sábado

LA HEROICIDAD URUGUAYA diálogo con Demian Díaz Torres [Septima entrega]


ONCE: HOMBRE AL AGUA

¿Por qué cuesta tanto concretar una pareja fructífera?

Estamos en una época complicada, donde la emergencia de la mujer se transforma en un factor social poderoso (por lo menos en el Uruguay, que no es un país demasiado machista) y eso hace que haya menos tolerancia y por lo tanto menos matrimonios infernales de aquellos que se pasaban toda la vida peleando. Ya no es tan fácil que las mujeres rediten esas situaciones que vivieron sus madres y entonces toleran menos y prefieren estar solas que mal acompañadas. Ahí tenemos un factor importante para explicar la abundancia de divorcios y separaciones.

Y a los intentos compulsivos de convivencia sin casamiento tampoco les va muy bien.

Pero básicamente es el mismo tipo de fracaso. Lo importante es asumir que siempre que se arma una pareja hay dos procesos de individuación en curso y uno suele estar más avanzado que el otro. Hay que perseverar ayudándose y amándose por sobre los defectos del que está al lado. Claro que si el desfasaje es muy grande a la larga no funciona.

Y además el planeta precisaría hombres y mujeres mejores.

Sin duda. El problema es que frente a la mayor exigencia de la mujer encontramos un hombre de capa caída que anda desprotegido y perdido. Ya hace tiempo que anda perdido, y ahora que la armadura institucional lo respalda cada vez menos sólo se siente fuerte con dinero y con poder. Y además anda mucho púber eterno en la vuelta. Entonces sin madurez ni dinero ni poder las cosas se complican.

Susto

Mi abuelo fue capataz de obra durante cuarenta años y dirigió y resolvió la reforma de casa prácticamente solo. Una mañana mi padre se decidió a levantar su primera pared y de repente escuchamos un alarido de alerta y enseguida un derrumbe.
-Qué carajo pasó -me llevó de la mano el viejo hasta el fondo.
-La tiré porque se movía -prendió un cigarrillo temblorosamente mi padre: -Cuando la terminé me di cuenta que se movía.
-Pero me cago en coño -ladró el viejo: -Me olvidé de avisarte que así es cuando está bien.
Con los años entendí que todo lo verdadero parece que va a caerse antes de sostener lo que hay que sostener. Y que no hay que asustarse demasiado.



DOCE: LA DESESPERANZA TIENE PATAS CORTAS

Sería importante analizar las dificultades que enfrenta el joven uruguayo para entroncar con una actitud cultural de búsqueda del sí-mismo a nivel personal, local y universal.

Es muy difícil desgajar al medio uruguayo del influyente panorama global ofrecido por el siglo XX. Hay, sí, una característica muy nuestra que pesa en esta falta de enganche con la tradición: el uruguayo es un ser muy poco metafísico, muy poco religioso (lo que en comparación con los argentinos o los brasileros se hace más evidente). Pero tampoco olvidemos que ya en 1913 Jung hablaba de una crisis religiosa mundial, de modo que nuestro panorama local de poca fe no escapa a la encrucijada general de la especie. Y frente a esa encrucijada se han elaborado dos tipos de respuestas, aquí y en todos lados: las de patas cortas y las religadas. Hoy hablábamos de la contraposición Benedetti / Torres-García, por ejemplo. ¿Cuál es la respuesta de Benedetti en esas primeras novelas que los jóvenes leímos con gusto en su momento? Precisamente el no dar una respuesta final sobre si el brillo fugaz y la derrota final de los Santomé y los Budiño constituye un destino ineludible. Torres-García, en cambio, le propone a la joven pero todavía apática América un universalismo constructivo sin encerramiento localista y trata de inyectarle un sí-mismo y un humus de todos los tiempos que implica la búsqueda y la renovación del alma humana a través de su propio trasfondo divino o cósmico. Nuestro gran potencial.

El problema es que en los medios de difusión que nos inundan parece estar predominando la cultura de la frivolidad (desde el tinellismo al macdonalismo) o la del barrido debajo de la alfombra que (para hablarlo en Silvio Rodríguez, ese infatigable genio nutricio de gente de toda edad) no es lo mismo pero es igual. ¿Vos pensás que la humanidad está enferma, como ha diagnosticado hace poco por televisión Saramago?

Yo prefiero la hipótesis jungiana de que la humanidad está en un estado infantil. No creo que se trate esencialmente de un grado de enfermedad sino de una estación evolutiva. Lo cierto es que nos encontramos en una época de grandes transformaciones y las transformaciones provocan crisis que pueden facilitar tanto los desastres como los crecimientos.

Pero la acentuación de lo que podríamos llamar una depresividad uruguaya parecería innegable.

Yo creo que lo innegable es que aquí no pesa una influencia colectiva hacia la sabiduría ni hacia una visión simbólica de la vida y por lo tanto cada cual se las tiene que arreglar un poco como puede, lo que no es muy alentador.

Y hace mayoritaria esa actitud fatal de consolidarse materialmente y dejar lo trascendente para después.

Sí, a menudo el polo interior es olvidado y eso después se paga caro. El reverso de esa actitud sería sobreponerse a la chatura espiritual imperante y elaborar un plan de vida propio apoyándose en los grandes pensadores de la humanidad como ha ocurrido en las épocas más sabias, digamos.

También parecería evidente que el buen funcionamiento de la familia sigue siendo un factor de nutrición vital.

La familia sigue teniendo sin lugar a dudas un rol muy importante, tanto en la búsqueda de soluciones como en la prevención de los males. Y lo fundamental es que cada núcleo elabore sus patrones culturales y los transmita a las nuevas generaciones como un tesoro acumulable y ampliable. Yo diría además de tener mucho ojo, por otra parte, con este tema de la depresividad, porque hay mucha gente buscando cosas nuevas. El problema es que en la misma librería donde encontrás autores tan formidables como Kübler-Ross pululan los falsos profetas. Y ahora casi todo nos llega del imperio: desde la felicidad cocacolera hasta Chopra. Pero no hay que olvidar que globalizaciones hubo siempre. Pensemos en lo que fue la Inquisición al servicio de los intereses políticos de un bloque de países cristianos, por ejemplo. Y es importante señalar además que la existencia de esa especie de vacío de poder sobre nuestro interior (que de momento es malo porque no nos estimula ni nos orienta hacia la completud trascendente) nos abre la posibilidad de una búsqueda libre. La libertad anímica que campea actualmente en la humanidad es grandiosa: se trata de un fenómeno que me parece nuevo, porque nunca se dio a tan gran escala. Antes siempre había una ideología opresiva que intentaba no dejarte pensar. Había que creer en esto o en lo otro. O te mandaban a la guerra o a la hoguera, o te perseguían o te encerraban en un convento o tenías que ir a misa y decir que sí a todo. Ahora por lo menos no nos acosa ese tipo de opresión: uno puede investigar y buscar su vocación interior y su propio polo metafísico como le parezca. La única opresión que padecemos es la intolerancia dogmática de las cosmovisiones que dicen que ese polo interior no existe.

Vereda

Los corazones pueden acelerarse o desbocarse pero, como escribió indeleblemente César Vallejo, siempre andan a pie. Y sin embargo a mí me costó más de media vida entender que al zurdo impar le corresponde caminar por el humilde paraíso de su vereda, sin pisar a destiempo el hormigón selvático donde sólo compite el poder de otra clase de motores.


(continúa el próximo sábado)

(LEER primera parte - click aquí)

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