EL PROBLEMA DEL AUTOR (8)
3
/ 5 La sustitución del contexto axiológico del autor por el contexto
literario
La forma no puede tener
como referente a uno mismo; al hacerlo nos volvemos otros con respecto a
nosotros mismos, o sea, dejamos de ser nosotros, de vivir a partir de nosotros
mismos, llegamos a ser poseídos por el otro; por lo demás, una referencia semejante
(no exactamente, por supuesto) en todos los dominios del arte con la excepción
de algunos géneros líricos y de la música, destruye la importancia y el peso
valorativo de la forma: además, de este modo no se puede profundizar y ampliar
la contemplación artística: en seguida se manifiestan la falsedad, y la
percepción se vuelve pasiva y decaída. En un acontecimiento artístico participan
dos: uno es real pasivamente, otro es activo (el autor-contemplador); la desaparición
de uno de los participantes destruye el acontecimiento artístico, y nos queda
tan sólo una ilusión del acontecimiento artístico que es una falsedad (una
mentira artística de uno mismo); un acontecimiento artístico resulta irreal
porque no se ha cumplido verdaderamente. La objetividad artística es una bondad,
y esta no puede dejar de tener objeto, no puede estar suspendida en el vacío, y
se le debe oponer valorativamente el otro. Algunos géneros del arte se dice que
no tienen objeto (ornamento, arabesco, música); esto es correcto en el sentido
de que en ellos no hay un contenido objetual definido, pero por supuesto
existe el objetivo en nuestro sentido, el objetivo que les confiere una
objetividad artística. Percibimos la resistencia de una conciencia potencial
puramente vital e inconclusa desde el interior de la música, y sólo por eso
percibimos la fuerza y el peso valorativo de la música apreciando su avance
como el triunfo y la superación: pero mortal y de carácter ético-cognoscitivo
(la infinitud penitente, la posibilidad de una inquietud eterna, fundamental y
recta), percibimos también el gran privilegio del acontecer: el de ser otro,
el de encontrarse fuera de otra conciencia potencial, el de su propia
posibilidad que dona, resuelve y concluye, el de su propia fuerza normal
realizable estéticamente; creamos una forma musical no en el acto valorativo
ni tampoco en medio de otras formas musicales (una música entre otra música), sino
en el acontecer de la vida, y sólo esta circunstancia le confiere seriedad,
significado y peso del evento. (Un arabesco de estilo puro; detrás de un
estilo siempre percibimos un alma potencial.) Así, pues, en un arte no objetual
hay contenido, es decir, una intensidad resistente del acontecer de una vida
potencial, pero indefinida e indiferenciada objetualmente.
De este modo, la forma no tiene un significado sólo dentro de un mundo de formas. El contexto de valores en que se realiza y cobra sentido una obra literaria no es sólo contexto literario. Una obra de arte debe sugerir la realidad valorativa y eventual del héroe. (La psicología viene a ser un momento igualmente técnico, falto de un carácter de acontecer.)
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