QUINTA ENTREGA
Hasta ahora nos hemos empecinado en reclamar “responsabilidad” a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes.
Hasta ahora nos hemos empecinado en reclamar “responsabilidad” a los niños, a los adolescentes, a los jóvenes.
Pero, ¿qué pasa con nosotros? ¿Qué pasa con nuestra responsabilidad?
En efecto: un trabajo cierto de orientación y de re-orientación educativa de los niños, los adolescentes y los jóvenes sólo lo pueden emprender quienes estén ya efectivamente orientados.
Y es aquí que surge la dificultad. Porque, ¿sabemos efectivamente, los mayores, lo que queremos? ¿Sabemos convencidamente, “HACIA DÓNDE QUEREMOS IR”?
O, dicho en forma bien directa: ¿disponemos los mayores de un definido sistema de valores, de una definida brújula que nos sirva de guía en nuestro hacer educativo?
¿O también nosotros, los adultos, nos hemos dejado seducir por las edulcoradas promesas de una felicidad “instantánea”, pre-cocinada, que podamos comprar a precio de liquidación, en cómodas cuotas y con tarjeta de crédito?
Quizá podamos empezar a entender lo que nos está pasando y cómo poder salir del atolladero, si tomamos conciencia de que nuestro pecado capital, en materia educativa, ha sido y sigue siendo un pecado de comodidad, un pecado de facilidad. De comodidad intelectual y de facilismo práctico.
En efecto, resulta mucho más cómodo, mucho más fácil, instalarnos dogmática y tozudamente en uno de los extremismos educativos, en una de las posiciones extremas del péndulo, que seguir sus movimientos dialécticos y decidir, vez por vez, qué tenemos que pensar y qué tenemos que hacer.
Afiliarnos a un dogmatismo extremo cualquiera simplifica todo y nos promete resolver automáticamente todos los problemas. Es decir, quienes se instalan en un extremismo cualquiera se liberan, sin demasiado esfuerzo, de tener que seguir pensando y tener que seguir decidiendo.
De ahí la seducción casi morbosa que ejercen todos los radicalismos políticos, religiosos, raciales, artísticos, deportivos. Y de ahí el carácter irracional y el fanatismo de las afiliaciones que promueven.
Ahora bien: si el pecado pareciera estar en la adhesión y en la afiliación a posiciones extremas, a más de uno de nosotros se nos podría ocurrir que la mejor alternativa, la alternativa ideal, sería lograr que el péndulo se detuviera en una posición intermedia, se aquietara en el punto medio, en lo que los latinos llamaban “áurea mediocritas”, mediocridad dorada.
Pues bien: en realidad, el pecado no está sólo en los extremos, como la virtud no está en el medio.
El pecado está en creer que podemos detener el tic tac del reloj, instalándonos en la inmovilidad de los extremos radicales o en la inmovilidad de la equidistancia no comprometida.
El pecado está en creer que podemos detener el tic tac del reloj, instalándonos en la inmovilidad de los extremos radicales o en la inmovilidad de la equidistancia no comprometida.
Además no existe ninguna posibilidad de encontrar un cómodo “justo medio” entre el autoritarismo prepotente y el permisivismo cómplice, entre el verticalismo pedagógico radical y el igualmente radical horizontalismo educativo.
Es a este respecto que queremos proponer hablar de “oblicuismo flexible y variable”, dependiendo la mayor verticalidad o la mayor horizontalidad educativa de cada situación concreta, de cada persona, de cada grupo, de cada circunstancia, de cada momento.
Es también en este sentido que postulamos que ningún educador auténtico y creativo puede hurtarse a la responsabilidad de determinar y de corregir la oblicuidad de su hacer pedagógico continuamente y tanta veces como resulte necesario.
Un ejemplo concreto puede ilustrar lo que queremos decir. En el mundo en que vivimos, dominado por la violencia creciente, por el individualismo y la competitividad cada vez más salvajes resuena, continuamente, en todos los ámbitos, el reclamo de que sean respetados LOS DERECHOS HUMANOS. Y ya no sólo los clásicos “Derechos del Hombre”, sino también, los muchos más concretos derechos humanos de los niños, de los jóvenes, de las mujeres, de los discapacitados.
Es decir: los derechos de todos aquellos a quienes su debilidad o su vulnerabilidad los convierte en probables víctimas del uso o del abuso de los siempre alertas “golosos de poder”.
Todos nos indignamos y todos nos adherimos entusiastamente a su reivindicación. Pero esta unanimidad no nos debe ocultar un hecho también asombrosamente unánime y que todos nos hemos dado maña para ignorar o para desatender sistemáticamente:
En efecto, ¿Alguno de ustedes ha oído hablar alguna vez de “Deberes Huma-nos”? ¿Alguno de ustedes ha escuchado reivindicar no sólo “Libertades” y “Derechos”, sino, también “Responsabilidades” y “Obligaciones”? ¿Han visto alguna vez enarboladas por las calles pancartas de ciudadanos, de obreros, de estudiantes, de mujeres reclamando, airadamente, “DEBERES”, “RESPONSABILIDADES” y “OBLIGACIO-NES”?
Lamentablemente, los únicos que no dejan de reclamar histéricamente que se cumplan deberes, responsabilidades y obligaciones son las más retardatarias corrientes represivas de cada sociedad.
Las fuerzas progresistas, por el contrario, consideran cumplida su misión (y se sientan a disfrutar de un merecido descanso) si han reivindicado y luchado denodadamente por los “derechos” y por las “libertades”.
Como lo decía gráficamente Wilhem Reich, la Humanidad ha vivido dando pasos, costosísimos en sufrimientos y en vidas humanas, alternativamente, hacia la derecha o hacia la izquierda. Lo que parece que le cuesta dar y no logra dar son pasos hacia adelante. O, en palabras de Vaz Ferreira, la historia de la Humanidad parece la historia de un borracho a caballo que, cada vez que se logra enderezarlo de un lado, es para que se caiga para el otro.
(continúa próximo miércoles)
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