jueves

San Juan de la Cruz (195)

 DECLARACIÓN

 

68 / Volvamos pues, ahora al propósito de estas profundas cavernas de las potencias del alma en que decíamos que el padecer del alma suele ser grande cuando la anda Dios ungiendo y disponiendo con los más subidos ungüentos del Espíritu Santo para unirla consigo. Los cuales son ya tan sutiles y de tan delicada unción, que, penetrando ellos la última sustancia del fondo del alma, la disponen y saborean, de manera que el padecer y desfallecer en deseo con inmenso vacío de estas cavernas es inmenso. Donde debemos de notar que, si los ungüentos que disponían a estas cavernas del alma para la unión del matrimonio espiritual con Dios son tan subidos como habemos dicho, ¿cuál pensamos que será que será la posesión de inteligencia, de amor y gloria que tiene ya en la dicha unión con Dios el entendimiento, voluntad y memoria? Cierto, que conforme a la sed y hambre que tenían estas cavernas será ahora la satisfacción y hartura y deleite de ellas, y conforma a la delicadeza de las disposiciones será el primor de la posesión del alma y fruición de su sentido.

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