sábado

[Fe de un Seminarista] Fray Pablo del Reino

Fray Pablo del Reino (Uruguay, 1983) ha dado a conocer relatos y poemas en publicaciones y performances colectivas. Actualmente radica en un convento floridense de la Orden de los Carmelitas Descalzos.
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1

Sin el misterio, la vida sería irrespirable
Gabriel Marcel


C
uándo es el día Padre
de que esta mano llegue hasta tu barba tremenda
que en tus falanges dulcísimas me cuentes la octava tarde
mientras tu pueblo descansa en constelaciones verdes
Cómo se lleva Padre el latido hasta la lengua
para besar el ojo envenenado
que cambie sus fluidos y te ofrezca el aire
Será un golpe de luna
o huevos fosforescentes cuando los monos bailen de tristeza
Cruzar el hormigón brillan tus ríos Padre
pero un polvo acerado nos alfombra la garganta
tus pequeños se estiran con las melenas vírgenes
y mi tacto no sabe de abrigarse en la baldosa

Dame tu caricia Padre
que mis músculos dorados ya aceptaron su madera


Un hombre con los labios curtidos de páginas vino por mis pequeñas manos. Lo mandaste con un sorbo de tu aire. Y esa miel que dormiste cuando yo era sólo un ombligo en las complicadas aguas de mi madre, la levitás en el estruendo del siglo para acompañar los gemidos de las piedras. Porque hay constelaciones con la alacena abierta y no sabemos poner los ojos en lo hondo.
Pero yo no seré un hacha en las robustas dimensiones, sino arado sobre el cemento despreciado.
Ahora te hablo a vos, hermano de mis uñas. Vos que dormís en las desesperadas teclas de esta sinfonía de datos y colores. Vengo a soplar la gota que escondés en tu arsenal de pestañas. Que te invito a abonar con fluidos transmutados, los pedazos de luz que en los hombres, esperan el reino de la espiga.
Yo no sé de reprimir las hojas indecentes. Solo sé que hay belleza en el barro y que cruzando esa humedad, garúa un oro perpetuo. Que cada hombre es una alabanza de carne y cielo. Y que tu invencible hermosura, hermano de los pastos y las corrientes finales, es el misterio del beso en la sencillez lunar.
Indecible Abedul Profundo: ésta es mi simplísima frente y mi latido, no tengo huesos perfectos. Y aunque mis ojos son toscos y mi espalda de harina, sé que en espiraladas columnas, todos caminamos al colmo de tus manos.


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