jueves

JOSEPH CAMPBELL - EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (160) Psicoanálisis del mito

 3 / EL HÉROE DE HOY (2)

 

El hecho del héroe no es hoy lo que era en el siglo de Galileo. Donde antes había oscuridad, hoy hay luz; pero también donde había luz hay ahora oscuridad. La hazaña del héroe moderno debe ser la de pretender traer la luz de nuevo a la perdida Atlántida del alma coordinada.

 

Obviamente, este trabajo no podrá realizarse dando la espalda o apartándose de lo que ha sido alcanzado por la revolución moderna, porque el problema pierde todo su contenido si no concede significación espiritual al mundo moderno -o mejor dicho (para expresarlo de otro modo), no existe si no hace posible para los hombres y las mujeres alcanzar la madurez humana íntegra a través de las condiciones de la vida contemporánea. Pues estas condiciones en sí mismas son las que han convertido las fórmulas antiguas en cosas poco efectivas, equívocas y hasta perniciosas. La comunidad actual es el planeta y no la nación con fronteras. De aquí que los patrones de la agresión proyectada que anteriormente servían para coordinar el grupo, ahora sólo sirvan para dividirlo en partidos. La idea nacional, con una bandera como tótem, es hoy un ampliador del ego infantil, no el aniquilador de una situación infantil. Sus parodias de los rituales en la plaza de armas, sirven a las finalidades de Garra o Soporte, el tirano dragón, no al Dios en el que el propio interés es aniquilar. Y los numerosos santos de esta anticulto -los patriotas cuyas fotografías rodeadas de banderas pueden verse en todas partes- sirven como ídolos oficiales, son precisamente los guardianes de los umbrales locales (nuestro demonio del Cabello Pegajoso); la primera tarea del héroe es vencerlos.

 

Ni tampoco las grandes religiones del mundo, como se entienden actualmente, satisfacen todos los requisitos. Pues se han asociado con las causas de los partidos y son instrumentos de propaganda y de alabanza propia. (Hasta el budismo ha sufrido últimamente esta degradación, como reacción a las lecciones de Occidente.) El triunfo universal del estado seglar ha puesto todas las organizaciones religiosas en una situación definitivamente secundaria y en última instancia inefectiva, que ha logrado reducir la pantomima religiosa a un ejercicio santurrón de la mañana del domingo, mientras que la ética económica y el patriotismo rigen por el resto de la semana. Esa santidad hipócrita no es lo que requiere el funcionamiento del mundo, sino que es necesario una transmutación de todo el orden social, de manera que a través de cada detalle y de cada acto de la vida seglar, la imagen vitalizadora del hombre-dios universal, que por el momento es inmanente y efectiva en todos nosotros, pueda de algún modo hacerse conocida a la conciencia.

 

Y esta no es la clase de labor que puede llevar a cabo la conciencia por sí misma. La conciencia ya no puede inventar, ni siquiera predecir, un símbolo efectivo que prediga o controle el sueño de la noche. El problema se estudia en otro nivel, a través de lo que está destinado a ser un largo y terrible proceso, no sólo en las profundidades de cada psique del mundo moderno, sino también en esos titánicos campos de batalla en que se ha convertido últimamente el planeta entero. Estamos observando el tremendo chocar de las Simpléglades a través del cual el alma debe pasar sin identificarse con ninguno de los dos lados.

 

Pero hay algo que podemos saber, y es que cuando los nuevos símbolos se hagan visibles, no serán idénticos en las diferentes partes del globo; las circunstancias de la vida local, la raza y la tradición deben estar compuestas en fórmulas efectivas. Por lo tanto, es necesario que los hombres comprendan y sean capaces de ver que a través de diferentes símbolos se revela la misma redención. “La verdad es una -leemos en los Vedas-; los sabios hablan de ella con muchos nombres.” Es una sola canción con las diferentes inflexiones del coro humano. La propaganda general para una o la otra de las soluciones locales es superflua, o más bien, una amenaza. La única forma de volverse humano es aprender a reconocer los lineamientos de Dios en todas las maravillosas modulaciones del rostro del hombre.

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