30 / El sinuoso sendero se abre en una espaciosa, desierta caverna.
La luz rubí de las llamas de una pira central, invade hasta los rincones más apartados.
Todo el ambiente posee esa luz rojiza y un mágico poder.
Nahala se detiene con cautela.
Sabe que escondidos, la espían.
Se adelanta y comienza otra ceremonia.
Golpea las manos llamando, solicitando permiso para estar allí.
Baila girando ligero.
Los zuecos repican cuando zapatea.
Entona una canción incomprensible; Laal piensa que si ese es el idioma de lo gnomos, será difícil entenderse con ellos.
Elmo y Nepo se animan a tocar los acordeones desde su lugar; Nahala marca el compás percutiendo en un pandero. Con tres toques finales, todo se acalla.
-¡Amigos! ¡He regresado a ustedes! No vengo sola y mis compañeros son también mis amigos... ¿Podemos pasar?
Los gnomos salen poco a poco de sus escondrijos.
Son cientos.
Los varones son decididamente feos.
Usan ropa de trabajo de cuero.
Mandiles, botas y guantes.
Las mujeres son bonitas.
Se peinan con trenzas y cubren sus cabezas con cofias de puntillas.
Llevan blanquísimos delantales sobre sus faldas coloridas.
Y los niñitos son preciosos.
La saludan con afectuosas reverencias.
Sus voces finas, apenas audibles, parecen los rumores del viento entre las ramas o el cantar de los pájaros.
Gmelin es el rey.
Gmelina, la reina.
Gmelinita, la princesa.
Gmund, el más anciano.
El sabio.
Elmo y Nepo se acercan tímidamente y todos se miran, se estudian, deseosos de adivinar intenciones.
Pero cuando Laal y el Señor Blatt aparecen, los gnomos retroceden despavoridos.
-Uuuuuuuuh!!!
-Ooooooooh!!!
-Aaaaaaaaah!!!
Sus exclamaciones de miedo provocan la risa de Nahala.
-¡No hay nada de qué asustarse! ¡Vengan!
-¿Tenemos tu palabra de honor? -pregunta el rey, asomando la cara desde atrás de un risco.
-¡La tienen!
Al lado de ellos, Laal es un gigante y Blatt una temible fiera.
Los rodean curiosos.
Examinan la vestimenta del señor de las cucharas que se queda quieto, tan sorprendido como los gnomos; palpan el rústico pelaje del lobo que también tolera esas confianzas suspirando paciente y mirando para arriba.
Ya están dispuestos a admitirlos y preparan un banquete con manjares deliciosos a base de vegetales.
Elmo y Nepo mantienen largas conferencias con el sabio Gmund.
Al parecer, están borrando hostilidades y sellando pactos de fraternidad.
Nahala los mira satisfecha.
Después traen sus instrumentos de música.
Son trompetas fabricadas con caracolas marinas y platillos de metal dorado, más tambores de retumbantes sones. La música que hacen con estos no se parece a nada.
Cuando uno se acostumbra a esa especie de ruidos discordantes, se hace agradable a los oídos.
Comienza el baile.
Las sombras de los hombrecitos se aumentan en las paredes de rocas.
Las estalagtitas del techo, labradas por la acción de los siglos, crean la ilusión de flores, hojas y animales desconocidos como los arabescos de las cúpulas de una catedral gótica.
El escenario es alucinante.
El baile termina y los gnomos se retiran a descansar.
Los visitantes se acomodan cerca de la pira que durará encendida.
-¿Cuándo es de noche acá? -pregunta Laal. -¿Cuándo es de día?
-Nunca es de noche. Nunca es de día -le explica Nahala.
-¿Cómo pueden vivir sin ver el sol, las cascadas del río en el bosque, el mar?
-No gustan del sol y viven así porque es su modo. Cumplen con la misión que los dioses les encargaron: cuidar las riquezas del mundo.
viernes
12/ El Caldero de la Bruja [Anna Rhogio] - La novela WEB de magia y hechicería para niños
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