sábado

28/ El Caldero de la Bruja [Anna Rhogio] - La novela WEB de magia y hechicería para niños

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52 / Sin hablar, le extiende la mano y le entrega un pergamino.
Nahala lo desenrolla.
Tiene una escena de guerra dibujada con tinta.
Son soldados armados que amenazan con espadas a un grupo de gente; en el suelo, hay una persona atravesada por una lanza.
Y al pie, la firma: la cara tan temida de la mano del mortero del señor de las cucharas.
¡Es como si Laal la hubiera presentido!
La joven llora y el hombre parece compadecerla:
-Soy Temani. He cumplido. No te demores demasiado.
Vuelve a la barca y se aleja.
Se da cuenta de que no puede odiarlo y recuerda a Mortry.
Reacciona y dispara rápida como una centella a la aldea.
No tiene voz para gritar y toca la campana con furia.
Sus sentimientos tan dispares la desconciertan.
Pasó de la parálisis del miedo al movimiento y del movimiento a la ira.
Los aldeanos se alistan en pocos minutos como si hubieran ensayado la huida.
Tabeth piensa en lo que dijera Salma: “Nadie estará en el campo ese día”.
-¡Kem! -llama a su marido que permanece aturdido en el centro de la cabaña. -¡Ocúpate de las criaturas! ¡No se te ocurra llevar nada! ¡Abriré la puerta del pesebre! ¡Acaso alguna oveja pueda salvarse! ¡Son tan tontas las pobrecillas!
Sale y manda a sus vecinas a que hagan lo mismo.
La mujercita temerosa se ha convertido en líder y sonríe de sí misma con asombro.
Salma y Larne encienden los cirios santificados que les había dado el enviado de la divinidad suprema.
Uno lo lleva Tabeth, otro Okila, otro Annikka, la madre de Kem, y el cuarto el propio Larne.
Sus llamas los guían en la niebla.
Laal recoge las herramientas y Nahala la reluciente campana.
Entran en los hogares para recomendar:
-No carguen con nada que tenemos mucho que caminar.
-Ocúpense de los ancianos, los niños y los débiles.
Gracias a la meditación diaria, los ancianos no se ven demasiado viejos, ni los débiles lo son tanto.
Los fugitivos desaparecen en el bosque.
Sus amados pinos los ocultan.
Salma habla de continuo:
-¡Silencio! ¡Marchen en silencio!
-Me pregunto si estaremos lo bastante lejos y a salvo en la casa de los magos.
-Estaremos a salvo, hija.
Los pequeños intuyen el mal y van junto a sus madres con la boca cerrada.
Uno de los campesinos porta en sus brazos a su bebé muy rubio y de ojos celestísimos.
El niño levanta la cabeza para mirar un pajarillo que canta en una rama; lo señala con su dedo sonrosado:
-¿Ah?

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