domingo

JUAN CARLOS ONETTI entrevista a JOAQUÍN TORRES GARCÍA (I)


TORRES GARCÍA HABLA DE LA EXPOSICIÓN QUE NO VISITÓ

(reportajes recuperados)

Esta entrevista fue publicada en el Nro 14 de Marcha, el 22 de setiembre de l939. Juan Carlos Onetti acababa de abandonar un fantasmal trabajo en un comercio y otro un poco más gratificante de boletero en el Estadio (donde no tenía más remedio que quedarse con los vintenes del vuelto de las entradas que la gente se olvidaba de recoger en la ventanilla) para asumir la secretaría del heroico semanario fundado por Carlos Quijano. Allí llegó a hacer literalmente de todo, porque hasta vivía en una pieza del fondo del local, casado por segunda vez.
“El señor Onetti quería periodismo y le dieron con cierta exageración”, le escribe en 1939 en una carta recientemente encontrada al escritor argentino Julio E. Payró, que también era muy amigo de Torres García: “Todas las traducciones, todas las correcciones, toda la armada. Y el relleno, maldito sea. Y las notas que se hacen pero no se cobran. Bueno, no me haga caso porque estoy particularmente malhumorado. A mitad de semana me entusiasmo, vuelvo a entusiasmarme como un imbécil y no me quejo por nada”.
Y en una carta anterior le comenta a propósito del maestro constructivista: “Estuve en el salón de artistas independientes y estuve con Torres García. Le confesé mi error: él tenía razón. Algo ha hecho y sigue haciendo; tiene copiadores fieles y, también, gente que sigue pintando como Dios le muestra y dentro de las leyes de estructura torresgarcianas. Alguna vez le hablaré largo de esto, que es interesante. Le di sus saludos y los de su familia, a 300 días vista. Me invitó a su casa, para hablar de todo y de usted”.
Torres García había llegado en 1934, y después de fundar la Asociación de Arte Constructivo estaba afrontando uno de los desengaños más grandes de su bombardeada vida. Rodeado mayoritariamente de esnobs hambrientos de esoterismo escandalizador y no de pintura cósmica, ya maduraba la posibilidad de fundar un recomienzo tajante y con gente muy joven, virgen del uruguayismo con cielorraso.
En 1890, a los 17 años, el casi quijotesco y casi utopista maestro-profeta había convencido a su padre de que a la familia le convenía radicarse en Europa. Y lo hizo porque se dio cuenta de que él había nacido pintor (como está contundentemente explicitado en Historia de mi vida) y acá no tenía la menor chance de formarse de verdad. El problema es que a los 60 años no pudo soportar la galopante desespiritualización europea y se resolvió a reinstalarse en su patria (palabra que él amaba sin hipocresía) para construir una escuela universalista y con raíces latinoamericanas específicas en el país de las vacas gordísimas.
En esta primera entrevista, entonces, tanto el todavía joven Onetti como el ya viejo Torres García están muy malhumorados.


¿Qué podría decirnos, maestro, de la actual exposición de arte francés?

Aunque no he visitado ni visitaré esa exposición -y por razones que yo me sé- aun algo puedo decirle, ya que todos o casi todos los cuadros que allí se exhiben me son conocidos de larga fecha, y si no esos mismos, otros muy parecidos, de esos mismos pintores. He oído muchos comentarios que se hacen, y esto me ha recordado tales obras. Y viendo lo alejados que estamos aquí de lo que verdaderamente debe llamarse “pintura” me parece que debe decirse algo a fin de orientar la opinión en ese sentido y también alentar a la juventud a tomar el mejor camino. A decir verdad, no me interesa aquí ya hablar de nada, visto lo poco o nada eficaz que es, pero lo hago sólo en gracia a esta oportunidad.

¿Cree usted que la actual exposición puede reputarse por buena?

Con sólo que hayan tres buenos cuadros en una exposición puede considerarse salvada, y en la actual muestra hay más de cinco que pueden juzgarse obras de gran calidad y estilo. El admirable lienzo de Mauricio Utrillo, de su mejor época, es una de ellas, y podría orientar magníficamente a nuestros paisajistas urbanos. Augusto Renoir, con el exquisito retrato de las dos niñas, sin ser de lo más representativo del gran maestro, es una obra fuerte pictóricamente hablando, admirable de luz y de detalles sensibilísimos, donde se realiza plenamente el concepto de la “Peinture peinture” que ha hecho la gloria de “L’école de Paris”.
Mucho hay que aprender, también, en el húmedo paisaje del “pére” Corot, pintor ciento por ciento y que si era un enamorado de la naturaleza, era también un prodigioso maestro de su oficio. Sabía él bien cuáles eran los recursos de su arte y aquello que era esencial, y lo ponía con la elegancia de un virtuoso. Por esto, para bien comprenderlo, no basta una mirada superficial, hay que estudiarlo a fondo. No menos atención merece el rústico y austero paisaje de François Millet. Terruño, olor a yerbas, campo… Pero, además, estructura de planos, penumbras y luces, equilibrio. Obra netamente plástica. ¡Y qué ejemplo de respeto por la realidad y por el oficio! Ni un alarde ni un arranque destemplado, ni truco, ni descuido, sino una devoción casi sublime, del alma del pintor. De manera que si nos da un ejemplo de arte, tanto más nos lo da de su profunda fe artística que no pudo admitir jamás el contemporizar con la insinceridad ni el éxito fácil. Tenemos pues mucho que aprender de tal ejemplo.
Con Cézanne fueron más afortunados los de la vecina orilla, ya que tuvieron la suerte de ver una de sus obras más fuertes: su autorretrato. Pero esos países marítimos de la Provenza, tan suyos y de tan dulce armonía, ¡qué otra lección! Nada de artificio: emoción pura de pintor. Monet: ahí está el auténtico impresionismo, en esas rocas. Toda la teoría de los complementarios, magistralmente dada. Y detrás, la vida, la naturaleza. Y con esto puede verse que aquí, entre nosotros, no hubo jamás impresionismo. Sisley: plata. Una joya de la pintura. Y si ahora que esto vemos no hacemos pintura al fin… es que no servimos. Sí, ahora ya hay que exigir a nuestros pintores eso, pues ahí están los maestros. Y también están los ejemplos a no seguir, de los viejos y de los contemporáneos: David, Ingres, Delacroix. Y van Donguen, Seginzac, o Bonnard. Delante del paisaje nevado de Vlaminck, que no piense cualquiera que ha de comenzar por ahí. Antes, el maestro, pasó mucho tiempo ensayando hacer árboles y paredes, pacientemente. Y sin pretensiones de pintor. La espátula, pues, ya correrá cuando tenga que correr. No hay más que decir, que frente a su obra estamos frente al pintor más “pintor” de hoy.
¡Gauguin! ¡Con cuánto respeto debe pronunciarse ese nombre! Perfume de flor exótica, su pintura es música a la vez y poesía, hija de la preocupación de su tiempo. Todo, en ese hombre, está ya en embrión. De ahí que los bobos digan que es decorativo. Ejemplo pues, peligroso, si se toma por ahí. En Gauguin hay la preocupación, como en Seurat, de los complementarios; la preocupación geométrica de Cézanne, y su mayor preocupación, la del primitivismo como verdadera expresión del arte. Talló maderas y esculpió piedras, interpretó mitos y trató de penetrar lo profundo de la vida y de la naturaleza. ¡Qué gran alma de artista! Que no se le manosee, pues, haciéndolo un vulgar decorador. Braque, Picasso y Degas, no pueden aquí ponerse como ejemplos por no estar bien representados. ¿Por qué no se trajo una seria obra cubista de Braque? ¿Por qué a Picasso se le representa con una modalidad suya sin importancia, y además con obra tan mediocre? Degas no está más que a medias con ese retrato de Martelli. ¿Es que se pensó en un público suramericano? Es posible. Pero yo añado que bien merecido lo tenemos. Sinceramente pienso que era tiempo perdido mandar cosa mejor. Me dicen que el Rouault es bueno, y también el Matisse. Es posible. Y son dos buenos ejemplos de pintura de pintor, quiero decir sin literatura.

¿Qué influencia cree usted que puede tener aquí tal exposición?

No me hago ilusiones, y más por la influencia perniciosa de algunos mentores que procurarán que la juventud no descarrile. Luego, ¿dónde quedarían ellos? Aquí, la cuestión es que no se vea claro, aparte de que esos jamás han “visto”. ¡Hay que mantenerse en la mediocridad a toda costa!

Pero, aparte de eso, ¿cree usted que con esas pocas obras que ha señalado podría producirse una renovación en nuestra pintura?

Sí, sinceramente, lo creo. Creo que basta con lo que hay para que al fin se pueda “tomar tono”. Pero, ¿tantos no fueron a Europa, y allí se estuvieron años, y no vieron eso? Por eso antes dije que no me hacía ilusiones, Pero, si tal oportunidad pasa sin dejar huella, y si al fin no se ve lo falso en que se ha vivido con respecto a valores de arte, ¿cabrá ya tener más esperanza? Y no me pregunte más de pintura ni de pintores, pues estoy en otra cosa. Con la mejor voluntad y comprensión, ¿qué podrá hacerse con estos ejemplos, que no sea una imitación o un reflejo de Europa? Hay que hacer otra cosa. Y lo primero, pensar que estamos en América y que esta tiene una tradición.

(continúa el próximo domingo)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

bien! voy a seguir el proximo domingo... salu.

zen dijo...

Nos encontramos.
Salud.

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