lunes

IDEA VILARIÑO - LAS LETRAS DE TANGO (7)

 EL LENGUAJE (2)

 

Propósito artístico y mesura

 

Hay una doble preocupación que vela por estas letras y que se refleja en su lenguaje: primero, la que podemos llamar artística, que trata de poner sus productos a cierto nivel; segundo, el cuidado de no ofender al público. Es un cuidado que conocen ya las primeras orquestas que no llevaban al público general, familiar, lo que tocaban en prostíbulos, cabarets, etc., que ni soñaban en incorporar las letras, no siempre santas, que andaban por ahí. Y prácticamente todo el buen tango posterior es una muestra de esa forma especial de respeto tanto en sustancia como en lenguaje, que no ahorra violencias, miserias y crímenes diversos pero que, en cambio, es recatado en cuanto a lo sexual, al físico femenino, a todo lo que sea escabroso o grosero; y delicado en lo que se refiere a los sentimientos familiares, religiosos, etc. Todo eso se refleja en el lenguaje.

 

Es cierto que ha habido groserías y torpeza, pero se dan casi invariablemente en productos espúreos o comerciales, no entre los letristas mejores a cuyo nivel hay que hacer el juicio. Ha habido también excesos de lunfardismos hasta el punto de oscurecer el texto; los casos extremos son obra, muy posiblemente, de quienes no estaban usando un lenguaje en que estaban inmersos sino uno que veían con novelería, con el que estaban jugando.

 

Pero hay que volver a los autores representativos para encontrar el uso más mesurado y loable. El asunto puede ser arrabalero, criminal, pero los términos lunfardos están dosificados como las mejores reglas lo indican. La gayola es un buen ejemplo. El que por ella mató, fue a la cárcel, pasó después miserias, viene a despedirse:

 

No te aflijas ni me hiyas,

no he venido pa vengarme,

si mañana, justamente,

ya me voy pa no volver;

he venido a despedirme

y el gustazo quiero darme

de mirarte frente a frente

y en tus ojos campanearme,

silenciosa, largamente,

como me miraba ayer.

 

Sólo el corriente apócope pa y el campanaearme bellamente usado; en otras estrofas, laburando y atorrando en un umbral; eso es todo. Podría mencionarse el título, arcaísmo de nuestra lengua que, como taita, como guita, es usado con voz lunfarda.

 

Algunos ejemplos

 

Dijimos antes que los letristas casi siempre usan el lenguaje que conviene a sus personajes y asuntos, inscribiéndose sus obras, salvo excepciones -habla de italianismos y negros, por ejemplo-, en alguno de aquellos tres grandes grupos que separamos: campero, lunfardo, y un castellano lo más correcto posible. Veamos algunos ejemplos.

 

En muchos autores se dan las tres formas. En Alberto Vacarezza:

 

Araca, corazón,

callate un poco,

y escuchá, por favor,

este chamuyo

 

                                       Araca, corazón

 

Tengo pilchas pa empeñar

y desde el lazo a las riendas

hasta mis últimas priendas

por la caña le he de dar.

 

                                                    Eche otra caña, pulpero

 

Padre nuestro,

que estás en los cielos,

que todo lo sabes,

que todo lo ves,

por qué me abandonas

en esta agonía,

por qué no te acuerdas

de hacerlo volver.

 

                                   Padre nuestro

 

En Enrique Cadícamo:

 

Si habrá crisis, bronca y hambre,

que el que compra diez de fiambre

hoy se morfa hasta el piolín.

 

                                                          Al mundo le falta un tornillo

 

Y es por eso

en las noches’e tormenta

se escucha patente

la voz del finao.

 

                        Olvidao

 

A veces repaso

mis horas aquellas,

cuando era estudiante

y tú eras la amada,

 

                                    La novia ausente

 

Es difícil que no aparezca en un autor, por lo menos, dos de dichas formas. Y aun se pueden encontrar distinciones dentro de una de ellas, como la que hace Eduardo Escaris Méndez dentro de lo que llamamos lunfardo. En Barajando el lenguaje es propio de jugadores:

 

Con las cartas de la vida

por mitad bien maquilladas,

como guillan los malandras

carpeteros de cartel,

mi experiencia timbalera

y las treinta bien fajadas,

me largué por estos barrios

a encarnar el espinel.

 

En En su ley, de ladrones:

 

Tomá este zarzo,

tomá este lengue

y el bobo de oro

que ella me dio

cuando en el centro

cazó un otario

y de cadete

se lo afanó.

 

En Así canto yo, que canta un amor imborrable, la figura parece tomada de la vida del arrabal, pero el vocabulario, no:

 

Como una herida sangrienta

de una feroz puñalada

y que en mi ser se alimenta

para que siempre la sienta

y nunca quede cerrada,

así el recuerdo querido

de nuestro amor me quedó,

y si me echaste al olvido

no sé si te habrán querido

como te he querido yo.

 

En Manuel Romero:

 

Maldito seas, Palermo,

me tenés seco y enfermo,

malvestido y sin morfar.

 

                                            Palermo

 

Siempre esperas

al viajero

que pasó

un lejano

inolvidable

atardecer.

 

                                                           Muchachita del campo

 

Es posible que en lo que se refiere a la diversidad de lenguajes hayan tenido una importancia decisiva los discos de la primera época de Gardel, por el lugar que este ocupó casi desde el comienzo y por la enorme y permanente difusión que tuvieron. Sus primeros discos registraron los éxitos del dúo Gardel-Razzano: valses, estilos, huellas, tonadas, cifras, etc., cuyo lenguaje oscilaba entre dos de aquellas formas. En seguida comienza Gardel a grabar los tangos de Pascual Contursi incorporando así la tercera, el lunfardo. Pero a lo largo de muchos discos no graba solamente tangos; estos ocupan una cara, y la otra, en dúos o solos, se dedica a aquel repertorio anterior. Tal vez, de todos modos, se hubieran dado las cosas como se dieron, pero parece muy probable que haya sido la figura tan admirada y querida de Gardel lo que las condicionó. En él llegan a la fama al mismo tiempo el cantor de tangos y el otro, el émulo de Betinotti, Salinas, Navas, con la importante diferencia de que no cantaba sus propias letras, pero con una personalidad y una riqueza vocal y expresiva por las cuales aquellos no son hoy meros nombres de un nebuloso pasado, sino que siguen, aun, vivos. De ahí, por un lado, la supervivencia de aquellos cantos criollos junto al tango, y por otro, quizás a causa de tan estrecho vínculo, la incorporación inmediata de las dos hablas del tango.

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