El muchacho gigante y pinchudamente rubio entró al quilombo muy temprano y Shirley lo recibió con una euforia infantil, aunque cuando se empinó para abrazarlo no se besaron.
-Uau. ¿Cuánto llegaste a medir, Angelito? -cerró la puerta la muchacha recomponiendo su rostro profesional: -¿Vos sabés que siempre fuiste el que me gustó más de toda la escuela?
-Mido dos cero cinco -se dejó empujar hasta sentarse en la cama el adolescente de insondabilidad oceánica: -Y me acaban de citar para la selección Sub-20 que juega el sudamericano en Colombia.
-¿Y seguís sin poder besar a nadie?
-Pero la voy llevando. En la vida común choco la cara y en la cancha nos saludamos golpeándonos el pecho. Me costó años entender que sufro de una fobia lábica y paranoica a la mentira. ¿Te puedo pasar el brazo como si fueras mi novia?
-Para eso viniste.
-No. Vine para hablar contigo sobre algo muy importante. Otra cosa que aprendí en la terapia es que te adoro desde antes de nacer. Yo te llamo la celeste. Y desde que empecé a jugar al básquetbol a los seis años cada vez que la pelota va en el aire pienso: Si emboco es porque la celeste me quiere.
Entonces Shirley trató de apoyarle la cabeza en el hombro pero apenas pudo abrigarle el corazón con su melena dorada:
-El hijo loco de la maestra. A mí nunca me gustó llamarte así.
-Soy hijo de un Juez, también. Y anteayer me llegó un mensaje equivocado que le mandó mi padre a un mafioso.
-Qué raro.
-La gente manda tantos mensajes que algún día le erra mal. A mí es la primera vez que me pasa.
-Pero por algo fue. Mirá que en el Laboratorio de Artes yo aprendí que todo es arquitectura divina.
-Yo creo nada más que en vos. Y en el básquetbol, obvio.
-¿Y tu padre hace chanchadas?
-Mi padre y el Fiscal. Y te vengo a avisar que arreglaron para enfardarlos apenas amanezca, Shirley. De noche no se puede.
-¿Vos decís que nos van a allanar para encajarnos tizas? -saltó torciéndose un taco la chiquilina, que tenía una oreja llena de cascarones recién cicatrizados.
-Sí. Y me le metí en el mail a mi viejo y descubrí que lo están planeando hace días con Enzo Comendatore. Me voy porque tengo práctica en Montevideo y ya sale mi ómnibus.
-Gracias, Ángel.
-Yo pude aguantar la vida nada más que porque existían vos y la pelota.
-Y yo en la escuela te llamaba el Príncipe Azul y todas se me cagaban de risa.
martes
36 / EL HIJO LOCO [Milagros de una Puta]
para Jonnathan March
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