Lóbrega rosa que tu almizcle efluvia
y pitonisa de epilepsias libias,
ofrendaste a Gonk-Gonk vísceras tibias
y corazones de panteras nubias.
Para evocar los genios de las lluvias
tragedizaste póstumas lascivias,
entre osamentas y mortuorias tibias
y cabelleras de cautivas rubias.
Sonó un trueno. A los últimos reflejos
de fuego y sangre, en místicos sigilos,
se aplacaron los ídolos perplejos.
Picó la lluvia en crepitantes hilos,
y largamente suspiró a lo lejos
el miserere de los cocodrilos.
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