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Zarpes desde Catalunya [Luis Silva Schultze]


Ciencia y religión: delimitación sin exclusiones

Ciencia y religión deben ir por caminos independientes. Hay lugar en la vida para las dos, pero respetándose mutuamente en sus papeles diferenciales. Pueden llegar a estar en algunos momentos muy cerca, como cuando hace cuarenta años millones de personas rezaban por un final feliz, no frente a un altar, sino ante un televisor (inventado muy pocos años antes), mientras veían en directo un momento especial en la historia de la ciencia, como fue el que un ser humano caminara por la Luna, ocho años después de que lo hiciera Yuri Gagarin, el primer hombre en el espacio pero sin publicidad televisiva. Es más, ciencia y religión se unieron (tragedia), el 11 de setiembre del 2001, cuando “la furia religiosa se valió de la eficacia destructiva de la tecnología moderna”, según Antonio Muñoz Molina, el gran escritor español. Francisco Ayala, ex-sacerdote y uno de los biólogos más prestigiosos en la actualidad, piensa así: “La ciencia y la religión son como dos ventanas de mirada al mundo. Lo que se ve desde cada ventana es distinto, pero es el mismo mundo. Y son compatibles. La ciencia se ocupa de explicar los procesos naturales por medio de leyes naturales. La religión trata del significado de la vida, del propósito de la vida, de nuestras relaciones con los demás. Sobre estas cosas la ciencia no tiene nada significativo que decir. Las dos se interfieren cuando dejan su campo en el que tienen autoridad y entran en el otro”. Generalmente la ciencia no suele inmiscuirse en la religión, pero sí las religiones lo hacen permanentemente en la ciencia, porque erróneamente, creen tener autoridad también en materia científica y eso es un error, como cuando la Iglesia Católica se opone a investigar con células madre embrionarias, o niega el uso del preservativo para prevenir el sida. Georges Lemaitre, uno de los padres de la cosmología física contemporánea y sacerdote, expresa lo siguiente: “Nada de mi trabajo, nada de lo que aprendí en mis estudios científicos o religiosos me hizo modificar mi punto de vista. No tengo que superar ningún conflicto. La ciencia no quebrantó mi fe y la religión nunca me llevó a interrogarme sobre las conclusiones a las que llegaba por métodos científicos”. El 40 % de los científicos estadounidenses cree en un Dios personal y el 91% de la humanidad es creyente. Por lo tanto, continuaremos en próximas crónicas, delimitando y no excluyendo a nadie.


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