Fue el único ángel en el que creí porque vino justo para darme la mano durante el apagón. Apareció como un niño de huesos de pólvora y boca huérfana -de esos que dan ganas de querer- llevaba un pulmón castrado de raíces y los años estiradísimos vendándole los ojos.
Fuimos haciéndonos hermanos con la angustia de los domingos de tarde, allá cuando no había otro día en la semana. Los dos sabíamos de reventarnos contra la pared para calmar el dolor. Girábamos entre la seducción de los mismos filos y queríamos volar con algo más puro que el porro. Los dos sabíamos de la necesidad de un puto abrazo.
Su lengua metálica maquilló mis ojeras. Me vistió de otra mujer a la que dibujó desnuda. Hizo magia con un pedazo de pétalo. Puso vida en mi pozo. Y se fue.
Hoy está en otro tiempo pensando en otro idioma.
Y una parte de la Nena vive en Rumania.
Fuimos haciéndonos hermanos con la angustia de los domingos de tarde, allá cuando no había otro día en la semana. Los dos sabíamos de reventarnos contra la pared para calmar el dolor. Girábamos entre la seducción de los mismos filos y queríamos volar con algo más puro que el porro. Los dos sabíamos de la necesidad de un puto abrazo.
Su lengua metálica maquilló mis ojeras. Me vistió de otra mujer a la que dibujó desnuda. Hizo magia con un pedazo de pétalo. Puso vida en mi pozo. Y se fue.
Hoy está en otro tiempo pensando en otro idioma.
Y una parte de la Nena vive en Rumania.
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