33 / Vlassa se fue detrás de Druss.
Lo siguió escondiéndose entre los árboles como había urdido.
No supuso que su decisión se trocaría en una aventura maravillosa por el mundo.
El juglar tocaba su caramillo para acompañar y distraer sus pasos sin sospechar que ella estaba tan cerca.
De noche esperaba a que él se durmiera y se arrimaba al fuego para no padecer frío.
Al amanecer se despertaba antes y se iba.
Demoraron dos días en cruzar la floresta.
Después, la gran planicie esmeralda.
El pasto crecido le servía de escondite y caminaba agachada o en cuatro patas.
“Si esto continúa mucho tiempo, me convertiré en oveja” pensaba sonriendo.
Si Druss se detenía, se tumbaba boca abajo y permanecía quieta, respirando apenas.
“¡Temo que se me desarmarán los huesos! Pero bien vale la molestia...” volvía a pensar feliz.
Al tercer día, Druss hizo visera con las manos para mirar el vuelo perfecto de las ocas que emigraban.
Giró en redondo.
Su movimiento sorpresivo la tomó desprevenida.
Y la vio.
Su silueta elegante se petrificó.
Hubiera deseado que los elfos malvados la convirtieran en estatua.
Y que los elfos bondadosos la salvaran.
Esperó el reproche.
El rechazo.
-¡Maldita sea, Vlassa! ¡Me seguiste! -gritó.
-¡Ya lo estás viendo! ¿A qué vociferar? -se acercó corriendo.
-¿Por qué? ¿Qué hago contigo ahora?
-Puedes hacer lo que quieras; pero no dejaré de seguirte. Quiero estar a tu lado.
Druss estalló en un acceso de ira:
-¡¡¡LOS DIOSES DEL CIELO Y DE LA TIERRA JAMÁS HABRÁN ESTADO MÁS FURIOSOS QUE YO EN ESTE INSTANTE!!!
-¡¡¡NO ME IMPORTAN TUS FURIAS!!! ¡¡¡SI TIENES TANTA VOZ PARA CLAMAR, YO TENGO LA MÍA!!!
-¿Ese era tu endemoniado plan? ¿Venir tras de mí ocultándote?
-Ese era.
Se ríe.
-Se me terminaron las provisiones y tengo hambre; haré fuego y comeremos algo de lo que traes en tu morral.
-¡¡¡NINGUNA MUJER ME DARÁ ÓRDENES!!! ¡¡¡YO HARÉ EL FUEGO Y LA COMIDA!!!
Vlassa da vuelta la cara para que no vea su expresión festiva.
Cree que tiene la batalla ganada.
-¿Y dónde iremos, Druss?
-¿Iremos? Tú a ningún lado. Acá te quedas.
-¡No puedo! ¡Este paraje solitario me da temor!
-¡¡¡HABERLO PENSADO ANTES, MUCHACHA!!!
-Yo... yo... ¡yo te amo!
-¡¡¡No, no, no!!! ¡¡¡Eso es lo que no quería saber!!! ¡¡¡Nadie debe tener la bonita idea de que puedo enamorarme!!!
-¡No impedirás que te siga donde sea!
Druss le dio una porción de comida.
Apagó las brasas y juntó sus cosas.
-Me voy, Vlassa. Tú te quedas, te repito. No vengas tras de mí.
Se alejó a las zancadas.
Ella esperó unos minutos.
Inesperadamente, él se largó a correr.
Ella también corrió.
Llegaron a otro bosque.
El atardecer estaba frío y lluvioso.
Vlassa temblaba lejos del calor de la fogata de Druss.
Temblaba y lloraba.
Y él acallaba su conciencia pensando:
“¿Quién la mandó venir? ¡Quiero ser libre y no estar atado a mujer alguna!”.
Pero era todo corazón.
Sintió compasión por aquella bellísima jovencita que tiritaba llena de barro y lágrimas.
-¡Ven acá, muchacha terca! ¡No deseo que te enfermes! ¡No hay Salmas ni Nahalas por acá!
-Nunca te olvides que te amo -murmuró ella.
Se cobijó a su lado y se quedó profundamente dormida.
-¡Ay, gorrioncito! ¿Qué hice para que me ames así?
Y el sueño los atrapó sin comer ni sentir hambre.
Tal era el cansancio.
martes
15/ El Caldero de la Bruja [Anna Rhogio] - La novela WEB de magia y hechicería para niños
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