55 / ¿Cómo, pues, podían estar preparados para lo que sucedió en cuanto amaneció?
Las primeras esferas de fuego los inmovilizan.
Nahala tañe fuertemente la campana.
Se reúne con sus seres queridos para escapar juntos y ayudar a sus vecinos.
Vlassa y Druss auxilian a todos y protegen a sus hijos.
Oyen los gritos de guerra de los hombres que ya han desembarcado.
La confusión es aterradora.
Cabras y ovejas huyen pisoteando a la gente.
Nahala llama a Laal y no lo encuentra.
Kem y Tabeth disparan con su numerosa familia, pero Beneth vuelve atrás por la muñeca olvidada.
La madre se desgañita llamándola y Nahala vocifera:
-¡Vayan a la casa de los magos! ¡Guíen a los demás a la casa de piedra! ¡Yo traeré a esa jovencita!
La alcanza y la toma con fuerza de la mano:
-¿Te volviste loca? ¿Dónde crees que vas? ¿No ves el peligro?
-Mi muñeca...
-¡Déjala! ¡Laal te hará muchas! ¡Corre! ¡Corre conmigo!
Ya es tarde.
Un guerrero les cierra el camino.
Lleva una máscara con los rasgos de la mano del mortero.
Le gruñe, más que le habla:
-¡Brruja! ¡Te quemarremos porr brruja! ¡A ti y a tu crría!
Antes que las ate a un pino que comenzó a arder, recuerda al hada hermana del viento del Este y abre la cajita de plata que lleva colgando del cuello.
El hombre las amarra.
Beneth cierra los ojos y llora, abrazada a su cintura.
Pero Nahala sonríe.
Confía.
Un hada jamás abandona ni engaña a sus protegidos ni a nadie.
El humo las hace toser y el calor las sofoca y las aturde.
Por esa magia especial que une y comunica a los seres, el aviso es atendido.
Una espada está cortando las ataduras.
La hechicera gira la cabeza para mirar quién es.
Se distingue de los otros porque no lleva máscara y se viste con pieles blancas.
Reconoce a Temani:
-¡Eres tú! ¡El Heraldo de la Bruma!
-Lo soy y esto me pertenece. Es el precio por tu libertad.
De un tirón le arranca una de las llavecitas que penden de la pulsera que le había regalado Gmelina, la reina de los gnomos.
La que más quiere: la adornada don diamantes y aguamarinas.
-Gracias, Temani. No he olvidado tu nombre.
-¡¡VETE!! ¡¡VETE CON LA NIÑA!! ¡¡CORRE COMO SI TUVIERAS ALAS EN LOS PIES!!
No puede ver por dónde van: la humareda las ciega, pero a pesar de eso las oculta de los hombres máscara.
Teme haberse perdido con Baneth, pero Mussi y el Señor Blatt acuden a ayudarlas.
-Todos están a salvo y se dirigen a la morada de piedra.
-¿Podrán verla? ¿Se hará visible para ellos?
-La verán. Laal te busca como un loco; piensa que estás muerta. Puedo volar y decirle que te encuentras acá.
-Sí, Mussi, por favor...
Se sientan para recobrar el aliento.
Baneth solloza blandamente.
Blatt, a modo de consuelo, les lame las caras tiznadas moviendo la cola.
Una sombra aparece desde atrás de un árbol.
Nahala recupera su bravura.
Se pone de pie de un salto con el rostro transfigurado por el furor y toma una rama para defenderse:
-¡¡¡LÁRGATE!!! ¡¡¡LÁRGATE!!! ¡¡¡LÁRGATE!!! ¡¡¡QUÉ MÁS QUIERES!!! ¿¿¿NO TE ALCANZA CON LO QUE NOS HICIERON??? ¡¡¡JURO QUE TE MATARÉ!!! -grita.
Pero el enemigo es gigantesco y la niña depende de ella.
Lo piensa mejor.
Astuta, tienta su codicia con un ardid: sacándose otra de las llaves, la pone delante de los ojos del guerrero, haciéndola brillar.
Él no titubea: se la saca de un manotón y se va.
-¡Vámonos! -dice a la pequeña.
Laal viene para guiar sus pasos.
martes
31/ El Caldero de la Bruja [Anna Rhogio] - La novela WEB de mágia y hechicería para niños
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