jueves

JOSEPH CAMPBELL - EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (159) Psicoanálisis del mito

 EPÍLOGO / EL MITO Y LA SOCIEDAD

 

2 / LA FUNCIÓN DEL MITO, DEL CULTO Y DE LA MEDITACIÓN (2)

 

Muchas otras simbolizaciones de esta continuidad llenan el mundo de la comunidad mitológicamente instruida. Por ejemplo, los clanes de las tribus cazadoras norteamericanas se consideraban descendientes de ancestros mitad animales y mitad humanos. Estos ancestros no solamente eran los padres de los miembros humanos del clan, sino también de la especie animal de donde el clan tomaba su nombre. Así, los miembros humanos del clan del castor eran primos hermanos de los castores, protectores de dicha especie y al mismo tiempo protegidos por la sabiduría animal del pueblo de los bosques. Y otro ejemplo: el hogan, o choza barro de los Návajo de Nuevo México y Arizona, se construye según el plan de la idea del cosmos de los Návajo. La entrada está hacia el oriente. Los ocho lados representan las cuatro direcciones principales y los puntos que quedan entre ellas. Cada arista y cada viga corresponde a un elemento en el gran hogan de la tierra y el cielo que todo lo abarcan. Y como el alma del hombre es considerada en su forma como idéntica al universo, la choza de barro es la representación de la armonía básica del hombre y del mundo y un recordatorio del escondido camino vital de la perfección.

 

Pero hay otro camino, diametralmente opuesto al de los deberes sociales y los cultos populares. Desde el punto de vista del camino del deber, el que es exiliado de la comunidad es nada. Desde el otro punto de vista, este exilio es el primer paso de la búsqueda. Cada uno lleva el todo dentro de sí mismo, por lo tanto puede buscarse y descubrirse dentro de él. Las diferenciaciones de sexo, edad y ocupación no son esenciales a nuestro carácter, sino meras vestiduras que llevamos por un tiempo en el escenario del mundo. La imagen interior del hombre no debe confundirse con su atuendo. Pensamos que somos americanos, hijos del siglo XX, occidentales y cristianos civilizados. Somos virtuosos o pecadores. Sin embargo, estas designaciones no dicen lo que debe ser el hombre, denotan solamente accidentes geográficos, fecha de nacimiento o ingresos económicos. ¿Cuál es el meollo de nosotros? ¿Cuál es el carácter básico de nuestro ser?

 

El ascetismo de los santos medievales y de los yoguis de la India, los misterios helénicos de las iniciaciones, las antiguas filosofías del Oriente y del Occidente, son técnicas para desplazar el hincapié de la conciencia individual fuera de la presencia exterior. Las meditaciones preliminares del aspirante apartan su mente y sus sentimientos de los accidentes de la vida y lo llevan hasta lo más profundo. “Yo no soy esto ni lo otro” -medita-; no soy mi madre ni el hijo que acaba de morir; mi cuerpo, que está enfermo o envejece; ni mi brazo, mis ojos, mi cabeza, ni la suma de todas estas cosas. No soy mis sentimientos, ni mi mente, ni mi fuerza intuitiva”. Por medio de estas meditaciones sale de su propia profundidad y finalmente alcanza insondables realizaciones. Ningún hombre puede regresar de practicar tales ejercicios y tomarse muy seriamente como Don Fulano, de tal o cual población del país. La sociedad y los deberes se esfuman. Don Fulano, al descubrirse grande con el hombre, se convierte en una persona abstraída y apartada.

 

Esta es la etapa de Narciso contemplándose en la fuente, del Buddha sentado en forma contemplativa debajo del árbol, pero no es la última meta, es un requisito, pero no es el fin. La meta no es ver, sino caer en la cuenta de que uno es, esa esencia; entonces, el hombre es tan libre de vagar por el mundo como lo es su esencia. La esencia de uno mismo y la esencia del mundo son una sola. De aquí que la separación, el aislamiento, ya no sean necesarios. Por dondequiera que vaya el héroe y cualquier cosa que haga, siempre está en presencia de su propia esencia, porque ha perfeccionado sus ojos para ver. No hay aislamiento. Así como el camino de la participación social puede llevar a la realización del Todo en un individuo, así el exilio trae al héroe al Yo en todo.

 

Centrado en este punto capital, el problema del egoísmo o del altruismo desaparece. El individuo se ha perdido en la ley y ha renacido identificado con el significado íntegro del Universo. Por Él y para Él se ha hecho el mundo: “Oh Mahoma -dijo Dios-, si no fuera por ti, no hubiera creado el cielo.”

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