(reportajes recuperados)
LA PERCEPCIÓN DE LA REALIDAD POR EL ARTISTA
¿Usted habla de impresiones o percepciones originarias como algo cualitativamente distinto a nuestra percepción sensorial cotidiana? ¿Cómo sería esto?
En el inicio de la vida, las percepciones son distintas a las nuestras: decimos que no habría más que representaciones. Estas tienen, a diferencia de las percepciones, un carácter simbólico. Los símbolos corrientes son metáforas que apuntan a algo ausente, como los símbolos freudianos, por ejemplo. Los símbolos cósmicos (círculo, espiral) existen en el universo sin provenir de las representaciones. Seguramente tienen un carácter innato (como los arquetipos de Jung) pero nosotros decimos que son también percibidos.
Entonces, ¿en qué situaciones de la vida psíquica se perciben esos símbolos? ¿Sólo en el origen?
El yo temprano e indiferenciado, abierto al espacio, tiene una gran percepción de los símbolos cósmicos que existen en el universo. Es interesante ver cómo también los autistas, que tienen muy poco yo, perciben esos símbolos. Había una niña autista que obligaba a su terapeuta a fumar para ver la espiral del humo: cuando la terapeuta le dijo que era ella misma la espiral de humo que se perdía en el espacio la niña la aplaudió. Lo mismo le sucede al artista: el problema para él es que diferencia en el seno de lo percibido un orden de realidad que nosotros no vemos, como la niña que ve la espiral y no el humo. El artista ve un orden de realidad diferente, irreductible, de la cosa misma, lo que constituye su talento, su genio.
¿En qué consiste ese orden de realidad diferente que el artista, por ejemplo el pintor, percibe y nosotros no?
Generalmente el pintor, el plástico, ve formas donde nosotros vemos contenidos, formas que después va a estilizar. Torres García decía que en el caracol veía la espiral. Los artistas siempre han tratado de evadirse de la sujeción a las representaciones, no se han sometido a ellas. Han deformado los objetos, los han pulverizado. Matisse, por ejemplo, decía que percibía el espacio como una unidad entre el horizonte y el atelier en que él estaba. Es decir que veía un plano sin adentro y afuera, como si tuviera una percepción bidimensional: con ella hizo cuadros planos, frontales, transformaciones del espacio.
¿Cuál es el vínculo entre creación y locura? Porque usted planteó similitudes entre ambas.
No debe sorprendernos esta similitud entre las patologías narcisistas, por ejemplo, y la creación. En realidad siempre se vincularon estos hechos. Siempre se habló de la coexistencia de genio y locura, y ciertamente, todos sabemos que ha habido grandes genios creadores que han enloquecido realmente (no digo que a todos les suceda). El punto en que nosotros nos afirmamos es que se necesita cierto desequilibrio psíquico para crear, de tal manera que el yo se vuelve un poco complaciente para abrirse a esa nueva instancia que es el ser. Porque hay algo que es cierto y que no sólo nosotros lo decimos, y es que con el yo cotidiano no es posible crear. Este yo tiene una pobre realidad, que es la sensorial, la de todos los días. Es necesario ir más allá del yo y hacer seguir algo que es el narcisismo que el yo oculta, y que es, a nuestro criterio, el narcisismo del ser. Un narcisismo del ser del que los creadores siempre tienen nostalgia. El creador tiene un yo suficiente como para hacer algo creativo con eso que surge: el yo del artista tiene cierta claudicación, como para abrirse al ser, de la que después se repone. Tiene un pasaje de ida y vuelta. En la psicosis la claudicación es mayor, el sujeto se estaciona y no crea.
¿Por qué han habido entonces creadores, como Van Gogh y Artaud, por ejemplo, que crearon ese vínculo tan estrecho con la locura?
Me parece que los períodos creativos se dan cuando están un poco libres de la psicosis y no cuando están enteramente sumergidos en ella. Existe un período previo a la psicosis donde hay un desequilibrio psíquico que sin alcanzar aún la patología, les permite ser muy creativos.
¿Qué es lo que debe armonizarse, entonces, para lograr la creación?
La creación sería una conjunción feliz del narcisismo yoico y el narcisismo del ser, que por suerte algunas personas logran. Sin duda que se crea con el yo, pero debe ser un yo abierto al ser. Nosotros decimos que el creador hace del yo ser y del ser yo. No es fácil lograr esa armonía. Además hay que conservar la capacidad de juego que nos permite inventar: la creación es invención. Invención viene de invadir y el creador debe tener también cierta energía, cierta agresividad para romper con lo ya conocido y abrir nuevas vías tanto en ciencia como en arte.
El artista también obtiene beneficios psíquicos al crear. ¿Podemos decir que la creación mejora su estado mental?
Recuerdo unos hermosos versos de Heine, que Freud también citaba: Enfermo estaba y ese fue de la creación el motivo, creando convalecí, y en ese esfuerzo sané. También Hölderlin, el gran poeta alemán, decía que estaba muy preocupado por hacer poesía porque se veía venir la psicosis. Seguramente la retardaba con la creación. Después enloqueció y no creó más. El hecho es que el artista, si tiene un desequilibrio psíquico, adquiere un nuevo equilibrio al crear.
¿Cómo es que los artistas son tan capaces de percibir lo que pasa en su mundo interior, ya sea su locura, o bien su proceso de recuperación?
Freud planteaba que debía haber un desequilibrio de todo el aparato para poder crear. Nosotros creemos que ese desequilibrio es mayor de lo que suponía Freud: el mismo permite al creador percibir cosas que en equilibrio yoico no se perciben. Shakespeare decía en Hamlet: la eternidad no es para oídos de carne y sangre. Se refería a esos oídos sensoriales que perciben una pobre realidad con la cual no es posible crear. Cuando Freud habló de las percepciones originarias dijo que no eran percepciones sensoriales. Eran percepciones internas que no se perciben con todos los sentidos, salvo que seamos creadores y tengamos la posibilidad de ese desequilibrio psíquico. Cuando el aparato psíquico se abre al ser se perciben cosas que el yo con los otros sentidos no percibe.
Yo pensaba en cómo puede afectar al artista esta capacidad de percibir diferente. Carson McCullers decía en relación a su vida: “Siempre supe que se estaba realizando una fiesta maravillosa pero yo no podía participar”. ¿Cómo leemos eso? ¿Como depresión? ¿O se trata de alguien descolocado en el mundo por tener una forma particular de percibir, y que intenta con el arte una nueva forma de comunicación con los otros?
Sí, hay una transformación del espacio que el artista percibe. Lo que no quiere decir que lo depresivo no esté en juego. Lo que sucede es que no alcanza para explicarlo. Además muchos depresivos no son creadores. Según la idea freudiana, lo que estuvo en nosotros nunca deja de estar en algún sentido. Nada se pierde. Como sabemos, nosotros venimos de lo inanimado, que es anterior al todo. El universo existió durante millones de años sin que hubiese vida, hasta que se reunieron en forma adecuada los diversos elementos químicos necesarios y se constituyó la vida. Lo que hizo pensar a Freud que la pulsión de muerte busca volver a lo inanimado, creo yo que fue el hecho de que existe en cada uno de nosotros un núcleo de no ser. El artista percibe muy claramente esta muerte que no es la física sino la muerte que llevamos nosotros mismos en este momento (lo que pasa es que nosotros la dejamos para el final de la vida). Hay unas páginas hermosísimas de Borges, en donde habla de la historia y la eternidad y que él titula: Ser es muerte. Borges cuenta que paseando por Buenos Aires, próximo a su casa, de noche, en una calle solitaria, empezó a sentir que todas las cosas que lo rodeaban, los árboles, las paredes, las casas, el cielo estrellado y él mismo, estaban interconectados: a partir de ese momento se sintió muerto. Él no dice por qué. A mi modo de ver es porque el yo acaba de morirse. Porque si está conectado con todas las cosas entonces no es un yo. Borges dice que eso es lo que él entiende por inmortalidad: ese instante que yo viví es el mismo de hace 100 años, y en ese instante se sintió inmortal. Me parece que esta experiencia de Borges nos muestra cómo el artista tiene siempre una gran presencia de la muerte, porque en el ser, vida y muerte son lo mismo, no son opuestos sino dos caras de la misma moneda.
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