miércoles

UNA EDUCACIÓN Y UNA TERAPIA PARA “INQUIETOS” (IX)


un ensayo inédito de Arnaldo Gomensoro


4. LA ORIENTACIÓN Y LA RE-ORIENTACIÓN COMO PARADIGMAS ALTERNATIVOS. LA “BRÚJULA DE LA PERSONALIZACIÓN”.

De acuerdo a todo lo que venimos desarrollando, no nos puede extrañar que las personas quietas tiendan a convertirse en pacientes pasivos de diversas patologías. Los inquietos, en cambio, se suelen resistir a ser diagnosticados como “meros pacientes”, y aspiran, por el contrario, a protagonizar activamente el enfrentamiento de sus problemas de salud.

No se niegan ni se resisten a consultar y a atenderse, pero pretenden tener participación en el proceso en cuanto “sujetos” y no ser manipulados como simples “objetos” de un quehacer técnico por parte de los profesionales de la salud. Algo similar ocurre con la educación cuando se supera la edad escolar y se ingresa en la adolescencia y en la juventud. La sobreentendida “rebeldía” juvenil tendría que interpretarse, entonces, como el despertar a la conciencia existencial de tener el derecho a incidir activamente en el propio destino personal. Y a no aceptar, conformistamente, los formatos educativos tradicionales.

El que, en la sociedad en que vivimos, los quietos constituyan la gran mayoría alcanzaría para explicar la universalización de los paradigmas manipulativos en la educación y en el mantenimiento o la recuperación de la salud. El problema en el que hoy nos interesaría ahondar es cuál tendría que ser el paradigma alternativo al que se afiliarían los educadores y los terapeutas inquietos, interesados en consolidar la inquietud de los inquietos y en despertar a los quietos de su sopor. Porque, aunque sean pocos, “los inquietos” y “los inquietables” son los que merecen prioritariamente ser destinatarios de un trabajo serio de educación y de terapia. Pues sólo ellos serán capaces de cuestionar y de remover el espeso conformismo que nos oprime y nos embrutece.

En este sentido, la imagen que utiliza Binswanger del terapeuta como “guía de montaña”, nos resulta el más elocuente y sugerente paradigma alternativo. Dadas las diferencias de las situaciones a enfrentar en el trabajo educativo y en el trabajo terapéutico, diríamos que el educador se limita, en las situaciones más corrientes, a actuar como “un guía metropolitano”, que debe orientar al educando en medio de la ciudad, mientras que el psiquiatra y el psicoterapeuta deben orientar al llamado paciente en los difíciles senderos de la montaña. (Este enfoque coincide con la concepción de Fritz Kunkel cuando caracteriza a la psicoterapia como educación en profundidad y a la educación como terapia menor).

Pero “orientar”, “guiar”, en cualquiera de los dos casos, es todo lo contrario de “manipular”, de “manejar”, de “prescribir autoritariamente” lo que el educando o el paciente deben hacer y hacia donde deben dirigir sus pasos. Por el contrario, “el guía” camina junto a la persona a la que orienta, evalúa junto a ella y con ella los distintos recorridos posibles y, en el mejor de los casos, se limita a proponer y acordar con ella por cual conviene optar en cada caso. Naturalmente, como profundo conocedor del territorio y como “baqueano” familiarizado con lo abrupto del camino, su opinión tendrá un peso decisivo en la decisión por la que se opte. Peso decisivo que dependerá mucho más de la confianza que inspire al educando o al paciente que de los créditos académicos que lo adornen.

Pues bien: inspirándonos en la imagen que nos propone Binswanger, es que hemos desarrollado lo que llamamos nuestro esquema alternativo, educativo y terapéutico, de orientación y de re-orientación existencial.

Para ello, hemos aplicado el modelo de “orientación topográfica” que han utilizado, desde siempre, tanto los cultores del montañismo, como los ejércitos, las guerrillas y las patrullas de boy scouts: disponer de un buen “MAPA” del territorio a recorrer, disponer de una buena “BRÚJULA” que nos ubique los puntos cardinales a tener en cuenta y disponer de “UN CLARO OBJETIVO” hacia el que dirigir nuestros pasos.

El gran problema que tenemos que enfrentar los educadores y los terapeutas “inquietos” es que EL OBJETIVO hacia el que dirigirnos suele resultar determinado por factores heterónomos que imponen, autoritariamente, un modelo de adaptación pasiva y conformista a los estereotipos del sistema. Y es la inclinación a esta adaptación pasiva y conformista la que caracteri-za, de acuerdo a todo lo que venimos diciendo, a las personas que definimos como “quietas”.

Será, pues, tarea de educadores y de terapeutas “inquietos” inquietar a los quietos para que cuestionen, revisen y reformulen creativamente su OBJETIVO EXISTENCIAL, ahora libre, responsable y comprometidamente, para así volverse dueños autónomos de su propio destino.

La "brújula", en nuestro Esquema de Orientación Existencial, constituye el conjunto de valores que definen el "hacia dónde" estamos decididos a dirigir nuestros pasos recorriendo el itinerario de un destino libremente elegido y no de un destino impuesto por los otros o por las circunstancias.

Ese itinerario se desarrolla a lo largo de cinco etapas:

1) La toma de conciencia crítica y autocrítica.
2) La liberación de servidumbres.
3) La definición de los nuevos valores que guiarán la construcción de un destino libremente elegido.
4) La responsabilidad de hacer aterrizar esos nuevos valores en la realidad.
5) El compromiso de "encarnar" esos nuevos valores, pragmáticamente, en nuestra propia persona.

Aunque estos cinco tiempos admitan caracterizaciones propias de cada uno, constituyen un entramado ético tan íntimamente integrado que su definición es más metodológica que práctica. Esto explica que, en cada uno de ellos estén implicados todos los otros, volviéndose los límites que los separan meros recursos conceptuales.

Hechas estas aclaraciones iniciales, pasemos ahora a caracterizar someramente cada uno de estos cinco "puntos cardinales" de la brújula que habrá de orientar nuestros pasos.


(continúa próximo miercoles)

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