martes

A LA BÚSQUEDA DE UNA IDENTIDAD EN LA OBRA DE JUAN CARLOS ONETTI (38) - MARYSE RENAUD

  

1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la Universidad de Poitiers.

1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el apoyo de la Universidad de Poitiers.

Traducción del francés: Hugo Giovanetti Viola

 

HISTORIA Y FICCIÓN

 

III. LA AUSENCIA DEL PADRE (4)

 

Estas intempestivas irrupciones autoritarias no alcanzan sin embargo para otorgarle al padre la noble estatura que él pretende poseer. Por muchos esfuerzos que haga, su figura parece estar condenada a desempeñar papeles secundarios. La acción lo ubica irremediablemente al lado del conformismo burgués, y aunque puede percibirse una innegable ternura subyacente a los sarcasmos de los que es víctima, el personaje del padre nunca llegará a imponerse. Benévolo, responsable, trabajador y emprendedor pero mediocre, su figura dará la espalda a los que sus detractores consideran la verdadera vida: aquella de la fantasía, el desenfreno y el riesgo capaces de cuestionar, aunque sea por un instante, el orden adormecido y el lenguaje fosilizado de la sociedad burguesa. Es ese lenguaje codificado y retórico -donde abundan las fórmulas rituales, los estereotipos, las redundancias y las simetrías absurdas- el que denuncia, por ejemplo, en forma explícita, una novela como Juntacadáveres, verdadera crónica de la envarada vida provincial:

 

En la mitad del cuarto día el muchacho de la farmacia subió las escaleras de Díaz Grey y esperó su turno en la salita, doblado y apático, la mandíbula en los puños, mirando sin parpadear la mayólica verde sobre la mesita (…). El muchacho volvió a sonreír y mostró la mano con un sobre.

-Aquí le manda el doctor Barthé, doctor. Para entregar en manos propias.

La carta estaba fechada en Finca El Descanso, la chacra que tenía Barthé entre la Colonia y el camino al Rosario, y había sido escrita con una tinta azul muy clara, con letra pareja y pequeña.

“Querido ciudadano, doctor y amigo: He sido sorprendido por la enfermedad cuando tal vez un presentimiento me llevó a descuidar mis obligaciones por unos días. He venido a buscar reposo y energías en esta pobre su casa. Y un ataque muy doloroso reumático me obliga a molestarle y honrarme solicitando la ayuda del profesional y amigo. Sabría agradecerle que se llegara hasta aquí esta tarde si su verdadero apostolado lo permite. El portador, experto en los caminos, podrá traerlo en mi coche a su mejor comodidad. Su amigo incondicional, como bien sabe. Euclides Barthé (61)

 

No puede sorprender, entonces, el ocasional eclipse total de la figura del padre. Su desaparición constituye la última fase de un largo proceso destinado a desnudar las múltiples fallas del edificio familiar. Así, pues, no nos asombra mayormente enterarnos, en Tan triste como ella, de que el niño puede no ser hijo del esposo de la protagonista. La duda acerca de su concepción -ya provenga de un arranque de celos, ya se trate de una acusación fundada- logra, esencialmente, desacreditar insidiosamente la imagen del padre:

 

A veces el hombre la despertaba para hablarle de Mendel. Encendía la pipa o un cigarrillo y aguardaba para asegurarse de que ella estaba resignada y escuchando (…)

-¿Por qué con Mendel? Podías haber elegido entre tantos mejores, entre tantos que me avergonzaran menos.

Quería volver a escuchar el relato de los encuentros de la mujer con Mendel; pero, en realidad, retrocedía siempre, miedoso de saber del todo, definitivamente; resuelto, en el fondo, a salvarse, a ignorar el por qué. Su locura era humilde y podía ser respetada. (…) Una noche el hombre trató de reír: -Y sin embargo, así estaba escrito. Porque las cosas se han enredado, o se pusieron armónicas, de tal manera que hoy puedo mandarle a Mendel a la cárcel. A Mendel, a ningún otro. Un papelito falsificado, una firma dibujada por él. Y no me muevo por celos. Tiene una mujer y tres hijos totalmente suyos. Una casa o dos. Sigue pareciendo feliz. No se trata de los celos sino de la envidia. Es difícil de entender (62)

 

En otros textos, la eliminación del padre llega a traducirse en términos aun más radicales: la muerte de Barcala, en Para esta noche, acentúa la soledad de su hija Victoria y la deja en manos de un extraño personaje, Ossorio, sustituto a la vez generoso, desprendido y un poco incestuoso del padre asesinado:

 

Ossorio miraba la cara de la niña, movía los ojos sobre las luces del pelo en la almohada, medía la distancia entre los ojos, la socavada separación de la nariz y la boca, la inmóvil impensada expresión de orgullo, pureza y cálido desdén de la cara de la niña, la amortiguada luz del ensueño y la insobornable justicia que descendía por las mejillas desde la raya de sombra de las pestañas. “Algún día tendrá un hombre, mentiras, hijos, cansancio. Esa boca”.

La miraba como si quisiera verse a sí mismo, su infancia, lo que había sido, lo que estaba aplastado y cegado en él, la perdida pureza inicial, lo que había abandonado sin realizar. La miraba como amándose a sí mismo, con admiración supersticiosa por la corta pureza del rostro humano, con lástima por la inevitable suciedad que debía atravesar e incorporarse. “Yo que le maté al padre en acción de guerra; sólo eso. Yo que estoy en este otro lado en que se puede palpar la vida, en que es posible -tan distinto al vapor de impotencia en que ella está aún encerrada y protegida- mover y combinar piezas con las manos, hacer cosas, influir en la gente y por ejemplo matar” (63)

 

La debilidad y la ineficacia de la organización familiar aparecen pues a lo largo de los años como una característica fundamental de las obras de Juan Carlos Onetti. En medio de esta decadencia estructural que Tierra de nadie ha contribuido a subrayar con tanta fuerza, la imagen del padre, manejada a través de una sabia dialéctica de presencias y ausencias, no consigue suscitar una nueva coherencia emocional. Insustancial en Los niños en el bosque, Tiempo de abrazar y El pozo; impotente para preservar s sus hijos de la acechanzas exteriores en El infierno tan temido y en Dejemos hablar al viento, donde Medina trata desesperada e infructuosamente de salvar a Seoane del poder maléfico de Frieda; afectado y un poco grotesco en Juntacadáveres, El astillero y El álbum; presa de una muerte cruel en Los adioses y Para esta noche, el personaje del padre, por su inconsistencia, contribuye a acentuar el vacío afectivo que sirve de telón de fondo e incide en la percepción de la Historia experimentada por los principales personajes de Juan Carlos Onetti.

 

Notas 

(61) Juntacadáveres, IV, pp. 23-24.

(62) Tan triste como ella, en Tres novelas, pp. 59-60. (El subrayado es nuestro.)

(63) Para esta noche, XIII, pp. 124-125.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+