jueves

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 97

 

57 (2)

 

Después de un rato fui hasta el gimnasio a vaciar mi casillero. No me interesaba más la gimnasia. La gente siempre hablaba sobre el olor a limpio que tenía el sudor fresco como si estuviera pidiendo disculpas, pero nadie hablaba del olor de la mierda fresca. No había nada tan glorioso como el olor de la mierda que se caga después de haber tomado veinte o veinticinco cervezas en una noche: permanecía flotando por todos lados durante una buena hora y media, y te hacía darte cuenta de que estabas vivo.

 

Saqué mi equipo de gimnasia del casillero y lo tiré a la basura, junto con dos botellas de vino vacías. Capaz que el tipo que heredara mi casillero tenía suerte y terminaba siendo alcalde de Boise, Idaho. Otra cosa que tiré a la basura fue el candado. Nunca me había gustado su combinación: 1,2,1,1,2. Era poco complicada. La dirección de la casa de mis padres era 2122. Todo era simple y mínimo. En la Instrucción, la combinación del candado fue 1,2,3,4; 1,2,3,4. A lo mejor algún día llegarían hasta el 5.

 

Al salir del gimnasio corté camino cruzando por el medio de la cancha. Estaban jugando al rugby y tuve que desviarme un poco para no mezclarme con los jugadores.

 

Entonces escuché aullar a Baldy:

 

-¡Vení, Hank!

 

Me di vuelta y lo vi sentados en la tribuna con Monty Ballard. Lo único bueno que tenía Ballard era que nunca hablaba, a menos que le preguntaras algo. Y yo nunca le pregunté nada. Lo único que él quería era ser biólogo y te miraba con los ojos escondidos atrás de su pelo rubio.

 

Los saludé y seguí caminando.

 

-¡Vení, Hank! -volvió a aullar Baldy. -¡Es importante!

 

Me les acerqué.

 

-¿Qué pasa?

 

-Sentate y fíjate en ese tipo cuadrado que usa el traje de la gimnasia.

 

Me senté. Había un solo tipo vestido con el traje de la gimnasia. Usaba zapatos claveteados y era bajo pero ancho, muy ancho. Tanto los bíceps como los hombros, el cuello grueso y las piernas eran tan macizos que te asombraban. La cara aplastada bajo el pelo negro parecía casi plana. La boca, la nariz y los ojos apenas se le notaban.

 

-Sí. Escuché hablar de este muchacho -dije.

 

-Pero fíjate bien -insistió Baldy.

 

Había cuatro jugadores en cada equipo. Empezaron a mover la pelota. King Kong Junior jugaba de defensa central. Entonces uno de los atacantes hizo un pase largo, y el del centro bloqueó al que iba a recibir la pelota para que pudiera hacer un pase corto. Pero en ese momento King Kong Junior inclinó los hombros, lo embistió y le clavó el hombro en un costado hasta dejarlo boqueando. Después volvió trotando a su puesto.

 

-¿Viste? -dijo Baldy.

 

-King Kong…

 

-King Kong no sabe nada de rugby. Pero lo ponen todos los partidos para que reviente a alguien.

 

-Pero no se puede embestir a un jugador antes que reciba la pelota -dije yo. -Eso va contras las reglas.

 

-¿Y quién se anima decírselo? -preguntó Baldy.

 

-¿Vos te animás a decírselo? -le pregunté Ballard.

 

-Yo no -me contestó.

 

Le tocaba sacar al equipo de King Kong. Ahora podía placar legalmente, pero lo que hizo fue embestir al contrario más débil y dejarlo tirado con la cabeza entre las piernas. Le costó mucho volver a pararse.

 

-Ese King Kong es un subnormal -dije. -¿Cómo carajo pasó la prueba de entrada?

 

-En el rugby no hay prueba de entrada.

 

El equipo de King Kong se volvió a alinear. Joe Stapen era el mejor de los jugadores contrarios y quería llegar a ser profesional. Era delgado, medía cerca de dos metros y tenía mucha garra. La primera vez que chocó con King Kong le fue bastante bien y por lo menos no se cayó, pero la segunda vez que se embistieron Joe terminó besando un poco el suelo.

 

-A la mierda -dijo Baldy. -Joe se está desinflando.

 

La tercera vez Kong lo embistió con tanta fuerza que arrastró a Stapen cinco o seis metros con el hombro clavado en la espalda.

 

-¡Esto es asqueroso! ¡Este tipo es un sádico de mierda!

 

-¿Será un sádico? -le preguntó Baldy a Ballard.

 

-Es un sádico de mierda -lo corrigió Ballard.

 

En la jugada siguiente Kong se volvió a abalanzar sobre el jugador más enclenque y lo aplastó. El enclenque no se pudo mover durante un rato, y al final se sentó agarrándose la cabeza. Daba la impresión de estar quebrado. Entonces me paré.

 

-Bueno, ahora voy yo -dije.

 

Reventá a ese hijo de puta! -dijo Baldy.

 

-Por supuesto -contesté.

 

Y bajé a la cancha.

 

-¿Precisan algún jugador, muchachos?

 

El chiquito ya estaba yéndose, pero al pasar al lado mío se frenó un momento.

 

-No entres en el juego. Mirá que lo único que quiere es matar a alguien.

 

-Pero esto es nada más que un juego -dije.

 

Nos tocaba sacar. Me junté con Joe Stapen y los otros dos sobrevivientes.

 

-¿Cuál es nuestro plan de juego? -pregunté.

 

-Aguantar como podamos -dijo Stapen.

 

-¿Y cómo vamos?

 

-Me parece que nos están ganando -dijo Lenny Hill, el centrocampista.

 

Disolvimos del grupo. Joe Stapen se plantó atrás esperando la pelota. Yo me quedé mirando a Kong. Nunca lo había visto antes en el campus. Lo más probable es que se pasara merodeando por los retretes de varones que había en el gimnasio. Tenía pinta de ser un huele-mierda. Y también un come-fetos.

 

-¡Tiempo! -grité!

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