domingo

ATAHUALPA DEL CIOPPO: LA INFANCIA QUE LEVANTÓ VUELO ESCONDIDA EN LA COPA DE UN PLÁTANO (II)

(reportajes recuperados / segundo tramo)

MONTEVIDEO II


El niño siempre fue muy flaco y era uno de los más chicos entre los que jugaban al fútbol en la plaza Garibaldi: por eso lo ponían de golero. Pero aquella mañana convenció a los demás chiquilines de que tenían que ir al teatro. “Sí. Pero che, no tenemos plata” le dijeron. “No importa. Es un ensayo” los arengó el golerito: “Ellos ensayan a la una de la tarde. Ustedes me vienen a buscar a esa hora y nos vamos para allá”. Y cuando la pandilla apareció en la puerta del Cibils el golerito le dijo al portero (con quien ya se conocían mucho de vista): “Mire, aquí traigo estos compañeros, que nunca han visto teatro. Déjelos entrar al ensayo para que conozcan. Porque después, si a ellos les gusta, de repente empiezan a venir con los familiares. El portero se negó, pero el niño desgarbado ordenó con mansedumbre: “Digalé. Digalé al gerente”. “Pero cómo van a entrar al ensayo. No puede ser. De ninguna manera” sentenció el gerente, cuando salió a la puerta. “Mire que nosotros somos muy respetuosos” lo enfrentó el niño, implacablemente manso: “Nosotros venimos a mirar, nomás”. Y los dejaron entrar y sentarse en las últimas filas, bajo vigilancia estricta y amenazados de ser expulsados al menor lío que armaran.
La compañía ensayaba sólo con un piano, y en lugar de los trajes relumbrantes los actores usaban deshabillés y batas. Pero la magia estaba, y amordazó al cuadro de fútbol como una gran marea de terciopelo. Entonces el golerito transfiguró su fascinación en una risa contenida cuando recordó lo que había sucedido muy pocos días atrás en aquel escenario tan aparentemente intocado por el espesor callejero del mundo. Fue durante el enamoradísimo rapto de una mujer, donde aparecía en escena nada menos que un auto. ¿Sería uno de los primeros Lancias o uno de aquellos Renault trompudos tipo cupé que usaba don pepe Batlle? Lo cierto es que el auto sufría un panne y traían un caballito para remolcarlo. Y aquella noche el caballito se puso nervioso y se meó desarrollando escandalosamente su instrumento y no hubo más remedio que bajar el telón y cuando lo volvieron a levantar Américo Celestino del Cioppo Fogliacco (que demoraría muchos años en emponcharse con el seudónimo poético de Atahualpa) seguía desmadejándose de la risa hasta que su padre lo obligó a interrumpir su festejo insurrecto.

CANELONES II

En mi familia, como pasaba y sigue pasando en toda familia de clase media que logra cierto desarrollo económico, no querían que nosotros fuésemos trabajadores manuales. La familia determinó que había que tener un abogado y un médico: yo iba a ser el abogado y mi hermano Carlos el médico. Lo determinaban ellos en su afán de ganar notoriedad, claro, sin que les importara en absoluto lo que pensáramos nosotros. Entonces la vida, que es muy sabia, frustró todas esas posibilidades, porque un tío mío que era escultor en madera y músico -pero también un jugador empedernido y muy enamoradizo- contribuyó tanto al desarrollo económico de la familia como a su gran desastre. Y de allí en adelante se fueron atenuando y desvirtuando los proyectos. Los que se iban muriendo eran los hombres, además, y quedaron un montón de tías viejas junto con los sobrinos. De modo que tuvimos que salir a trabajar. A mí lo que me seguía gustando era el teatro y el deporte. Y hubo un período durante el cual me importó mucho la presencia de los amigos anarquistas que tenía mi tío el escultor. Mi tío nos llevaba a las conferencias que daban en la plaza el español Leoncio Lasso de la Vega -que además era pianista y redactor de “El Día”- y Ángel Falco, otro poeta de la generación de Florencio Sánchez. Y junto con ellos aparecían Froilán Vázquez Ledesma -la figura literaria de Canelones- y Llorca, un viejo obrero muy esclarecido.
Ese fue un período donde los anarquistas crearon los sindicatos y desarrollaron la primera formación reivindicadora y libertaria, jugándose la vida por lo que hacían, mereciendo el máximo respeto -aunque la historia es la historia y le da la razón a quien la tiene, a la larga.

(continúa próximo domingo)

(LEER Primer tramo - click aquí)

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