sábado

21/ El Caldero de la Bruja [Anna Rhogio] - La novela WEB de magia y hechicería para niños

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40 / -¿Y los seres ígneos que viven en el fuego? Esos pequeñísimos duendes hechos con llamas que se agitan y danzan en ellas, ¿qué pasa con ellos cuando se apaga la hoguera?
Eran las preguntas que hacía Nahala entrecerrando los ojos cargados de sueño, en tanto miraba la lumbre.
-Ah -contestaba Salma: -Se esconden en las cenizas y permanecen ahí, hasta que alguien reaviva los rescoldos.
La madre sabía que luego de la explicación venía el pedido de su mujercita:
-Cuéntame lo de aquella...
-Sí.

Había una vez una diminuta flama que deseaba convertirse en una enorme pira, o ser parte del Padre Sol. Cuando brillaba encendida, saltaba en chispas centelleantes, se deshacía en mil destellos y se volvía a formar. Era para decir: “¡Aquí estoy!”, pretendiendo ser notada. Las hadas conocían sus afanes y una buena noche le hablaron: “Antes de ser parte del Padre Sol, tendrás que ser parte de una pira y antes, parte de un hornillo y antes, parte de una humilde lámpara de aceite”. “¡Bien!” exclamó feliz. Así, le ordenaron que alumbrara las horas oscuras en una cabaña donde vivían muchos niños. Los padres trabajaban haciendo sus tareas y ella se esmeraba para que la iluminación fuera más que suficiente: se empinaba, crecía elevándose ufana y los artesanos se maravillaban al terminar mucho antes por causa de la mucha luz que los beneficiaba. Al tiempo se marcharon y se llevaron la lámpara consigo por sus hechicerescas virtudes. En la nueva casa, sus dueños, en un acto genial, la dividieron para que fuera parte no sólo de la lámpara, sino del hornillo y de la pira exterior con la que ahuyentaban a los lobos de pasos furtivos. Al obedecer el mandato de las hadas tan prontamente, pensó que ya estaba lista para volver hasta el Padre Sol para que le concedieran su más grande deseo. Es que había servido muy bien a sus amos. Pero la alegría reinaba en aquel hogar... Se sentía útil y amada. Entonces ya no quiso ser parte del sol y decidió quedarse junto a los hombres.

-¿Esa fue la primera llama que existió en el mundo?
-No.
-¿Cuál fue la primera?
-No se sabe bien. Los dioses fueron dándolas a los pueblos según como se portaban, como premio por ser cada vez mejores. Así que aparecieron en la tierra en distintos lugares y en épocas no demasiado distantes entre sí.
-Mmmmmmmm... -bostezaba la niña: -Las divinidades sabían muy bien lo que hacían cuando mandaron a un rayo para que incendiara algún tronco seco en alguna remota tormenta del pasado...
Y lo último que veía, antes de quedarse dormida, era la mínima flama del fogón que bailaba entre sus ojos y sus pestañas.

41 / Nahala está ocupadísima preparando velas.
Ya no son una novedad y en los hogares su amable claridad aleja las tinieblas nocturnas.
-Hija, termina la tarea y guarda tus útiles; la casa tiene que quedar ordenada para cuando regresemos.
-¿Kem y Tabeth cuidarán bien a los animales durante nuestra ausencia?
-Despreocúpate, lo harán.
Larne, Salma, Laal y Nahala se encaminan a la casa de piedra ignorando que les aguarda una de las experiencias más fascinantes de sus vidas.
El hada hermana del viento del Sur les había sugerido que debían traspasar las puertas selladas.
Los magos mayores los reciben sabiendo de su llegada porque en el plano espiritual todos los seres están unidos por sus auras y por los invisibles lazos del pensamiento.
Larne y Laal recorren los aposentos admirando los misteriosos ornamentos.
Las puertas selladas se insinúan en la pared nada más que con marcos blancos de mármol de sobrio diseño lineal.
Son tres.
Un escudo corona sus dinteles.
Mortry, el de la barba blanca y la mucha sabiduría les habla:
-Cenaremos y después irán a descansar. Mañana la jornada será interesante y algo fatigosa.
Al levantar el día toman un frugal desayuno de legumbres y verduras, y beben té.
Luego Mortry los guía al salón de las ventanas con vitrales y practican meditación varias horas.
En el ocaso los ubica frente a la primera puerta y los hace sentar en el piso.
Los magos comienzan a cantar desde sus celdas con tonos tan bajos que sus voces no parecen pertenecer a hombres. Son monótonas sílabas de significado desconocido, acompañadas por breves toques de maderas bien templadas.
Las notas se esparcen y las ondas sonoras giran rodeándolos con un fragor retumbante que se puede percibir extendiendo los dedos, abriendo los brazos.
La fuerza aumenta.
Es tan potente que hace vibrar las piedras y uno a uno se ponen de pie, vibrando también.
Tienen la necesidad de asirse de las manos ante lo desconocido porque sienten que sus cuerpos se desmaterializan. Así, atraviesan la puerta sellada.

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