Un lunes de lluvia huracanada el quilombo cerró muy temprano y Shirley se arrimó a la barra sin cambiarse y encontró a Paco leyendo un poemario inédito de Jorge Boccanera recién llegado por mail al Laboratorio.
-¿Naná estará despierta? -mostró su copia de Palma Real la muchacha. -Yo también acabo de devorarme a este monstruo. Y es como si me hubieran violado en la selva del paraíso.
-Tal cual -trató de acomodarse inútilmente un mechón rebelde el hombre engominado a lo Zitarrosa. -Naná pasa muy mal la madrugada. Es el desasosiego de la hora del lobo. Entrá, si querés. ¿Vos conocés el libro que le escribió Leonardo a una perra que se le murió en Montevideo?
-De Leonardo conozco solamente canciones.
-Hay un texto que se llama Uñas y dice: Lola me enseñó que la última belleza es un puente floral que ni los aguaceros del espanto pueden despatarrar definitivamente. / Porque la fe instintiva en los vitrales es capaz de cosernos a otro esqueleto. / Uñas del arcoiris. / Se precisan dos almas para que la desesperanza sepa que ella es el verdadero espejismo. Boccanera y Leonardo son muy amigos. Porque según Onetti la muerte es un detalle.
Shirley cabeceó sonriendo y al llegar al dormitorio donde agonizaba el travesti entreabrió apenas la altísima doble puerta esmerilada y Mariana Ventura le hizo una seña para que pasara con el mayor silencio posible.
-Vos no me querés dar la inyección porque las nurses son yeguas de alma -roncó en ese momento el hombre-mujer que ya no podía pesar más de cuarenta quilos.
-Te acabo de explicar que todavía te faltan cuarenta y cinco minutos para el otro pinchazo, corazón.
-¿Sabés lo que me está diciendo la voz de atrás del corazón? Que lo que oímos llover es mierda y que el quilombo y el Laboratorio se van a ir a la mierda enseguida que yo me muera.
-Vos quedate tranquila y no le des pelota a nadie más que a Yemanjá. Ya sabés que Satanás ladra pero no mata.
-Pero quién le aguanta los truenos si no me pinchás, yegua.
La ex-prostituta color borra de café recién hecho echó a Shirley con un brazo pero la chiquilina abrió Palma Real y rezó:
-Hasta que entra la lluvia. Mudo en callado mundo, / color de la omisión y el ninguneo, / tiempo del excluido, hasta que entra la lluvia. / Por la puerta más grande entra la lluvia / y te besa la frente, y le da la palabra a cada cosa.
-Mirá -se acarició el cráneo lunarizado por la quimioterapia Naná. -Me acaban de volver a poner la peluca invisible. Pero ahora es un arcoiris.
Entonces la negra miró a Shirley para que siguiera leyendo y la chiquilina agregó:
-Es remoto y futuro lo que veo / vos conmigo. / En este gran caldero, la cuchara de Dios mezcla la selva.
-¿Naná estará despierta? -mostró su copia de Palma Real la muchacha. -Yo también acabo de devorarme a este monstruo. Y es como si me hubieran violado en la selva del paraíso.
-Tal cual -trató de acomodarse inútilmente un mechón rebelde el hombre engominado a lo Zitarrosa. -Naná pasa muy mal la madrugada. Es el desasosiego de la hora del lobo. Entrá, si querés. ¿Vos conocés el libro que le escribió Leonardo a una perra que se le murió en Montevideo?
-De Leonardo conozco solamente canciones.
-Hay un texto que se llama Uñas y dice: Lola me enseñó que la última belleza es un puente floral que ni los aguaceros del espanto pueden despatarrar definitivamente. / Porque la fe instintiva en los vitrales es capaz de cosernos a otro esqueleto. / Uñas del arcoiris. / Se precisan dos almas para que la desesperanza sepa que ella es el verdadero espejismo. Boccanera y Leonardo son muy amigos. Porque según Onetti la muerte es un detalle.
Shirley cabeceó sonriendo y al llegar al dormitorio donde agonizaba el travesti entreabrió apenas la altísima doble puerta esmerilada y Mariana Ventura le hizo una seña para que pasara con el mayor silencio posible.
-Vos no me querés dar la inyección porque las nurses son yeguas de alma -roncó en ese momento el hombre-mujer que ya no podía pesar más de cuarenta quilos.
-Te acabo de explicar que todavía te faltan cuarenta y cinco minutos para el otro pinchazo, corazón.
-¿Sabés lo que me está diciendo la voz de atrás del corazón? Que lo que oímos llover es mierda y que el quilombo y el Laboratorio se van a ir a la mierda enseguida que yo me muera.
-Vos quedate tranquila y no le des pelota a nadie más que a Yemanjá. Ya sabés que Satanás ladra pero no mata.
-Pero quién le aguanta los truenos si no me pinchás, yegua.
La ex-prostituta color borra de café recién hecho echó a Shirley con un brazo pero la chiquilina abrió Palma Real y rezó:
-Hasta que entra la lluvia. Mudo en callado mundo, / color de la omisión y el ninguneo, / tiempo del excluido, hasta que entra la lluvia. / Por la puerta más grande entra la lluvia / y te besa la frente, y le da la palabra a cada cosa.
-Mirá -se acarició el cráneo lunarizado por la quimioterapia Naná. -Me acaban de volver a poner la peluca invisible. Pero ahora es un arcoiris.
Entonces la negra miró a Shirley para que siguiera leyendo y la chiquilina agregó:
-Es remoto y futuro lo que veo / vos conmigo. / En este gran caldero, la cuchara de Dios mezcla la selva.
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