sábado

TEILHARD DE CHARDIN RESPONDE A UN DESAFÍO CLAVE DE EINSTEIN


(TERCERA ENTREGA)

NOTA SOBRE LOS MODOS DE ACCIÓN DE DIOS EN EL UNIVERSO (3)

II

Nos hemos habituado a decidir si los seres son o no aptos para la existencia, sin considerar en ellos más que una sola especie de posibilidad -la posibilidad lógica-, o sea, la no-contradicción interna de los conceptos abstractos mediante los cuales definimos sus naturalezas. Por ejemplo, se juzga posible al hombre porque “animalidad” no repugna a “racionalidad”. Desde ese momento, se lo declara realizable “simpliciter”* por el poder divino; e, igualmente, ya no hay lugar para preguntarse, se diría, si esta realización de un “posible” no posee ella misma sus condiciones de posibilidad. En la opinión de numerosos filósofos, el Universo se sostiene por la sola inteligibilidad de sus elementos, considerados aisladamente y completamente formados. Para estos hombres, las cuestiones del devenir y del Todo no existen, de suerte que no hay ningún motivo a sus ojos para dudar de que Dios podría, si lo quisiera, hacer surgir ya completo ante él, “ex nihilo sui el subjecti, et mundi recipientis”**, a Pedro o a Pablo, completamente solos, y completamente santificados. Esto es lo que se dice o se supone continuamente en las escuelas.

Pues bien, para liberar la verdad, hay que atreverse a declarar que semejante manera de medir el poder creador (que consiste en no tomar en consideración más que dos o tres términos en la interminable serie de las condiciones ontológicas a las que se halla subordinado nuestro ser, y en combinarlas como piezas intercambiables) es no solamente pueril, sino disminuidora de Dios y de nosotros, sin contar además con que es la fuente de las debilidades más graves contra la providencia.

En la medida en que podemos apreciar la marcha del Mundo, el poder divino no tiene ante sí el campo tan libre como nosotros suponemos: sino que, muy al contrario, en virtud de la misma constitución del ser participado que se esfuerza por hacer aparecer (lo que quiere decir en definitiva en nombre de su propia perfección), el poder divino se halla sometido, en el curso de su esfuerzo creador, a pasar por toda una serie de intermediarios y a superar todo un encadenamiento de riesgos, inevitables, digan lo que digan los teólogos siempre dispuestos a hacer intervenir la “potentia absoluta divina”***.

Hemos reconocido ya una primera ley muy general a la que está sometida la operación divina “ad extra”****: la de no poder actuar (en virtud de su misma perfección) en ruptura con las naturalezas individuales o en desarmonía con la marcha del conjunto, es decir, sobre un mismo plano que causa las segundas. Esta primera restricción a una manifestación “arbitraria” de la acción divina nos introduce en la consideración de las otras dos.

1) Ante todo, parece contradictorio (con la naturaleza del ser participado) imaginar a Dios creando una cosa aislada. Sólo hay un ser que pueda existir aisladamente: el Ens a se*****. Todo lo que no es Dios es esencialmente multitud, multitud organizada en sí, y multitud organizándose en torno a sí. Para llegar a hacer un alma, Dios no tiene por tanto más que un solo camino abierto a su poder: crear un Mundo (4). Por tanto, entre sus condiciones de posibilidad plenamente explicitadas, “hombre” no contiene solamente “animalidad y racionalidad”; su noción implica también “Humanidad, Tierra, Universo…”. Todo lo cual nos lleva mucho más allá de la fácil “posibilidad” imaginada por los logicistas para las cosas. Pero también nos engrandece, y sobre todo, aplicado a nuestro Señor, sugiere la idea de una sorprendente unidad en la creación. Porque ahora por fin nos damos cuenta de que era muy justo que Dios, si quería tener a Cristo, lanzara todo un universo y desplegara la vida con profusión. ¿Hay, pues, estrictamente hablando, alguna otra cosa en acto, en todo lo que hoy existe fuera de Dios, que no sea la realización de Jesús, a la que cualquier parcela del mundo le es, de cerca o de lejos, necesaria (ex necesitate medii******)? Se puede confiar en que no.

___________________________________
* Pura y simplemente.
** Sin preexistencia propia y de una materia subyacente, y que haya un universo para acogerlos.
*** La potencia absoluta de Dios.
**** En tanto que actúa fuera de sí misma.
***** El Ser que no existe sino por sí mismo.
(4) Un mundo, es decir, no sólo un conjunto, sino un conjunto progresivo. Tenemos tendencia a imaginarnos el poder de Dios como supremamente libre ante la “nada”. Es un error. La “nada” se presta a la acción divina (potencia, obediencia) en grado ínfimo; Dios no puede por tanto dominarla sino gradatim (gradualmente), produciendo seres participados cada vez más capaces de soportar el esfuerzo creador. Esto es lo que se traduce a nuestros ojos bajo la apariencia de una evolución.
****** Con una necesidad de medio.


(continúa próximo sabado)

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