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17/ El Caldero de la Bruja [Anna Rhogio] - La novela WEB de magia y hechicería para niños

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36 / En esta ocasión, Laal no puede acompañar a Nahala al país de los gnomos: Okila está enferma y se queda para cuidarla. Va con Salma y Larne, dudando de si su padre será admitido en la comunidad.
Y bien que viene su fuerza para transportar el gran caldero que les obsequian.
De hierro fundido.
Negro como un tizón apagado.
En él se pueden hervir las lanas y los hilos en los tintes el tiempo necesario sin que se deterioren.
Los secretos de las tintas están en posesión de Salma y Nahala y los comparten con las damas de la aldea.
La hechicera recuerda los potes alineados en los anaqueles del laboratorio de maese Gmund; ahí guarda sus esencias y mixturas, ungüentos y pomadas.
Son panzudos, con tapas y asas como la olla de hierro y, aunque no sean de barro cocido, tienen su color.
Pero no asocia la acción de mezclar tierra y agua para amasar el lodo.
Mussi continúa ocultándoselo.
-No te lo diré porque sé que estás ideando otro pasatiempo.
-¿Pasatiempo, dices? ¿Te parecen pasatiempos las cosas buenas que hemos conseguido, Mussi?
-Y los admiro por eso. Y ahora, confiésame el resto.
-No, porque con tus ardides mágicos ya lo has adivinado, bonita. Antes de que yo lo piense, siquiera; mucho antes, tú ya lo sabes.
-Es que puedo estar de vuelta cuando tú recién te encaminas.
-Ven acá.
Le hace un mimo tocándole apenas el dorso de la mano. Sólo ella puede notar su ingrávido ser.
Es como sentir un sedoso hálito sobre la piel.
El hada se posa en su cabeza y columpiándose en un rizo, baja hasta la oreja.
Le da ideas.
La inspira.
La muchacha sale.
Se hinca y murmura como cuando hace sus encantamientos:
-Tú eres el viento. Tú eres el Padre Sol. Tú eres la Madre Luna. Tú, la ola. Tú la estrella. Tú el cielo. Tú el árbol. Tú la gaviota. Tú la flor. Tú la mariposa...
Va dibujando en la nieve los rasgos primordiales de las cosas.
La luz de las teas derrama en los rebordes de los trazos, el color del polen, el color del azafrán.
Laal está en el mejor de los sueños.
Pero un zarandeo impetuoso lo despierta y pregunta asustado:
-¿Qué pasa?
-Ven conmigo.
-¿Estás loca? ¿Adónde?
-Sígueme, por favor.
Le muestra los símbolos del rústico abecedario.
-Si los gnomos lo tienen, nosotros también.
Laal se rasca la cabeza y se frota los ojos con el gesto de un niño dormido:
-Muy interesante. Me pregunto qué harás cuando no haya nieve.
Nahala abre la boca para responderle y la vuelve a cerrar. Laal se aleja bostezando largamente:
-¡Ah... jum! Me voy a dormir...
Permanece allí, mirando sus diseños con aspecto de bobera total.
No había pensado en eso.
Laal ya está entrando en su casa.
Le grita de lejos:
-¡No te preocupes! ¡Ya se me ocurrirá algo!

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