domingo

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 89

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Decidí seguir yendo a la Universidad. Por lo menos iba a tener un sitio donde estar durante el día. Mi amigo Becker había abandonado los estudios. La única persona que me interesaba era el profesor de Antropología, un conocido comunista. Era un tipo grandote, accesible y agradable, y no enseñaba demasiada Antropología.

 

-Les voy a enseñar cómo se fríe un buen filete -dijo un día en la clase. -Primero dejan que la sartén se ponga al rojo, toman un trago de whisky y le echan una capa de sal a la sartén. Después ponen a cocer el filete, aunque no demasiado tiempo. Lo dan vuelta, toman otro trago de whisky, lo sacan y se lo comen enseguida.

 

Un día yo estaba tirado en el césped del campus y él llegó y se acostó al lado mío.

 

-Chinaski, vos no creés en toda esa palabrería nazi que andás repitiendo por ahí, ¿no es cierto?

 

-No se lo podría asegurar. ¿Usted cree en todas las porquerías que dice?

 

-Por supuesto.

 

-Que tenga suerte.

 

-Sos un chorizo, Chinaski.

 

Después se levantó sacudiéndose el pasto y las hojas, y se fue…

 

Recién llevaba viviendo dos días en la calle Temple cuando Jimmy Hatcher me localizó. Una noche me golpeó la puerta junto con dos compañeros de su fábrica de aviones. Uno se llamaba Delmore y el otro Pies Rápidos.

 

-¿Y por qué lo llaman Pies Rápidos?

 

-Dejale plata a mano y te vas a dar cuenta.

 

-Pasen… ¿Cómo carajo me encontraste?

 

-Tus padres contrataron a un detective privado para localizarte.

 

-Mierda, ellos sí que saben sacarte la alegría de vivir.

 

-A lo mejor están preocupados.

 

-Entonces que me manden plata.

 

-Dicen que te la vas a gastar tomando.

 

-Bueno, entonces que se queden preocupados.

 

Entraron los tres y se sentaron en la cama y en el suelo. Traían un poco de whisky en una botella y vasos de papel. Jimmy sirvió el whisky.

 

-Tenés una linda cueva.

 

-Es fantástica. Podés ver el Ayuntamiento cada vez que sacás la cabeza por la ventana.

 

Pies Rápios sacó un mazo de cartas del bolsillo. Estaba sentado en la alfombra y me miró:

 

-¿Jugás?

 

-Todos los días. ¿Tienen la baraja marcada?

 

-Callate, hijo de puta.

 

-No me provoques o te arranco los pelos para colgármelos en el sobretodo.

 

-¡No jodas, hombre, estas cartas están limpias!

 

-Yo sólo juego al póker y al 21. ¿Cuál es el máximo?

 

-Dos dólares.

 

-Bueno, vamos a sortear quién va de mano.

 

Gané yo y propuse que jugáramos con las reglas habituales. No me gustaba demasiado el póker abierto porque se necesitaba mucha suerte. Mientras daba las cartas Jimmy sirvió otra ronda.

 

-¿Cómo te las arreglás, Hank?

 

-Hago trabajos escritos para otros.

 

-Brillante.

 

-Sí…

 

-¿Vieron, muchachos? -comentó Jimmy. -Les dije que este tipo era un genio.

 

-Sí -le contestó Delmore. Estaba sentado a mi derecha y le tocaba empezar.

 

-Apuesto veinte centavos -dijo.

 

Le tomamos la apuesta.

 

-Tres cartas -pidió Delmore.

 

-Una -dijo Jimmy.

 

-Tres -pidió Pies Rápidos.

 

-Servido -contesté.

 

-Van otros veinte -dijo Delmore.

 

Los demás se plantaron pero yo dije:

 

-Subo a dos dólares y mostramos las cartas.

 

Delmore pasó, Jimmy pasó. Pies Rápidos me miró.

 

-¿Y qué más ves por la ventana, aparte del Ayuntamiento?

 

-Jugá y callate. Acá no estamos para hablar de pavadas.

 

-Okey -dijo. -No sigo.

 

Puse mis cartas boca abajo y recogí las de los demás.

 

-¿Y vos qué tenés? -preguntó Pies Rápidos.

 

-Pagá por verlas o llorá para siempre -dije mientras juntaba las cartas y las barajaba, sintiéndome como Clark Gable antes que Dios lo debilitara durante el terremoto de San Francisco.

 

El servicio fue cambiando pero seguí teniendo suerte en casi todas las manos. Ellos acababan de cobrar en la fábrica aeronáutica. Nunca lleves mucha plata a la casa de un pobre. Él solamente puede perder lo poco que tiene. Y además es matemáticamente posible que pueda ganarte todo lo que llevaste. Lo que tenés que hacer, con la plata y con los pobres, es no dejar que se acerquen demasiado.

 

Tuve la sensación de que la noche iba a ser larga.

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