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A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI (62) - MARYSE RENAUD

 Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola 

1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la Universidad de Poitiers.

1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el apoyo de la Universidad de Poitiers.

 

III LA ISLA INTERIOR O LA ATRACCIÓN DEL MITO PERSONAL (1)

 

Chacun d’eux portait sur son dos une énorme Chimère aussi lourde qu’un sac de farine ou de charbon, ou le fourniment d’un fantassin romain. (…) Je questionnai l’un de ces hommes, et je lui demandai où ils allaient ainsi. Il me répondit qu’ils ne savaient rien, ni lui, ni les autres; mais qu’évidenment ils allaient quelque part puisqu’ils étaient poussés par un invincible besoin de marcher.

                                                                                                             BAUDELAIRE

 

La evolución de Aránzuru, en Tierra de nadie, servirá para descifrar toda una serie de personajes desgarrados por deseos contradictorios; tan atormentados por la tentación de una ruptura definitiva con el mundo como por la cruel intuición de la inutilidad y la imposibilidad de ese gesto. El análisis del mito de la isla, inicialmente ligado al protagonista de Tierra de nadie pero con un alcance simbólico capaz de proyectarse sobre más de una obra onettiana, nos permitirá un mejor discernimiento del significado real de la silenciosa búsqueda emprendida por la mayoría de los héroes.

 

Recordemos brevemente la génesis del mito y sus principales características. Conviene señalar que su creador no es, hablando con propiedad, Aránzuru sino Num, el viejo embalsamador de pájaros, quien aportará el sabor y hasta el mismo nombre de la isla -Faruru-, el dato sobre su localización geográfica y las pocas informaciones complementarias destinadas a conferirle un mínimo de materialidad.

 

Anoche estaba vagando y me paré en una agencia de vapores. Había uno de esos letreros de excursión que ponen, con arbolitos y el agua azul marino, claro. Me acordé de Tahití y de usted, de la otra isla, ¿se acuerda?

-Sí, la isla… Si usted la viera doctor… No se viene más, no.

-¿Cómo era el nombre?

-¿El nombre, dice? ¡Qué cabeza! Hay algunos días… Ah, Faruru. Sí, el nombre es Faruru. Todo eso de la Polinesia, las islas. Pero no la traen los mapas. Una isla… Ah, nada de blancos, es la única que queda. ¿Le conté? Estuve de paso, hace tantos años… Pero aquí mismo, no hace mucho que estuve hablando con un marinero. Había estado. Nada de blancos todavía. Está un poco al sur y se llama Faruru, así, con una efe de garganta (46)

 

Aránzuru, por su parte, tendrá por función específica la propagación del mito, intentando entusiasmar a los integrantes de la “barra” con los beneficios del viaje. El éxito de su tarea viene sugerido en las primeras páginas de la novela a través de la descripción de una kermesse, a la cual todo acuden y que parece impregnada de un exotismo lánguido y embriagante, que remueve el oscuro deseo de un “más allá”:

 

Frente a ellos, la parte desnuda del jardín donde se bailaba. Un círculo de farolitos de papel ondulaba suavemente.

-Estoy loca de ganas de que venga la primavera -dijo Nené.

Había unas gruesas palmeras con las hojas formando sombrilla. Algunos vestidos claros se amontonaban en los kioscos de paja, como diminutas chozas indígenas. Una mujer con falda de rafia y flores en la cabeza reía y saludaba encima de una mesa. A veces echaba la cabeza para atrás y la luz le iluminaba la garganta.

-Este tiempo va a acabar en lluvia -dijo Nené.

Aránzuru encendió un cigarrillo y se recostó en el árbol. Fumaba mirando a las mujeres que pasaban bailando.

-Bueno, no está mal. Hawai o algo por el estilo ¿No? (47)

 

Sobre el final de la novela, el poder persuasivo de Aránzuru vuelve a confirmarse inesperadamente, con la irrupción de Violeta: en el momento en que todos -el mismo Aránzuru inclusive- parece haber olvidado aquella posibilidad de evasión, ella replantea el seductor proyecto de viajar a la isla:

 

Bueno. ¿Vino así, a visitarme, puramente para eso? Tratándose de usted…

-Sí. Vine a buscarlo. Es un proyecto… Después hablamos Dígame sólo si puede dejar esto, en cualquier momento.

-Bah… Esto o o cualquier cosa…

-Bueno. ¿No podemos salir? Vamos a algún lado a conversar.

-Ahora? No, espere. Maldita la gana de vestirme.

-Así me cuenta algo de lo que se pueda contar de lo que hizo.

-Bah. Nada. Anduve un poco. Tipos, mujeres… Me emborraché algunas veces… ¿Qué más?

-¿Piensa siempre en la isla?

-¿A usted también le hablé de la isla? Pienso… Pero tanto da. ¿Vio el fonógrafo? Es divertido (48)

 

El mito de la isla rebrota súbitamente y Aránzuru, su promotor, no duda, a pesar de algunas vacilaciones iniciales, en empujar a sus amigos hacia la aventura. Hasta Larsen, un extraño para la “barra”, será solicitado:

 

Guardó los papeles y se recostó en la pared.

Larsen se abrochaba la camisa, con los pantalones deprendidos.

-Oiga, Larsen. ¿Por qué no se viene conmigo a la isla?

-Déjeme de embromar. Más vale irse a pudrir a cualquier parte.

-Me gustaría verlo con un taparrabos.

-Me voy a hacer humo (49)

 

Notas

(46) Ibíd., II, p. 26.

(47) Ibíd., I, pp. 19-20.

(48) Ibíd., XLVI, p. 136.

(49) Ibíd., L, pp. 152-153.

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