martes

[Cefalea] · Virginia Miller

A menudo odio mi sangre. Forma olas que se me revuelcan en la conciencia como amantes, envenenando de latidos la cordura. Taladra a un ritmo perfecto toda la maravilla de la luz. Amplifica ferozmente los zumbidos de la humanidad y ya no tolero la voz del compañero ni el ronco desorden del corazón. Es como un padre que no se cansa de machacar culpas y tiene la indecencia de no dejarme escribir.
¡Fobia al mundo! La impotencia es una cárcel hacinada de rabia. Y cruje cada vértebra borracha de dolor. Hasta el pelo se me vuelve agónico cuando se inflama la carne. Y golpeo la cabeza contra el mármol y la sombra porque no hay orgasmo que descomprima el gris de los pulmones ni píldora que apague los rugidos de la razón.


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