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27/ El Caldero de la Bruja [Anna Rhogio] - La novela WEB de mágia y hechicería para niños

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51 / Una lluvia tenaz ha caído durante la noche.
Sigue enturbiando el paisaje y nadie ha podido salir al campo.
Sobre el mediodía el diluvio cesa pero el calor es sofocante: la atmósfera saturada de humedad crea un celaje bajo y espeso que no permite ver más allá de unos pocos pasos.
Nahala sabe que será hoy.
Que vendrá.
Baja a la playa con desgano sin decírselo a nadie.
El Señor Blatt camina a su lado perezosamente, la lengua afuera y el rabo entre las patas.
La muchacha se sienta en la orilla donde viene a morir la espuma y aguarda.
El lobo, con las orejas erguidas, permanece estático parado junto a ella, acechando.
La niebla ha borrado el resto del mundo.
Blatt gruñe...
-Shhhhhhhh...
Se escucha un suave chapaleo; el rumor de un par de remos entrando y saliendo del agua.
Aun no puede distinguir nada.
Entorna los párpados y fija la vista con intensidad en lo que parece algo que avanza.
La cerrazón juega remolinos delante de sus ojos, creando figuras engañosas y espectrales que distorsionan su visión, alargando y acortando lejanías.
Pero tiene la seguridad de que se aproxima.
Blatt está cada vez más excitado, furioso, y lo toma por el pelaje del pescuezo para sujetarlo.
De pronto, allí está la silueta de la barca y del hombre que rema.
Se para de un salto.
Las aletas de su nariz y las del hocico de Blatt se aflojan y se contraen.
Ambos husmean el aire.
Por el olor, conocerán las intenciones del que llega.
La barca encalla a pocos metros.
El hombre que baja tiene vestidos de colas de zorro blanco, un gorro puntiagudo con bordes de piel de oso polar y porta un escudo y un largo venablo.
Sus hombros son anchos y luce la ropa con arrogancia.
Con la dignidad de un guerrero.
Tal vez, un guerrero de las entidades de la luz.
Es tan alto como Laal.
Aun no distingue su cara y, a pesar de los consejos de Mortry, no puede dominar el terror que le aprieta la garganta.
Jadeando, espera que se acerque.
Ahogándose casi.
Su cuerpo tiembla de pies a cabeza y no sabe cuánto más la sostendrán las piernas.
La angustia y las pesadillas acumuladas surgen juntas; la conmocionan.
La aplastan.
Siente que la derrumbarán en ese breve lapso de distancia que los separa y que se acorta.
No puede controlar más al lobo que saltará al cuello del desconocido.
Él levanta la mano en señal de paz.
Inesperadamente, Blatt se calma.
Y ella, al fin, consigue mirarlo.
Es un ser de exótica belleza.
Contempla su aura: es purísima y dorada.
Tenerlo enfrente y mirar a sus ojos...
Recupera la serenidad que había perdido hacía mucho.
Es el Heraldo de la Bruma.

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