simbólicamente nuestra miseria de amor. Allí: donde ni siquiera pudieron descansar los huesos de un cabrón.
Entonces la primera dama levantó una sonrisa violeta y nublada hacia su esposo y murmuró:
-No está mal.
Durante unos segundos se escucha nada más que el pajarerío y después que Tito va a buscar el pico y la pala a la perrera de Mingo y vuelve remangándose siento moverse hasta las muletas del sub-comisario y contemplo a Ana María como si le dijera:
-Vos también vení, mijita. Aunque no tengas odio.
El rectángulo de tierra arenosa y todavía muy húmeda fue abierto por turno y con un falso entusiasmo ceremonial, y hasta el gobernador y Díaz Grey clavaron su fierrazo. Lázaro y los maricas lorquianos se pasan el pico chorreando una babosidad negociadora, y Tito y Marcos palean cada vez más hundidos hasta que el grandote me gargajea en los pies:
-¿Ya está, jefe?
-La tumba que hizo Jorge era el doble de honda -señaló el viejo a Blue Eyes, que fumaba con cara de no entender a nadie en el planeta.
Ahora las mujeres y los notables nos junan incrustados en el nácar rabioso del mediodía con viento norte, y siento que los pezones de B.B. son dos corazones negros.
-Coño -jadeó Lázaro frente a un rebrillo que asomó de golpe entre el jugo terrestre, y el detective frenó a los excavadores con un alarido y saltó a limpiar el lomo del traje de comunión de Ana María Malabia.
-Hola, Lux -palpo la respiración del chivo confirmando que no se animaron a degollarlo y que por un misterio más inexplicable que la vida misma le armaron una especie de escafandra con los tules.
Después Isabelino Pena le abrió la mirada sobrehumana al animalito y los hombres enchastrados ayudaron a subirlo hacia el griterío de la tribu que ahora incluía a Mingo.
-Está intacto -lo revisa Díaz Grey: -Aunque hay que hidratarlo rápido.
-Te dije que tenía puesto mi vestido -le soltó la mano la chiquilina a la primera dama y corrió a buscar sal.
-¿Lo sabías desde anoche? -me lleva aparte Jorge pero yo ni le contesto porque acabo de entender que la colegiala eterna y cancerosa que llaman Nuestra Señora es la personificación de mi muerte y que algo bueno habré hecho para que me la muestren resplandeciendo tanto.
-Bueno, mejor que recalienten los chorizos -le gritó Marcos a Tito: -Porque de aquí no se va nadie hasta que no sepamos quién mató al rengo. ¿Verdad, sub-comisario?
40 LOS IMPALAS / LA BODA
Isabelino Pena se acercó a Rufianeli taconeando como un macaquito de comic y sonrió fluvialmente:
-La paz con usted, jefe. ¿Me deja darle media vuelta de tuerca a este lío?
-La única forma de hacerlo callar sería matarlo y todavía no me ascendieron a dictador -se le rinde la soberbia sebosa al hombre-aperiá y nos reímos un poco.
-Acabamos de recuperar el tesoro de un pueblo por pura fe -le habló directamente el detective a la primera dama, que parecía flotar entre los medallones broncíneos filtrados por los palteros sobre el amontonamiento de la tribu: -Y lo único que nunca se podrá saber con certeza positivista es si Lux es Jerónimo resucitado y desenterrado por el Huguito o es un chivo cualquiera. Lo demás queda claro: el domingo comprobamos que el pozo estaba vacío y Jorge lo volvió a ver tapado al otro día. Quiere decir que el animal y el vestido fueron robados y enterrados esa madrugada. Pero el pozo ya había sido tapado por Mingo y Marcos Bergner, que aprovechó para no emborracharse solo y además se liberó de la supernecesidad física de matarse o matar. ¿O no?
-Es correcto -se le hinchan casi con dulzura las córneas al grandote: -Aunque después ya ni me acuerdo ni a quién me llevé al Puente.
-Pero Mingo se acuerda que perdió la linterna del patrón en un Impala Mariposa. Y la linterna apareció ayer en el jeep de Blue Eyes.
Brigitte Bardot Perotti se tapó la blusa que usaba sin sutien con su ya remoto y almidonadísimo uniforme de pureza y le sonrió a su hermano.
-Pero los únicos que pudieron robar el traje y el chivo y degollar al Hugo fueron los bolches -empieza a devorar un chorizo helado Tito y Lázaro se acomoda las barrigas con mansedumbre de mártir.
-A los pacifistas del Partido les enseñan a masturbarse con símbolos religiosos y masónicos en escuelas nocturnas que dan diplomas y premios de emulación y todo -se le aperversó un sarro infantiloide al detective: -Para manosearnos mejor. Y terminan atornillándose a los escaños del cirquete burgués y hasta lustrándole las botas a las mediocres democracias laicas. Pero ellos jamás hubieran sepultado a Lux como Jorge Malabia sepultó a Jerónimo porque no creen que es santo. Y vos sí, Tito.
Entonces el gordo con facciones de B.B. hinchada y afeitada termina de tragar un bolo color pus y carcajea:
-Es verdad. Yo nunca pude dejar de creerle al rengo. Pero hablá en serio, Rooney.
-Los bufones como Rooney jamás hablan en serio, pero yo quiero agradecerte que hayas tenido fe. Porque después que el Hugo no te dejó robar el trajecito sagrado y tuviste que matarlo enterraste vivo a Lux pero le fabricaste un repollo respiratorio a ver si alguien lo salvaba. Y Dios quiso que la linterna de Mingo quedara en tu Impala y tu hermana la encontrara allí y la dejara en el jeep y colorín colorado. Todo suyo, sub-comisario.
El arresto y la disolución de la tribu fueron tranquilos, y Jorge se llevó a Anita y Díaz Grey se ofreció a alcanzar al detective. Y cuando reverencio por última vez a la personificación de mi muerte que llaman Nuestra Señora ella relojea a la infanta y a la B.B. y me roza apenas con un beso mudo, aunque es como si sentenciara:
-La más linda siempre voy a ser yo.
Isabelino Pena le pidió al doctor que lo dejara en el Montserrat y encontró a Onetti entrajetado en la cama, completamente sobrio.
-Te felicito, elfo -chista después de escuchar the heart of the matter con rumiante fruición: -¿Por qué no te dedicás nada más que a los crímenes y te dejás de escribir chanchadas y de meterte en purgatorios ajenos? ¿Sabés que hace veinticuatro horas que estoy esperando a la Inmaculada sin dormir ni chupar? Y el jazmín no se pudrió.
-Qué hermoso.
-Pero en la resurrección de Jerónimo no creo ni engualichado. Así que no vayas a inventar teorías de conversión como la hermana de Rimbaud. Esa chica era incestuosa.
-Ahora el que te ponés junguiano sos vos.
-Mirá, dejame en paz de una vez. Yo te perdono todo.
Y en ese momento oyeron abrirse la puerta del living mientras Jorge Malabia gritaba:
-Vuelvo a buscarla más tarde.
Y entonces aparece Ana María alquimizada por los tules barrosos que todavía huelen a chivo y se tira en la cama y anuncia dándole la mano al maestro de los tristes:
-Ahora puedo casarme contigo, Linacero.
Isabelino Pena y Onetti se miraron.
2007
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