Shirley salió del baño con una toalla roja en la cabeza y avanzó desnuda hasta la cama como una garza a punto de romperse.
-Todavía estoy en palo, cosita -señaló la sábana que parecía acamellada por dos barrigas Comendatore. -¿Te sentís bien?
-Ojo que te zampaste dos celestes de angurriento, nomás -sacó un libraco de entre los peluches la chiquilina. -Mirá que ya tuviste un infarto y si la carpa te dura otras tres horas te conviene ir al médico.
-Me duele un poco la cabeza pero me siento el Tigre de la Malasia. No me vas a decir que no gozaste.
-Yo acabo viendo un culo por la calle, papá. ¿Conocés el Job analizado y traducido por Fray Luis de León?
-Por favor. No empieces con los santos.
-Mirá que esto es una joya de la biblioteca personal de Borges. Y además no estoy tratando de enseñarte a escribir porque sos un disidente congénito de la belleza enamorada. Quiero darte las gracias.
-¿Pensás seguir metiéndome el dedo en el orto?
-¿No te gustó?
-Fue un poema. Pero dedos intelectuales no preciso.
-Escuchá: No hay cosa mas cerca ni mas lejos, mas encubierta ni mas descubierta que Dios. Demas de que veces hay, que se asconde a los suyos para fin de probarlos, y ascondeseles tanto, que les parece no tiene acuerdo de ellos, ni ellos hallan rastro dél por mas que le buscan, en que padecen lo que decir no se puede. Y Job lo sentía agora ansí. Pero dice: Mas él supo mi carrera, examinárame como oro que por fuego pasa. Y yo acabo de vomitar y cagar a Satanás en el baño para siempre. Gracias a vos.
-¿Nada más que por obligarte a desembarrármela con la lengua?
Entonces Shirley soltó el libro aladrillado y se cayó en la cama boca abajo y el gángster se asustó:
-Dale, Gení. Arrimate que te hago mimos. Salvaste la Casa de Naná y el Laboratorio de Artes. ¿Qué más querés?
-Quererte -se arrastró la chiquilina hasta el viejo desorbitado.
-Estás chorreando sangre.
-No es nada. Hoy casi te hago puré la sabiola con la 38 pero después transamos en que te iba a dar todo.
-Ya fue. Ya fue, pitufa.
-Todavía no te quise. Mirá: todos los hombres se parecen a Jesús si la Virgen les encuentra el dolor. Quedate quieto.
Y después de corcovear echando una baba verde la infanta le engarfió la nuca a Comendatore y trató de sonreír:
-Pobrecito. Lo que precisabas era llorar como la gente, loco.
Y después se desmayó.
-Todavía estoy en palo, cosita -señaló la sábana que parecía acamellada por dos barrigas Comendatore. -¿Te sentís bien?
-Ojo que te zampaste dos celestes de angurriento, nomás -sacó un libraco de entre los peluches la chiquilina. -Mirá que ya tuviste un infarto y si la carpa te dura otras tres horas te conviene ir al médico.
-Me duele un poco la cabeza pero me siento el Tigre de la Malasia. No me vas a decir que no gozaste.
-Yo acabo viendo un culo por la calle, papá. ¿Conocés el Job analizado y traducido por Fray Luis de León?
-Por favor. No empieces con los santos.
-Mirá que esto es una joya de la biblioteca personal de Borges. Y además no estoy tratando de enseñarte a escribir porque sos un disidente congénito de la belleza enamorada. Quiero darte las gracias.
-¿Pensás seguir metiéndome el dedo en el orto?
-¿No te gustó?
-Fue un poema. Pero dedos intelectuales no preciso.
-Escuchá: No hay cosa mas cerca ni mas lejos, mas encubierta ni mas descubierta que Dios. Demas de que veces hay, que se asconde a los suyos para fin de probarlos, y ascondeseles tanto, que les parece no tiene acuerdo de ellos, ni ellos hallan rastro dél por mas que le buscan, en que padecen lo que decir no se puede. Y Job lo sentía agora ansí. Pero dice: Mas él supo mi carrera, examinárame como oro que por fuego pasa. Y yo acabo de vomitar y cagar a Satanás en el baño para siempre. Gracias a vos.
-¿Nada más que por obligarte a desembarrármela con la lengua?
Entonces Shirley soltó el libro aladrillado y se cayó en la cama boca abajo y el gángster se asustó:
-Dale, Gení. Arrimate que te hago mimos. Salvaste la Casa de Naná y el Laboratorio de Artes. ¿Qué más querés?
-Quererte -se arrastró la chiquilina hasta el viejo desorbitado.
-Estás chorreando sangre.
-No es nada. Hoy casi te hago puré la sabiola con la 38 pero después transamos en que te iba a dar todo.
-Ya fue. Ya fue, pitufa.
-Todavía no te quise. Mirá: todos los hombres se parecen a Jesús si la Virgen les encuentra el dolor. Quedate quieto.
Y después de corcovear echando una baba verde la infanta le engarfió la nuca a Comendatore y trató de sonreír:
-Pobrecito. Lo que precisabas era llorar como la gente, loco.
Y después se desmayó.
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