(DECIMOCTAVA ENTREGA)
34 EL ASTILLERO / EL PIÑAZO
Isabelino Pena corrió agachado por atrás de un maizal siguiendo al chiquilín y encontró a Jorge Malabia esperándolo en el sucucho del cobertizo que usaba Kunz para diseñar las perforadoras. Y en ese momento empiezan a oírse tiros y cuando nos asomamos a la huerta vemos a Superman Bergner y al gordo Perotti espantando a los sindicalistas como si fueran gallinas.
-Están dispagando al aige -se ajustó el barbijo eufóricamente Tato.
-La estupidez sanmariana no tiene perdón. Chau asado -se sacude un rulo rubio igual que si cabeceara una pelota en el área Blue Eyes.
-El asado es allá -le señaló la humareda que derramaba desde el primer piso del astillero hacia el río purpúreo el detective: -Vos nos guiás, Kemo Sabay.
El chiquilín nos hace ganar tiempo eludiendo la casilla por un trillo lleno de cangrejos y al llegar a la gigantesca ruina ya transparente distinguimos la luz de un patrullero guiñando en la entrada y carajeo:
-El Rufián ya sabía todo.
-Es en la oficina de Petgus -los hizo zigzaguear Tato por una escalera de incendios tan musgosa que parecía alfombrada.
Entonces nos escondemos tapándonos las toses en lo que debe haber sido el cubículo de las telefonistas mientras la walkiria menea un traje escotadísimo y avanza como un Titanic de nácar frente a la fogata.
-Pero dejame de joder, che: Kafka es un poroto al lado de esto -se le aporteñó despectivamente el acento a Jorge Malabia.
-Llegó el invitado, Jose -estornuda aplaudiendo Angélica Inés y se pone a empujar brasas hacia la parrilla de obra vacía y rodeada de candelabros.
-Esta mujeg es más tgiste que Makda -se le incendió de golpe la piedad a la criatura que Larsen no llegó a ver nacer.
-El enano debe andar con muletas -acierta Blue Eyes justo cuando el héroe que no entiende los símbolos entra flanqueado por los guardaespaldas que le arrancaron al perrazo del rabo.
-Lástima que no puede frotarse las manos para festejar -se acarició el jazmín de la solapa Isabelino Pena.
-¿Sabe que yo recé para que adivinara dónde iba a ser la parrillada? -parece seguir buscando la mariposa amarilla la novia de Díaz Grey: -Y papito me oyó. Espero que le gusten los niños envueltos.
-De usted me gusta todo, mein fraülein. Y de eso quería hablarle. Yo sabía que en el asado de la casilla no iba a haber ningún chivo.
-Jose -aulló la mujer: -Vino a hablarme de la sucia. Yo preparo delicias y me hablan de la sucia.
-Tranquila, mein fraülein.
-Y no me siga llamando así porque lo único que usted quiere es cojerme, animal. Todos quieren cojerme.
-Kesús también se fue tgiste -siento que no es el humo lo que le empaña la sobrehumanidad al no-hijo de Kunz: -Hay que gesucitag.
-No se enoje, señora. Todavía no le dije que tengo el cuadro que le pintó Medina para regalarle. Enmarcado. Y dígale a Josefina que no precisa traer a Lux para asarlo porque a mí no me gustan los chivos. Me gustan las walkirias.
-¿Y por qué viene a hablarme del bicho de la putita?
-Porque usted lo mandó matar. Y la chinonga tuvo que degollar al rengo y robar el vestido de comunión para que les echáramos la culpa a los bolches. Me di cuenta enseguida. Pero yo soy de la misma escuela que Medina: primero la belleza y después el deber.
Entonces Josefina entró con la canasta y sacó un gatito despanzurrado y cosido igual que una pamplona para refregárselo en la nariz al sub-comisario:
-Estos eran los niños envueltos, inspector de zócalos. Y chinonga será la perra que te trajo a este infierno.
-Carajo -se ríe Jorge: -Y allá viene subiendo Díaz Grey. ¿Usted cree que Dios castiga sin piedra y sin palo? Bueno, capaz que si nuestro Faulkner escribe esta historieta termina de candidato al Nobel y todo.
-Dios hace hacer, botija -machacó el viejo después que Angélica Inés Petrus derrumbó a Rufianeli con un directo a la mandíbula digno de Archie Moore.
-Mejog que en las películas -se pone a aplaudir Tato.
35 EL TERCER OJO / LA RAMITA
Isabelino Pena esperó que los guardaespaldas se llevaran al sub-comisario despatarrado y cuando se acercó a ofrecerle una mano a Díaz Grey se enteró que Linacero lo precisaba con urgencia.
-Pensé que ya había vuelto al centro, Monsieur Chandler. Lo busqué por todos lados y al final hasta tuve la suerte de ver boxear a mi prometida -fuma con resignación el doctor y le hace señas al quintero de los Petrus para que apague bien la fogata mientras las mujeres bajan festejando el knock-out como hienas: -Hoy pasé por el Montserrat y encontré a Anita Malabia, que había venido caminando desde Enduro. Higinia murió esta mañana.
Entonces el detective le regaló el jazmín de la Virgen a Tato y lo llevó aparte para besarle el tercer ojo:
-Esta flog no se pudge. Gegalásela a tu madge y decile que alcanza con cgeer y que con no cgreeg no alcanza. Kesús es todo o nada.
-Gjacias, Togo -se inunda de PAX-LUX el niño envejecido y le pido a Jorge Malabia que lo acompañe y me pase a buscar a la pensión mañana a mediodía.
Cuando llegaron al Montserrat Díaz Grey prefirió quedarse en el auto y el detective entró sin golpear y encontró a Juan y a Anita sentados en el living: el hombre-caballo se había puesto traje y corbata y fumaba estirando una mano sobre el cráneo decaído de la criatura.
-Levantemos el corazón -murmuro comprendiendo que ella ni siquiera se da cuenta que no llevo el jazmín.
-Cuidado la leche -avisó Ana María torciendo el perfil de camafeo hacia el sonido de un primus.
Entonces Juan suelta el cigarrillo y va casi corriendo a la cocina para volver con una mamadera y ojos de novio dócil.
-Tiens -sonrió Isabelino Pena cuando ella sacó a un gatito dormido de un costurero con moña roja: -El amigo Félix.
-Vamos a tener que llevarlo al velorio -se enronquece autoritariamente la infanta de pezones adultos mientras se moja la mano para probar la temperatura de la leche: -Pero preferiría no tener que darle otra hasta mañana. Ese bar da asco. ¿No podrías aplastar el pucho, uruguayo? Prendé otro si querés, pero el del suelo nos va a hacer atorar a todos. Félix está resfriado.
El hombre-caballo obedeció con una velocidad jadeante y mientras se colgaba otro Benson le explicó al detective:
-A Higinia la están velando en el boliche de Barreiro. Me imagino que te acordás de Barreiro.
-Cómo no.
-El problema es que a la madre del Hugo y a doña Glyde se les ocurrió velarla con el boliche abierto para financiar los gastos del entierro.
-Como a Van Gogh.
-Aguantate. El hermano de Van Gogh le hizo una capilla ardiente con cuadros. Y en esta ciudad maldita ya se corrió el boca a boca y la gente va a caer a timbear como si fuera una kermesse.
-Pero Díaz Grey me dijo que vos me habías mandado llamar con urgencia. Para qué me precisás a mí.
-La que lo precisa es ella, padre Isabelino.
Entonces Ana María le termina de dar la mamadera a Félix y cuando la expectativa ya es insoportable se lo apoya en el hombro y puntualiza:
-Vos te acordás que Eladio le va a sacudir una rama en la frente para que las gotas le formen cristales.
-Sí, mija.
-¿Qué le pasa a este gato que no eructa?
-Golpeale más la espalda -empezó a jugar con la tapa del encendedor sin animarse a prenderlo el hombre alto.
Pero a mí me clava un desconcierto oscuro que parece recordarme:
-Se vuelven personas a los tres años. Hace cinco que ella sabe calcular las maniobras que se necesitan para enamorar y esclavizar a cualquier mono sapiens.
-Ya eructó. A dormir, Félix -cerró el costurero y enfocó su floralidad castaña en el jopo del viejo Ana María Malabia, sin llegar a sonreír: -Lo que quiero es que vos despidas a Higinia igual que al Hugo. Porque en el cementerio hablaste divino.
34 EL ASTILLERO / EL PIÑAZO
Isabelino Pena corrió agachado por atrás de un maizal siguiendo al chiquilín y encontró a Jorge Malabia esperándolo en el sucucho del cobertizo que usaba Kunz para diseñar las perforadoras. Y en ese momento empiezan a oírse tiros y cuando nos asomamos a la huerta vemos a Superman Bergner y al gordo Perotti espantando a los sindicalistas como si fueran gallinas.
-Están dispagando al aige -se ajustó el barbijo eufóricamente Tato.
-La estupidez sanmariana no tiene perdón. Chau asado -se sacude un rulo rubio igual que si cabeceara una pelota en el área Blue Eyes.
-El asado es allá -le señaló la humareda que derramaba desde el primer piso del astillero hacia el río purpúreo el detective: -Vos nos guiás, Kemo Sabay.
El chiquilín nos hace ganar tiempo eludiendo la casilla por un trillo lleno de cangrejos y al llegar a la gigantesca ruina ya transparente distinguimos la luz de un patrullero guiñando en la entrada y carajeo:
-El Rufián ya sabía todo.
-Es en la oficina de Petgus -los hizo zigzaguear Tato por una escalera de incendios tan musgosa que parecía alfombrada.
Entonces nos escondemos tapándonos las toses en lo que debe haber sido el cubículo de las telefonistas mientras la walkiria menea un traje escotadísimo y avanza como un Titanic de nácar frente a la fogata.
-Pero dejame de joder, che: Kafka es un poroto al lado de esto -se le aporteñó despectivamente el acento a Jorge Malabia.
-Llegó el invitado, Jose -estornuda aplaudiendo Angélica Inés y se pone a empujar brasas hacia la parrilla de obra vacía y rodeada de candelabros.
-Esta mujeg es más tgiste que Makda -se le incendió de golpe la piedad a la criatura que Larsen no llegó a ver nacer.
-El enano debe andar con muletas -acierta Blue Eyes justo cuando el héroe que no entiende los símbolos entra flanqueado por los guardaespaldas que le arrancaron al perrazo del rabo.
-Lástima que no puede frotarse las manos para festejar -se acarició el jazmín de la solapa Isabelino Pena.
-¿Sabe que yo recé para que adivinara dónde iba a ser la parrillada? -parece seguir buscando la mariposa amarilla la novia de Díaz Grey: -Y papito me oyó. Espero que le gusten los niños envueltos.
-De usted me gusta todo, mein fraülein. Y de eso quería hablarle. Yo sabía que en el asado de la casilla no iba a haber ningún chivo.
-Jose -aulló la mujer: -Vino a hablarme de la sucia. Yo preparo delicias y me hablan de la sucia.
-Tranquila, mein fraülein.
-Y no me siga llamando así porque lo único que usted quiere es cojerme, animal. Todos quieren cojerme.
-Kesús también se fue tgiste -siento que no es el humo lo que le empaña la sobrehumanidad al no-hijo de Kunz: -Hay que gesucitag.
-No se enoje, señora. Todavía no le dije que tengo el cuadro que le pintó Medina para regalarle. Enmarcado. Y dígale a Josefina que no precisa traer a Lux para asarlo porque a mí no me gustan los chivos. Me gustan las walkirias.
-¿Y por qué viene a hablarme del bicho de la putita?
-Porque usted lo mandó matar. Y la chinonga tuvo que degollar al rengo y robar el vestido de comunión para que les echáramos la culpa a los bolches. Me di cuenta enseguida. Pero yo soy de la misma escuela que Medina: primero la belleza y después el deber.
Entonces Josefina entró con la canasta y sacó un gatito despanzurrado y cosido igual que una pamplona para refregárselo en la nariz al sub-comisario:
-Estos eran los niños envueltos, inspector de zócalos. Y chinonga será la perra que te trajo a este infierno.
-Carajo -se ríe Jorge: -Y allá viene subiendo Díaz Grey. ¿Usted cree que Dios castiga sin piedra y sin palo? Bueno, capaz que si nuestro Faulkner escribe esta historieta termina de candidato al Nobel y todo.
-Dios hace hacer, botija -machacó el viejo después que Angélica Inés Petrus derrumbó a Rufianeli con un directo a la mandíbula digno de Archie Moore.
-Mejog que en las películas -se pone a aplaudir Tato.
35 EL TERCER OJO / LA RAMITA
Isabelino Pena esperó que los guardaespaldas se llevaran al sub-comisario despatarrado y cuando se acercó a ofrecerle una mano a Díaz Grey se enteró que Linacero lo precisaba con urgencia.
-Pensé que ya había vuelto al centro, Monsieur Chandler. Lo busqué por todos lados y al final hasta tuve la suerte de ver boxear a mi prometida -fuma con resignación el doctor y le hace señas al quintero de los Petrus para que apague bien la fogata mientras las mujeres bajan festejando el knock-out como hienas: -Hoy pasé por el Montserrat y encontré a Anita Malabia, que había venido caminando desde Enduro. Higinia murió esta mañana.
Entonces el detective le regaló el jazmín de la Virgen a Tato y lo llevó aparte para besarle el tercer ojo:
-Esta flog no se pudge. Gegalásela a tu madge y decile que alcanza con cgeer y que con no cgreeg no alcanza. Kesús es todo o nada.
-Gjacias, Togo -se inunda de PAX-LUX el niño envejecido y le pido a Jorge Malabia que lo acompañe y me pase a buscar a la pensión mañana a mediodía.
Cuando llegaron al Montserrat Díaz Grey prefirió quedarse en el auto y el detective entró sin golpear y encontró a Juan y a Anita sentados en el living: el hombre-caballo se había puesto traje y corbata y fumaba estirando una mano sobre el cráneo decaído de la criatura.
-Levantemos el corazón -murmuro comprendiendo que ella ni siquiera se da cuenta que no llevo el jazmín.
-Cuidado la leche -avisó Ana María torciendo el perfil de camafeo hacia el sonido de un primus.
Entonces Juan suelta el cigarrillo y va casi corriendo a la cocina para volver con una mamadera y ojos de novio dócil.
-Tiens -sonrió Isabelino Pena cuando ella sacó a un gatito dormido de un costurero con moña roja: -El amigo Félix.
-Vamos a tener que llevarlo al velorio -se enronquece autoritariamente la infanta de pezones adultos mientras se moja la mano para probar la temperatura de la leche: -Pero preferiría no tener que darle otra hasta mañana. Ese bar da asco. ¿No podrías aplastar el pucho, uruguayo? Prendé otro si querés, pero el del suelo nos va a hacer atorar a todos. Félix está resfriado.
El hombre-caballo obedeció con una velocidad jadeante y mientras se colgaba otro Benson le explicó al detective:
-A Higinia la están velando en el boliche de Barreiro. Me imagino que te acordás de Barreiro.
-Cómo no.
-El problema es que a la madre del Hugo y a doña Glyde se les ocurrió velarla con el boliche abierto para financiar los gastos del entierro.
-Como a Van Gogh.
-Aguantate. El hermano de Van Gogh le hizo una capilla ardiente con cuadros. Y en esta ciudad maldita ya se corrió el boca a boca y la gente va a caer a timbear como si fuera una kermesse.
-Pero Díaz Grey me dijo que vos me habías mandado llamar con urgencia. Para qué me precisás a mí.
-La que lo precisa es ella, padre Isabelino.
Entonces Ana María le termina de dar la mamadera a Félix y cuando la expectativa ya es insoportable se lo apoya en el hombro y puntualiza:
-Vos te acordás que Eladio le va a sacudir una rama en la frente para que las gotas le formen cristales.
-Sí, mija.
-¿Qué le pasa a este gato que no eructa?
-Golpeale más la espalda -empezó a jugar con la tapa del encendedor sin animarse a prenderlo el hombre alto.
Pero a mí me clava un desconcierto oscuro que parece recordarme:
-Se vuelven personas a los tres años. Hace cinco que ella sabe calcular las maniobras que se necesitan para enamorar y esclavizar a cualquier mono sapiens.
-Ya eructó. A dormir, Félix -cerró el costurero y enfocó su floralidad castaña en el jopo del viejo Ana María Malabia, sin llegar a sonreír: -Lo que quiero es que vos despidas a Higinia igual que al Hugo. Porque en el cementerio hablaste divino.
(continúa próximo viernes)
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