DÉCIMA ENTREGA
CAPÍTULO II: LA AVENTURA DE LA GLOBALIZACIÓN (IV)
¿Cuáles son los adversarios que la conciencia de los católicos percibe como peligrosos en aquellos años?
Los dos enemigos espirituales e ideológicos más temidos son el protestantismo y el comunismo (31). Pero también la preocupación por lo social se percibe como creciente (32).
Hemos hablado de que la Iglesia acompaña la formación y la fragmentación de las nuevas naciones independientes en la primera mitad del 800, hasta el punto de que ella misma se desarticula a nivel continental.
No puede ser de otra manera. La Iglesia es interna a los Estados. Y en cualquier caso el papado, el centro romano de la catolicidad, ha actuado de modo que siempre existiera cohesión.
La Iglesia latinoamericana ¿sigue también los sobresaltos de la conciencia unitaria?
Durante el transcurso del siglo XIX, la Iglesia de América Latina intenta recrearse dentro de veinte realidades nacionales nuevas y diferentes, con estructuras republicanas cuyo modelo de base es el que resulta de la descomposición de la cristiandad europea, que se vuelve también descomposición de la cristiandad en América Latina.
1899 es el año del primer Concilio latinoamericano en el que también participa Brasil. En la época de la formación de la América española, se habían desarrollado varios concilios provinciales, cuyo punto principal fue el tercer Concilio de Lima que inserta el de Trento dentro de la misión en las Indias Occidentales. De este Concilio limense, el Concilio latinoamericano de fin de siglo XIX se siente heredero. En ese momento, la Iglesia estaba desestructurada y el Concilio sirvió para volver a interconectar una estructura eclesiástica continental, tan separada entonces como sus respectivos países.
El Concilio no desarrolla un juicio sobre la totalidad de América en términos históricos porque ni siquiera existía un pensamiento histórico sobre la totalidad. Como ya hemos dicho, será la generación del 900 la que empiece a pensar en el continente como conjunto, más allá de las generalidades.
La Iglesia Latinoamericana de hoy, la que se reunirá para la V Conferencia General, debería mirar con simpatía la globalización.
La Iglesia es intrínsecamente globalizadora; su vocación católica es global, tiende a la totalidad; el reino de Dios es la globalización simultánea de toda la humanidad de todas las épocas.
Según esta visión, la globalización es un movimiento íntimo de la historia.
Los “Cielos nuevos y la Tierra nueva” son la apoteosis de la simultaneidad de todo con todo.
¿A qué se debe entonces la existencia de cierta sospecha de la Iglesia sobre la globalización?
Es comprensible. Por lo mismo que ya señalé la globalización se perfecciona después de la caída de la URSS y de la reunificación del mundo en un solo polo. En aquel mismo año se redacta el así llamado “Consenso de Washington” (33), que marca el apogeo neo-liberal en el globo. El victorioso liberalismo se extiende por todo el mundo, ostentando además una cierta seguridad arrogante. El neoliberalismo se traslada con la globalización, se mezcla con ella, le da el tono.
De hecho, quien mira con aversión la globalización, mira con aversión al neoliberalismo. Los grupos antiglobal que se reúnen asiduamente en Porto Alegre -de los que participan muchos católicos- identifican globalización con neoliberalismo. Pero las dos cosas no coinciden totalmente.
¿Hay alguien en el ámbito del pensamiento católico contemporáneo que haya captado en profundidad el proceso de globalización en acto y sus consecuencias?
Juan Pablo II. El papado en cuanto tal -por misión y por definición- es el punto de conciencia del conjunto. Este último lo ha sido en forma particular. Juan Pablo II pensó en la totalidad, intervino sobre el conjunto, fue notablemente ecuménico.
En este sentido, un nexo con el Papa debería revestir un valor particularmente significativo para un intelectual católico. Es mirando la totalidad como mejor se ve también lo particular. El todo en el fragmento, para parafrasear el título de una obra célebre de Von Balthasar sobre la teología de la historia (34).
Ha habido años en los que la relación con el centro de la catolicidad no era muy popular entre los intelectuales latinoamericanos.
La base católica latinoamericana fue desde siempre romana. No se desarrolló un “complejo anti-romano” en América Latina. El catolicismo de estos pueblos ha sido -y es- apostólico y romano.
Ser “romano” hoy es una cosa más respetable que en el pasado, es algo “inteligente”.
No existe nación sin “ciudad capital”, es decir, sin cabeza unificadora. En la capital se sintetiza la multiplicidad de una sociedad, de modo que la “capital” es quien reunifica constantemente el conjunto disperso. La misma ley vale para el papado romano: es el reglobalizador incesante de la convergencia de todas las Iglesias católicas del mundo. Todas se comunican con Roma y Roma se comunica con ellas, y les devuelve nuevas síntesis del conjunto.
¿Dónde encuentra usted focos de pensamiento católico significativos? ¿Cuáles son los puntos de mayor inteligencia histórica sobre el continente y sus caminos en este comienzo del milenio?
Nos encontramos en un momento de cansancio, es innegable. La gran generación del Concilio se ha casi extinguido. De Lubac, Von Balthasar, Congar, Chenu, Danielou, Rahner… Han sido años de un esplendor intelectual entre los más grandes de la historia de la Iglesia. No veo movimientos intelectuales comparables a estos, aunque sea como eco.
La sensación es la de cierta atonía en el conjunto de la Iglesia de América Latina. El papado se distingue como un gran centro -si no el único- de permanente actividad.
Lo que está diciendo puede leerse como una crítica al papado.
No es la intención.
En un ensayo, usted habló de iglesias protagonistas e iglesias receptoras…
El teólogo brasileño De Lima Vaz (35) ha trazado una distinción entre “iglesias reflejo” e “iglesias fuente” donde las primeras son las que están más determinadas por otras iglesias que por ellas mismas y las segundas, las que encuentran en sí mismas las vertientes de su propia renovación.
Existen muchos grados intermedios entre estas dos categorías: de algún modo, todas las iglesias son al mismo tiempo “fuente” y “reflejo”. Pero, históricamente, puede observarse cómo un término prevalece poco o mucho sobre el otro. En la historia del catolicismo se han visto iglesias volverse áridas y convertirse en reflejos de otras y viceversa: iglesias que emergían e iluminaban a otras iglesias en otro tiempo florecientes. Desde siempre ha sido así y así será siempre. El movimiento de la Iglesia no es uniforme, homogéneo. Ha habido y siempre habrá iglesias que en un determinado momento son un fuego que irradia a las otras.
Durante 1500 años estos desplazamientos han sucedido en el Mediterráneo y en Europa. En el siglo XVI, España e Italia fueron iglesias “fuente”. El Concilio Vaticano II fue, en gran medida, una empresa franco-alemana. Al mismo tiempo, fue el último Concilio europeo. La Iglesia Católica, la mundial, acusa la presencia de otras iglesias locales que antes eran más reflejo.
¿La Iglesia latinoamericana es una iglesia fuente?
Estamos en un tiempo de transición de “reflejo” a fuente”. La próxima Conferencia General del Episcopado Latinoamericano podrá responder a su pregunta.
¿Cree usted que el término globalización -casi ausente en los anteriores encuentros continentales- puede ser un instrumento útil para la próxima V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano?
Entendido en su significado exacto y profundo, sí.
Recuerdo un amigo, un marxista latinoamericano atípico, Abelardo Ramos, que me comentaba un día sobre la expansión del neoliberalismo tras la ruptura de los diques provocada por el 89. Uniformidad, globalización, neoliberalismo, parecían un único movimiento y esto lo entristecía. En un momento de su conversación se detuvo e hizo una observación que todavía recuerdo. Me dijo que, de hecho, el único que tenía el coraje de denunciar abiertamente el capitalismo salvaje era Juan Pablo II. Creo que fue en los días del viaje del papa a México y de ciertas palabras que estaba dirigiendo a los obreros de Monterrey.
La Iglesia no repudia el mercado; rechaza la hegemonía del mercado en el gobierno de la sociedad, es decir, el imperio absoluto del mercado. Afirma que existe un bien común por encima del mercado, un bien que justamente, debe ser impulsado y garantido por parte del Estado. Juan Pablo II no fue anti-mercado; tampoco lo es su sucesor. Ambos repiten con el catolicismo social, que el mercado debe ser regulado y conducido a realizar el mayor bien común ciudadano permitido por la situación histórica.
La Iglesia debe tomar posesión de una perspectiva correcta de la dinámica globalizadora. Es un punto que le permite comprender el tiempo histórico que vivimos. Si no retoma el término globalización y el proceso de formación del pensamiento unitario latinoamericano, se condena a no captar los signos de los tiempos. Y esto forma parte de su vocación católica. Se necesita siempre leer la realidad históricamente.
“Inteligencia y amor son inseparables”. Lo dijo usted cuando hablábamos del enemigo principal y enemigo secundario en la conciencia de la Iglesia de hoy.
La inteligencia es histórica, es siempre una inteligencia de las direcciones que toman los hombres en camino, o de la dirección del camino del hombre, que es lo mismo. El amor impulsa la inteligencia sobre el camino del hombre como una madre empuja a su hijo hacia el futuro. Cristo es el camino, pero a través de muchos caminos históricos siempre nuevos que exigen nuevas lecturas del tiempo. Desde este punto de vista, ninguna generación podrá nunca descansar.
CAPÍTULO II: LA AVENTURA DE LA GLOBALIZACIÓN (IV)
¿Cuáles son los adversarios que la conciencia de los católicos percibe como peligrosos en aquellos años?
Los dos enemigos espirituales e ideológicos más temidos son el protestantismo y el comunismo (31). Pero también la preocupación por lo social se percibe como creciente (32).
Hemos hablado de que la Iglesia acompaña la formación y la fragmentación de las nuevas naciones independientes en la primera mitad del 800, hasta el punto de que ella misma se desarticula a nivel continental.
No puede ser de otra manera. La Iglesia es interna a los Estados. Y en cualquier caso el papado, el centro romano de la catolicidad, ha actuado de modo que siempre existiera cohesión.
La Iglesia latinoamericana ¿sigue también los sobresaltos de la conciencia unitaria?
Durante el transcurso del siglo XIX, la Iglesia de América Latina intenta recrearse dentro de veinte realidades nacionales nuevas y diferentes, con estructuras republicanas cuyo modelo de base es el que resulta de la descomposición de la cristiandad europea, que se vuelve también descomposición de la cristiandad en América Latina.
1899 es el año del primer Concilio latinoamericano en el que también participa Brasil. En la época de la formación de la América española, se habían desarrollado varios concilios provinciales, cuyo punto principal fue el tercer Concilio de Lima que inserta el de Trento dentro de la misión en las Indias Occidentales. De este Concilio limense, el Concilio latinoamericano de fin de siglo XIX se siente heredero. En ese momento, la Iglesia estaba desestructurada y el Concilio sirvió para volver a interconectar una estructura eclesiástica continental, tan separada entonces como sus respectivos países.
El Concilio no desarrolla un juicio sobre la totalidad de América en términos históricos porque ni siquiera existía un pensamiento histórico sobre la totalidad. Como ya hemos dicho, será la generación del 900 la que empiece a pensar en el continente como conjunto, más allá de las generalidades.
La Iglesia Latinoamericana de hoy, la que se reunirá para la V Conferencia General, debería mirar con simpatía la globalización.
La Iglesia es intrínsecamente globalizadora; su vocación católica es global, tiende a la totalidad; el reino de Dios es la globalización simultánea de toda la humanidad de todas las épocas.
Según esta visión, la globalización es un movimiento íntimo de la historia.
Los “Cielos nuevos y la Tierra nueva” son la apoteosis de la simultaneidad de todo con todo.
¿A qué se debe entonces la existencia de cierta sospecha de la Iglesia sobre la globalización?
Es comprensible. Por lo mismo que ya señalé la globalización se perfecciona después de la caída de la URSS y de la reunificación del mundo en un solo polo. En aquel mismo año se redacta el así llamado “Consenso de Washington” (33), que marca el apogeo neo-liberal en el globo. El victorioso liberalismo se extiende por todo el mundo, ostentando además una cierta seguridad arrogante. El neoliberalismo se traslada con la globalización, se mezcla con ella, le da el tono.
De hecho, quien mira con aversión la globalización, mira con aversión al neoliberalismo. Los grupos antiglobal que se reúnen asiduamente en Porto Alegre -de los que participan muchos católicos- identifican globalización con neoliberalismo. Pero las dos cosas no coinciden totalmente.
¿Hay alguien en el ámbito del pensamiento católico contemporáneo que haya captado en profundidad el proceso de globalización en acto y sus consecuencias?
Juan Pablo II. El papado en cuanto tal -por misión y por definición- es el punto de conciencia del conjunto. Este último lo ha sido en forma particular. Juan Pablo II pensó en la totalidad, intervino sobre el conjunto, fue notablemente ecuménico.
En este sentido, un nexo con el Papa debería revestir un valor particularmente significativo para un intelectual católico. Es mirando la totalidad como mejor se ve también lo particular. El todo en el fragmento, para parafrasear el título de una obra célebre de Von Balthasar sobre la teología de la historia (34).
Ha habido años en los que la relación con el centro de la catolicidad no era muy popular entre los intelectuales latinoamericanos.
La base católica latinoamericana fue desde siempre romana. No se desarrolló un “complejo anti-romano” en América Latina. El catolicismo de estos pueblos ha sido -y es- apostólico y romano.
Ser “romano” hoy es una cosa más respetable que en el pasado, es algo “inteligente”.
No existe nación sin “ciudad capital”, es decir, sin cabeza unificadora. En la capital se sintetiza la multiplicidad de una sociedad, de modo que la “capital” es quien reunifica constantemente el conjunto disperso. La misma ley vale para el papado romano: es el reglobalizador incesante de la convergencia de todas las Iglesias católicas del mundo. Todas se comunican con Roma y Roma se comunica con ellas, y les devuelve nuevas síntesis del conjunto.
¿Dónde encuentra usted focos de pensamiento católico significativos? ¿Cuáles son los puntos de mayor inteligencia histórica sobre el continente y sus caminos en este comienzo del milenio?
Nos encontramos en un momento de cansancio, es innegable. La gran generación del Concilio se ha casi extinguido. De Lubac, Von Balthasar, Congar, Chenu, Danielou, Rahner… Han sido años de un esplendor intelectual entre los más grandes de la historia de la Iglesia. No veo movimientos intelectuales comparables a estos, aunque sea como eco.
La sensación es la de cierta atonía en el conjunto de la Iglesia de América Latina. El papado se distingue como un gran centro -si no el único- de permanente actividad.
Lo que está diciendo puede leerse como una crítica al papado.
No es la intención.
En un ensayo, usted habló de iglesias protagonistas e iglesias receptoras…
El teólogo brasileño De Lima Vaz (35) ha trazado una distinción entre “iglesias reflejo” e “iglesias fuente” donde las primeras son las que están más determinadas por otras iglesias que por ellas mismas y las segundas, las que encuentran en sí mismas las vertientes de su propia renovación.
Existen muchos grados intermedios entre estas dos categorías: de algún modo, todas las iglesias son al mismo tiempo “fuente” y “reflejo”. Pero, históricamente, puede observarse cómo un término prevalece poco o mucho sobre el otro. En la historia del catolicismo se han visto iglesias volverse áridas y convertirse en reflejos de otras y viceversa: iglesias que emergían e iluminaban a otras iglesias en otro tiempo florecientes. Desde siempre ha sido así y así será siempre. El movimiento de la Iglesia no es uniforme, homogéneo. Ha habido y siempre habrá iglesias que en un determinado momento son un fuego que irradia a las otras.
Durante 1500 años estos desplazamientos han sucedido en el Mediterráneo y en Europa. En el siglo XVI, España e Italia fueron iglesias “fuente”. El Concilio Vaticano II fue, en gran medida, una empresa franco-alemana. Al mismo tiempo, fue el último Concilio europeo. La Iglesia Católica, la mundial, acusa la presencia de otras iglesias locales que antes eran más reflejo.
¿La Iglesia latinoamericana es una iglesia fuente?
Estamos en un tiempo de transición de “reflejo” a fuente”. La próxima Conferencia General del Episcopado Latinoamericano podrá responder a su pregunta.
¿Cree usted que el término globalización -casi ausente en los anteriores encuentros continentales- puede ser un instrumento útil para la próxima V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano?
Entendido en su significado exacto y profundo, sí.
Recuerdo un amigo, un marxista latinoamericano atípico, Abelardo Ramos, que me comentaba un día sobre la expansión del neoliberalismo tras la ruptura de los diques provocada por el 89. Uniformidad, globalización, neoliberalismo, parecían un único movimiento y esto lo entristecía. En un momento de su conversación se detuvo e hizo una observación que todavía recuerdo. Me dijo que, de hecho, el único que tenía el coraje de denunciar abiertamente el capitalismo salvaje era Juan Pablo II. Creo que fue en los días del viaje del papa a México y de ciertas palabras que estaba dirigiendo a los obreros de Monterrey.
La Iglesia no repudia el mercado; rechaza la hegemonía del mercado en el gobierno de la sociedad, es decir, el imperio absoluto del mercado. Afirma que existe un bien común por encima del mercado, un bien que justamente, debe ser impulsado y garantido por parte del Estado. Juan Pablo II no fue anti-mercado; tampoco lo es su sucesor. Ambos repiten con el catolicismo social, que el mercado debe ser regulado y conducido a realizar el mayor bien común ciudadano permitido por la situación histórica.
La Iglesia debe tomar posesión de una perspectiva correcta de la dinámica globalizadora. Es un punto que le permite comprender el tiempo histórico que vivimos. Si no retoma el término globalización y el proceso de formación del pensamiento unitario latinoamericano, se condena a no captar los signos de los tiempos. Y esto forma parte de su vocación católica. Se necesita siempre leer la realidad históricamente.
“Inteligencia y amor son inseparables”. Lo dijo usted cuando hablábamos del enemigo principal y enemigo secundario en la conciencia de la Iglesia de hoy.
La inteligencia es histórica, es siempre una inteligencia de las direcciones que toman los hombres en camino, o de la dirección del camino del hombre, que es lo mismo. El amor impulsa la inteligencia sobre el camino del hombre como una madre empuja a su hijo hacia el futuro. Cristo es el camino, pero a través de muchos caminos históricos siempre nuevos que exigen nuevas lecturas del tiempo. Desde este punto de vista, ninguna generación podrá nunca descansar.
_____________________________________
Notas
Notas
(1) “América Latina se encuentra evidentemente bajo el signo de la transformación y el desarrollo. Transformación que, antes de producirse con una rapidez extraordinaria, alcanza y tiene que ver con todas dimensiones del hombre, desde la económica hasta la religiosa. Esto indica que nos encontramos en la orilla de una nueva época histórica de nuestro continente…” (Nro 4).
(2) “La Iglesia se siente llamada a hacerse presente con el Evangelio, particularmente en períodos en que caen y mueren los viejos modelos según los cuales el hombre organizó sus valores y su vida común, para dar lugar a nuevas síntesis (…) Este es el actual desafío global que está afrontando la Iglesia” (Documento final, Nro 393).
(3) “La Iglesia no acepta esta instrumentalización de la universalidad que equivale a una unificación de la humanidad, mediante la ofensiva e injusta supremacía y dominación de algunos pueblos o categorías sociales sobre otros pueblos u otras categorías” (Documento final, Nro. 424).
(4) Documento conclusivo, Nro 280.
(5) Marshall McLuhan, La aldea global, SugarCo, 1992.
(6) Las zonas costeras de México y el área correspondiente a la actual América Central, los Incas; el altiplano de México, los Aztecas.
(7) El viaje comienza en 1519; al año siguiente Magallanes y Elcano se internan en el estrecho bautizado De Todos los Santos. En noviembre, parten hacia el mar del sur, al que llaman Pacífico; en enero de 1521 llegan a las Islas Marianas o De Los Ladrones. Muerto Magallanes en las Filipinas, Elcano comanda la expedición hacia las Molucas, donde llega a finales de 1521. Allí, en la isla de Tidore, embarca una importante carga de especias, cumpliendo con el objetivo del viaje. La cercanía de los portugueses, dueños comerciales de la zona, lo empuja a tomar rumbo Este. En 1522 llega a Timor, donde se entera de las existencia de las actuales Java, China e Indonesia. Con una sola nave, la Victoria, atraviesa el Océano Índico, supera el Cabo de Buena Esperanza y alcanza las islas de Cabo Verde, propiedad de la Corona portuguesa. Tras casi tres años de navegación, el 6 de spetiembre de 1522, la expedición entra en el puerto de Santa María con la nave Victoria cargada de especias.
(8) Un primer arbitraje inglés reconoce la soberanía chilena sobre las tres islas reivindicadas por Argentina (Picton, Nueva y Lennox). Argentina rechaza esta resolución. La mediación de Juan Pablo II separa a los litigantes poco antes de que sus respectivas flotas se enfrentaran, y comenzaran con una guerra imprevisible. El 28 de noviembre de 1984 se llega a un verdadero tratado de paz entre los dos países.
(9) La primera de tres Bulas pontificias de 1493; le seguirán la “Eximiae Devotionis” y la “II Intercaetera”, todas tendientes a perfeccionar la repartición.
(10) La línea oceánica trazada de uno a otro polo se hace pasar a 370 leguas al este de las islas de Cabo Verde.
(11) Los franciscanos llegan a México en agosto de 1523, con los “doce apóstoles” -como los llamaban- encabezados por Martín de Valencia; los dominicanos desembarcan en 1526, estableciéndose, preferentemente, en los actuales estados del sur; los jesuitas llegan al nuevo mundo en 1572; en 1580 se forma la primera comunidad jesuita en Tepotzotlán.
(12) Director emérito del Instituto de estudios políticos y sociales de Río de Janeiro.
(13) Helio Jaguaribe, El nuevo escenario internacional: ensayos, FCE, México, 1985.
(14) Para una visión sintética, cfr. la obra de José Flavio Saravia, De la construcción del mundo liberal a la globalización. De 1815 a nuestros días, 1997.
(15) Juan Bautista Alberdi, El crimen de la guerra, Buenos Aires, W.M. Jackson, 1938.
(16) Nace en 1844 en Baden, Alemania. Basta recordar aquí que realizó viajes por Europa (1869) y luego a Cuba, México y Estados Unidos entre 1872 y 1875.
(17) Federico Ratzel, Los Estados Unidos de América, 1880.
(18) Alberto Methol Ferré, Conciencia histórica e integración, Archivos del Presente, Nro 3, Buenos Aires, 1996, pp. 109-116; La batalla por América Latina, Cuadernos de Marcha, Montevideo, abril 1997, p. 26; América Latina en la era de los estados Continentales, Montevideo, El Estante, agosto-septiembre 1999, pp. 9-10; América del Sur: de los estados-ciudad al estado continental industrial, Cuadernos del Foro San Martín, Buenos Aires-Montevideo, 2002, p-20; El MERCOSUR va hacia la unidad sudamericana o al fracaso absoluto, entrevista de Adolfo Garcé, Juan Martín Posadas y German Wettstein, Semanario de Crónica, Montevideo, 16 de julio de 2004.
(19) Joseph Arthur de Gobineau, Ensayo sobre la desigualdad entre las razas humanas, Milán, Rizzoli.
(20) Houston Stewart Chamberlain, Fundamentos del siglo XIX, 1899.
(21) José Vasconcelos, La raza cósmica, 1925.
(22) En aquel momento, José Vasconcelos desempeñaba el cargo de Secretario de Educación, por voluntad del presidente mexicano Álvaro Obregón.
(23) Manuel Ugarte, El porvenir de América Latina, 1910; El destino de un continente, 1923; El dolor de escribir, 1933; La dramática intimidad de una generación, 1951.
(24) Significativas, en este sentido, las dos obras: Las democracias latinas de América, de 1912 y La creación de un Continente, de 1913.
(25) La primera sesión del nuevo Parlamento italiano que ratifica el advenimiento de la unificación de las naciones es del 18 de febrero de 1861.
(26) El movimiento estudiantil latinoamericano siguió gestando congresos: Montevideo (1931, 1955), México (1931), Costa Rica (1933), Chile (1937 y 1943), La Plata (1957), Caracas (1959).
(27) Otras referencias en: Alberto Methol Ferré, América del Sur: de los estados-ciudad al estado continental industrial, Cuadernos del Foro San Martín, Buenos Aires-Montevideo, 2002, p. 20; Las religiones y la geopolítica mundial, apuntes, mayo 2003; Juventud universitaria y MERCOSUR, noviembre 2002, Río de Janeiro, p. 10.
(28) Surge por iniciativa de los jesuitas residentes en México pero pronto recibe el auspicio de los cardenales latinoamericanos y del propio Pío XII, que impulsa este esfuerzo unificador y apostólico.
(29) El primer editorial escrito por José Vasconcelos, indicaba los objetivos y el programa de Latinoamérica. “Esta revista realiza la exigencia impostergable para el futuro de los pueblos hispánicos de reintegrarse a una conciencia continental. La viva esperanza de nuestro destino se afianza hoy en el incremento de las comunicaciones que nos permiten vincular y reconstruir lo que desde hace más de un siglo permanece disperso y desconocido. Las corrientes de pensamiento que en los últimos años han derrumbado la conciencia nacional de norte a sur, inducen a un redespertar lleno de promesas. Al mismo tiempo, un ambiente internacional sacudido por la tragedia nos permite afirmar nuestra personalidad, que sólo encontrará significado si actuamos unidos. Y esta cuestión se funda sobre la conciencia de nuestro pasado y sobre la voluntad de crearnos un futuro autónomo, decidido a superar la condición de satélites”.
(30) En las páginas de Latinoamérica conviven la más diversas corrientes intelectuales: aparecen con frecuencia autores como Vasconcelos, Jaime Eyzaguirre, Gallegos Roca Full, Richard Pattee, Hurtado, Damboriena, Bastos Ávila, Espinosa Polit, Félix Restrepo, entre otros.
(31) En un editorial de enero de 1954, se sintetizaba la situación del continente con estas lúcidas palabras: “Positivismo y materialismo se estrechan la mano (…) Examinemos la producción literaria de América Latina, o la actividad artística, o los movimientos sindicales, y podremos afirmar lo mismo que dijo Paul Claudel acerca de la literatura moderna en Francia: nadie advertía que un Dios había muerto crucificado en el Calvario. Pero nos queda un pueblo. El pueblo católico de América Latina que organiza fiestas religiosas suntuosas, que levanta templos y, sobre todo, que sufre con resignación las situaciones más desesperadas, es como un milagro viviente. Porque hace tiempo que este pueblo debería ya haber sucumbido en las manos de quien le ofrece paraísos artificiales, religiosos o políticos. La fidelidad de las masas latinoamericanas, que resulta incomprensible para el sociólogo, es una de las preguntas más angustiantes que se puede formular el catolicismo en este continente. Ha llegado el momento de llevar seriamente a la acción el mandato de León XIII de ir hacia el pueblo. Si en esta mitad del siglo XX la Iglesia latinoamericana no se pone de parte del pueblo con decisión y audacia, nadie podrá prever las consecuencias”.
(32) “La Iglesia tiene en la historia la misión de ser la defensora de los oprimidos en esta porción del globo. Si los fariseos llegan antes, habremos perdido la batalla del siglo” (Latinoamérica IV, pp. 1-3, 1952).
(33) Con la expresión “Consenso de Washington” (definición del economista americano John Williamson), se designa un complejo de políticas de ajuste estructural dirigidas a la apertura de las economías de los países beneficiados por la ayuda del Fondo Monetario Internacional. Se trata de políticas de carácter fiscal, financiero, que tratan en modo parejo las inversiones autóctonas y las extranjeras, de reducción del sector público de la economía, de máxima desregulación para garantizar el libre juego de la concurrencia entre las distintas fuerzas económicas, de refuerzo de la protección de la propiedad privada, de promoción de la liberalización de los intercambios al ritmo más sostenido posible, con el objetivo de disminuir las tarifas aduaneras al 10% anual.
(34) Hans Urs von Balthasar, El todo en el fragmento, Madrid, Encuentro.
(35) Henrique C. de Lima Vaz, Escritos de Filosofía VII, Raíces de modernidad, San Pablo, Loyola, 2002.
(2) “La Iglesia se siente llamada a hacerse presente con el Evangelio, particularmente en períodos en que caen y mueren los viejos modelos según los cuales el hombre organizó sus valores y su vida común, para dar lugar a nuevas síntesis (…) Este es el actual desafío global que está afrontando la Iglesia” (Documento final, Nro 393).
(3) “La Iglesia no acepta esta instrumentalización de la universalidad que equivale a una unificación de la humanidad, mediante la ofensiva e injusta supremacía y dominación de algunos pueblos o categorías sociales sobre otros pueblos u otras categorías” (Documento final, Nro. 424).
(4) Documento conclusivo, Nro 280.
(5) Marshall McLuhan, La aldea global, SugarCo, 1992.
(6) Las zonas costeras de México y el área correspondiente a la actual América Central, los Incas; el altiplano de México, los Aztecas.
(7) El viaje comienza en 1519; al año siguiente Magallanes y Elcano se internan en el estrecho bautizado De Todos los Santos. En noviembre, parten hacia el mar del sur, al que llaman Pacífico; en enero de 1521 llegan a las Islas Marianas o De Los Ladrones. Muerto Magallanes en las Filipinas, Elcano comanda la expedición hacia las Molucas, donde llega a finales de 1521. Allí, en la isla de Tidore, embarca una importante carga de especias, cumpliendo con el objetivo del viaje. La cercanía de los portugueses, dueños comerciales de la zona, lo empuja a tomar rumbo Este. En 1522 llega a Timor, donde se entera de las existencia de las actuales Java, China e Indonesia. Con una sola nave, la Victoria, atraviesa el Océano Índico, supera el Cabo de Buena Esperanza y alcanza las islas de Cabo Verde, propiedad de la Corona portuguesa. Tras casi tres años de navegación, el 6 de spetiembre de 1522, la expedición entra en el puerto de Santa María con la nave Victoria cargada de especias.
(8) Un primer arbitraje inglés reconoce la soberanía chilena sobre las tres islas reivindicadas por Argentina (Picton, Nueva y Lennox). Argentina rechaza esta resolución. La mediación de Juan Pablo II separa a los litigantes poco antes de que sus respectivas flotas se enfrentaran, y comenzaran con una guerra imprevisible. El 28 de noviembre de 1984 se llega a un verdadero tratado de paz entre los dos países.
(9) La primera de tres Bulas pontificias de 1493; le seguirán la “Eximiae Devotionis” y la “II Intercaetera”, todas tendientes a perfeccionar la repartición.
(10) La línea oceánica trazada de uno a otro polo se hace pasar a 370 leguas al este de las islas de Cabo Verde.
(11) Los franciscanos llegan a México en agosto de 1523, con los “doce apóstoles” -como los llamaban- encabezados por Martín de Valencia; los dominicanos desembarcan en 1526, estableciéndose, preferentemente, en los actuales estados del sur; los jesuitas llegan al nuevo mundo en 1572; en 1580 se forma la primera comunidad jesuita en Tepotzotlán.
(12) Director emérito del Instituto de estudios políticos y sociales de Río de Janeiro.
(13) Helio Jaguaribe, El nuevo escenario internacional: ensayos, FCE, México, 1985.
(14) Para una visión sintética, cfr. la obra de José Flavio Saravia, De la construcción del mundo liberal a la globalización. De 1815 a nuestros días, 1997.
(15) Juan Bautista Alberdi, El crimen de la guerra, Buenos Aires, W.M. Jackson, 1938.
(16) Nace en 1844 en Baden, Alemania. Basta recordar aquí que realizó viajes por Europa (1869) y luego a Cuba, México y Estados Unidos entre 1872 y 1875.
(17) Federico Ratzel, Los Estados Unidos de América, 1880.
(18) Alberto Methol Ferré, Conciencia histórica e integración, Archivos del Presente, Nro 3, Buenos Aires, 1996, pp. 109-116; La batalla por América Latina, Cuadernos de Marcha, Montevideo, abril 1997, p. 26; América Latina en la era de los estados Continentales, Montevideo, El Estante, agosto-septiembre 1999, pp. 9-10; América del Sur: de los estados-ciudad al estado continental industrial, Cuadernos del Foro San Martín, Buenos Aires-Montevideo, 2002, p-20; El MERCOSUR va hacia la unidad sudamericana o al fracaso absoluto, entrevista de Adolfo Garcé, Juan Martín Posadas y German Wettstein, Semanario de Crónica, Montevideo, 16 de julio de 2004.
(19) Joseph Arthur de Gobineau, Ensayo sobre la desigualdad entre las razas humanas, Milán, Rizzoli.
(20) Houston Stewart Chamberlain, Fundamentos del siglo XIX, 1899.
(21) José Vasconcelos, La raza cósmica, 1925.
(22) En aquel momento, José Vasconcelos desempeñaba el cargo de Secretario de Educación, por voluntad del presidente mexicano Álvaro Obregón.
(23) Manuel Ugarte, El porvenir de América Latina, 1910; El destino de un continente, 1923; El dolor de escribir, 1933; La dramática intimidad de una generación, 1951.
(24) Significativas, en este sentido, las dos obras: Las democracias latinas de América, de 1912 y La creación de un Continente, de 1913.
(25) La primera sesión del nuevo Parlamento italiano que ratifica el advenimiento de la unificación de las naciones es del 18 de febrero de 1861.
(26) El movimiento estudiantil latinoamericano siguió gestando congresos: Montevideo (1931, 1955), México (1931), Costa Rica (1933), Chile (1937 y 1943), La Plata (1957), Caracas (1959).
(27) Otras referencias en: Alberto Methol Ferré, América del Sur: de los estados-ciudad al estado continental industrial, Cuadernos del Foro San Martín, Buenos Aires-Montevideo, 2002, p. 20; Las religiones y la geopolítica mundial, apuntes, mayo 2003; Juventud universitaria y MERCOSUR, noviembre 2002, Río de Janeiro, p. 10.
(28) Surge por iniciativa de los jesuitas residentes en México pero pronto recibe el auspicio de los cardenales latinoamericanos y del propio Pío XII, que impulsa este esfuerzo unificador y apostólico.
(29) El primer editorial escrito por José Vasconcelos, indicaba los objetivos y el programa de Latinoamérica. “Esta revista realiza la exigencia impostergable para el futuro de los pueblos hispánicos de reintegrarse a una conciencia continental. La viva esperanza de nuestro destino se afianza hoy en el incremento de las comunicaciones que nos permiten vincular y reconstruir lo que desde hace más de un siglo permanece disperso y desconocido. Las corrientes de pensamiento que en los últimos años han derrumbado la conciencia nacional de norte a sur, inducen a un redespertar lleno de promesas. Al mismo tiempo, un ambiente internacional sacudido por la tragedia nos permite afirmar nuestra personalidad, que sólo encontrará significado si actuamos unidos. Y esta cuestión se funda sobre la conciencia de nuestro pasado y sobre la voluntad de crearnos un futuro autónomo, decidido a superar la condición de satélites”.
(30) En las páginas de Latinoamérica conviven la más diversas corrientes intelectuales: aparecen con frecuencia autores como Vasconcelos, Jaime Eyzaguirre, Gallegos Roca Full, Richard Pattee, Hurtado, Damboriena, Bastos Ávila, Espinosa Polit, Félix Restrepo, entre otros.
(31) En un editorial de enero de 1954, se sintetizaba la situación del continente con estas lúcidas palabras: “Positivismo y materialismo se estrechan la mano (…) Examinemos la producción literaria de América Latina, o la actividad artística, o los movimientos sindicales, y podremos afirmar lo mismo que dijo Paul Claudel acerca de la literatura moderna en Francia: nadie advertía que un Dios había muerto crucificado en el Calvario. Pero nos queda un pueblo. El pueblo católico de América Latina que organiza fiestas religiosas suntuosas, que levanta templos y, sobre todo, que sufre con resignación las situaciones más desesperadas, es como un milagro viviente. Porque hace tiempo que este pueblo debería ya haber sucumbido en las manos de quien le ofrece paraísos artificiales, religiosos o políticos. La fidelidad de las masas latinoamericanas, que resulta incomprensible para el sociólogo, es una de las preguntas más angustiantes que se puede formular el catolicismo en este continente. Ha llegado el momento de llevar seriamente a la acción el mandato de León XIII de ir hacia el pueblo. Si en esta mitad del siglo XX la Iglesia latinoamericana no se pone de parte del pueblo con decisión y audacia, nadie podrá prever las consecuencias”.
(32) “La Iglesia tiene en la historia la misión de ser la defensora de los oprimidos en esta porción del globo. Si los fariseos llegan antes, habremos perdido la batalla del siglo” (Latinoamérica IV, pp. 1-3, 1952).
(33) Con la expresión “Consenso de Washington” (definición del economista americano John Williamson), se designa un complejo de políticas de ajuste estructural dirigidas a la apertura de las economías de los países beneficiados por la ayuda del Fondo Monetario Internacional. Se trata de políticas de carácter fiscal, financiero, que tratan en modo parejo las inversiones autóctonas y las extranjeras, de reducción del sector público de la economía, de máxima desregulación para garantizar el libre juego de la concurrencia entre las distintas fuerzas económicas, de refuerzo de la protección de la propiedad privada, de promoción de la liberalización de los intercambios al ritmo más sostenido posible, con el objetivo de disminuir las tarifas aduaneras al 10% anual.
(34) Hans Urs von Balthasar, El todo en el fragmento, Madrid, Encuentro.
(35) Henrique C. de Lima Vaz, Escritos de Filosofía VII, Raíces de modernidad, San Pablo, Loyola, 2002.
(continúa próximo jueves)
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