TERCERA ENTREGA
Frente a ello, hay otra reacción que también se está universalizando: la sensación de total impotencia para revertir este proceso, el fatalismo, la resignación de los brazos caídos.
Ante ellos es que cabe que nos preguntemos: efectivamente, ¿este problema no tiene solución?; ¿no existe ninguna tercera alternativa ante el absurdo dilema entre autoritarismo despótico y liberalismo permisivo?; ¿entre verticalismo y horizontalismo pedagógicos?
Decía Carlos Vaz Ferreira que “no existen problemas insolubles, sino problemas mal planteados y mal enfrentados”.
Nosotros estamos convencidos de que éste es, justamente, uno de esos problemas que parecen insolubles porque están mal planteados y mal enfrentados.
Tomar conciencia de ello, superando la resignación o la comodidad fatalista, será el primer paso a dar en el camino de las soluciones realistamente posibles.
Y no bien demos el primer paso, reaparecerán la fe y la confianza perdidas. Y con ellas reaparecerá la convicción de que la democracia familiar es posible. Posible y cierta siempre que aceptemos que no se nos dará de regalo, sino que tendremos que conquistarla, no dejando de hacer, sino aprendiendo a hacer de otra manera.
Para andar este camino nos podría servir de brújula orientadora la que Martín Buber consideraba la "regla de oro" que hacía posible la vida comunitaria:
"NUNCA MAS AUTORIDAD DE LA NECESARIA;
NUNCA MENOS LIBERTAD DE LA POSIBLE".
Pues bien: el problema de qué límites tendrían que poner los adultos (padres y educadores) a los niños, adolescentes y jóvenes de ambos sexos y cómo tendrían que hacerlo se ha convertido en la característica más conflictiva de la llamada "brecha generacional". Incluso no faltan quienes reaccionariamente reclaman el retorno al viejo autoritarismo y quienes, por el contrario, piensan que lo mejor sería no poner ningún límite. Esto, por otra parte, es lo que, de facto, está ocurriendo en la mayor parte de los casos.
NUNCA MENOS LIBERTAD DE LA POSIBLE".
Pues bien: el problema de qué límites tendrían que poner los adultos (padres y educadores) a los niños, adolescentes y jóvenes de ambos sexos y cómo tendrían que hacerlo se ha convertido en la característica más conflictiva de la llamada "brecha generacional". Incluso no faltan quienes reaccionariamente reclaman el retorno al viejo autoritarismo y quienes, por el contrario, piensan que lo mejor sería no poner ningún límite. Esto, por otra parte, es lo que, de facto, está ocurriendo en la mayor parte de los casos.
Una de la dificultades con que tropiezan los intentos de hacer un análisis crítico de esta situación la constituye el hecho, bastante extraño, de que la brecha generacional ha sido y sigue siendo estudiada, en forma sistemática, desde una sola de sus vertientes: desde la que corresponde a lo que esta pasando con los niños y con los adolescentes.
En cambio, y aunque es evidente que la brecha generacional tiene dos lados, nadie estudia ni nadie enfrenta la problemática correspondiente desde la otra vertiente, desde la vertiente de qué está pasando con los adultos, de qué esta pasando con nosotros, con los padres, con las madres y con los educadores de esos niños y de esos adolescentes.
¿No es cierto que podría resultar muy interesante (aunque quizá también muy inquietante) empezar a preguntarnos sobre qué grado de protagonismo podemos estar teniendo los adultos, los padres y las madres, en este ahondamiento de la brecha generacional?
Profundizar en el significado de esta pregunta constituye el principal objetivo de estas reflexiones.
(continúa próximo miércoles)
1 comentario:
f? perdón, x?
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