domingo

[Diario de una Señora] - Andrea Moreira


Desde este sábado borroso y eterno
adentro de mi primer sombra y desde el hueco florecido de mi garganta
agradezco las llagas de mis manos por ejemplo.
Ellas se llenaron de ampollas caminando con mis muertos al Buceo
en un rastro lento de palabras nunca dichas
y que enterradas en mi cruz jamás serán apreciadas
salvo por el demonio
o por Dean:
que está con el demonio.
Agradezco las sábanas con olor a nunca más
porque en ellas perdono
los cuerpos enrojecidos de inútiles abrazos:
herrumbrados semidioses que de esperma turbio me bautizaron.
Agradezco los árboles de enfrente
porque con su desnudez
abrigaron a la mano incierta que levantó vestidos
y a la sombra de Virgilio
observamos los muslos paridos por el sol.
Agradezco mis repentinos pliegues humedecidos
por gotas de saliva y lenguas que imitan la voz
del poema jamás soñado
en donde duermen torpes imágenes.
Agradezco todas mis lunas inmediatas
mis ovarios envejecidos
porque en su piel desgastada y la oscuridad de su huevo
está también el agua luminosa de sus encuentros
están mis dos niños arrancados
mi varón sonriente: el que me nace.
Agradezco el síndrome que me llueve la sangre
porque en ella bebo la huequedad de tus ojos
el agujero de tus dientes
el peso de tu pecho
tu jiba marchita.
Agradezco que pongas tu corazón en mi plato
porque así quedará encerrado en esta cena
junto al hueso de mi perra Tina
su mirada amarilla
su baba entre mis piernas.
Agradezco el eterno correo con mi madre
porque nuestras palabras
nuestras conversaciones de tinta
atan mi océano a la piedra de ella
algún día sin duda y desde el hueso se lo leeré.
Agradezco finalmente el grito de los cuervos que se paran en mi fosa
porque su noche está para mí todavía lejos
y los que bailan en sus bordes sin caerse
son los cuerpos sin cara que hoy me lloran.


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