martes

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 90

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Delmore abandonó pronto y se fue.

 

-Camaradas -dije-, tengo una idea. Las cartas son demasiado lentas. Mejor jugamos a emparejar monedas, diez dólares la tirada, el número impar gana.

 

-Dale -dijo Jimmy.

 

-Dale -contestó Pies Rápidos.

 

El whisky se había acabado. Estábamos atacando una de mis botellas de vino barato.

 

-Okey -dije-, tiren las monedas bien alto y agárrelas con la palma de la mano. Cuando yo diga “muestren” comparamos los números.

 

Las tiramos al aire y las recogimos.

 

-¡Muestren! -dije.

 

Yo era impar. Carajo. Veinte dólares, así de fácil.

 

-¡Muestren! -dije. Y destapamos.

 

Gané otra vez.

 

-¡Tiren! -dije.

 

-¡Muestren!

 

Esta vez ganó Pies Rápidos.

 

En la próxima volví a ganar yo.

 

Después le tocó ganar a Jimmy.

 

En las dos siguientes volví a ganar yo.

 

-Espérenme -dije. -Tengo que ir a mear.

 

Y fui a mear al lavatorio. Habíamos terminado la botella de vino y abrí el armario.

 

-Acá tengo más vino -les dije.

 

Saqué casi todos los billetes del bolsillo y los metí en el cajón. Volví, abrí la botella y le serví a todo el mundo.

 

-Mierda -dijo Pies Rápidos mirando su billetera. -Estoy casi en la ruina.

 

-Yo también -dijo Jimmy.

 

-Adivinen quién se quedó con la plata -les contesté.

 

Ellos no sabían tomar, y la mezcla del vino con el whisky les cayó muy mal. Ya estaban tambaleándose.

 

De golpe Pies Rápidos se cayó arriba de la cómoda y tiró un cenicero que se partió en dos.

 

-Recogelo -le dije.

 

-No recojo una mierda -contestó.

 

-¡Te dije que lo recogieras!

 

-No recojo una mierda.

 

Entonces Jimmy estiró un brazo para levantar los pedazos del cenicero.

 

-Y ahora mejor se van -les advertí.

 

-No me podés echar -me contestó Pies Rápidos.

 

-Mirá -le dije-, ¡si volvés a abrir la jeta otra vez y a decir otra palabra no vas a ser capaz de sacar la cabeza del agujero de tu culo!

 

-Vámonos, Pies Rápidos -dijo Jimmy.

 

Entonces les abrí la puerta y salieron con un paso inseguro. Los seguí hasta el comienzo de la escalera y nos quedamos parados unos momentos.

 

-Hank -dijo Jimmy. -Tranquilo. Un día de estos nos volvemos a ver.

 

-Okey, Jim…

 

-Escuchame  -empezó a decir Pies Rápidos. -Vos…

 

Le encajé un directo en la boca y cayó rodando por la escalera. Era más o menos de mi estatura, un metro noventa y dos, y hacía un ruido que se podía escuchar en toda la manzana. La patrona rubia estaba en el vestíbulo con dos filipinos. No se animaron a acercarse al cuerpo de Pies Rápidos.

 

-¡Lo mataste! -chilló Jimmy.

 

Entonces bajé corriendo la escalera y le di vuelta el cuerpo a Pies Rápidos. Sangraba por la nariz y por la boca. Jimmy le sostuvo la cabeza y me miró.

 

-Estuviste mal, Hank…

 

-Sí. ¿Y qué pensás hacer?

 

-Volver para darte una buena paliza -dijo Jimmy.

 

-Esperá un minuto -le contesté.

 

Volví a mi pieza y me serví un vaso de vino. Los vasos de papel de Jimmy no me gustaban y había estado tomando en un tarro usado de gelatina que tenía la etiqueta del costado manchada de mugre y vino. Volví a salir.

 

Pies Rápidos estaba reviviendo y Jimmy lo ayudó a incorporarse pasándose uno de sus brazos por arriba del hombro.

 

-¿Qué era lo que me estabas diciendo? -pregunté.

 

-Que sos un tipo jodido, Hank. Alguien tiene que darte una lección.

 

-¿Querés decir que no soy guapo?

 

-Lo que quiero decir es que hacés cosas de bestia…

 

-¡Llevate a tu amigo de aquí antes de que baje y lo destroce del todo!

 

Pies Rápidos levantó la cabeza que le había salpicado de sangre la floreada camisa hawaiana, y apenas pude oír lo que dijo:

 

-Te voy a matar…

 

-Sí -agregó Jimmy. -Vamos a volver a buscarte.

 

-¿AH SÍ, SORETES? -aullé. -¡NO ME PIENSO ESCAPAR! ¡CUANDO ME QUIERAN ME ENCUENTRAN AQUÍ! ¡VOY A ESTAR ESPERÁNDOLOS! HABITACIÓN NÚMERO 5. ¿SE VAN A ACORDAR? ¡Y LA PUERTA VA A ESTAR ABIERTA!

 

Después terminé el vino y les tiré el tarro de gelatina con toda la fuerza que pude, aunque con mala puntería: rebotó en la pared de la escalera y terminó cayendo en el vestíbulo, entre la patrona y los dos filipinos.

 

Jimmy arrastró agónicamente a Pies Rápidos, que al llegar a la puerta de calle volvió a gemir lloriqueando: “¡Lo voy a matar… lo voy a matar!”.

 

Hasta que desaparecieron.

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