sábado

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 84

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Igor tenía un coche y cuatro litros de ron. Nos encontramos frente a la casa de Baldy. Igor nos pasó la botella. Era un buen licor: te quemaba la garganta, realmente. Igor manejaba el coche como si fuera un tanque, sin prestarle atención a los semáforos. La gente frenaba tocándole bocina y él les mostraba una pistola que era una réplica de las verdaderas.

 

-Mostrale la pistola a Hank -dijo Baldy.

 

Igor me la alcanzó. Nosotros íbamos sentados atrás y me quedé mirándola.

 

-¡Es fantástica! -dijo Baldy. -La talló en madera y la pintó con betún de zapatos. ¿No parece de verdad?

 

-Sí -contesté, mientras la devolvía. -Y hasta tiene el cañón perforado. Es muy linda.

 

Igor me volvió a pasar el ron. Me zampé un trago y le pasé la botella a Baldy. Él se quedó mirándome y dijo:

 

-¡Heil Hitler!

 

Fuimos los últimos en llegar. La casa era linda y muy grande, y en la puerta nos atajó un gordo que parecía haberse pasado toda la vida comiendo castañas al lado del fuego. Se llamaba Larry Kearny. Me dio la impresión de que los padres no estaban, y lo seguimos hasta terminar bajando por una escalera larga y oscura. Lo único que yo podía distinguir eran los hombros y la nuca de Kearny. Evidentemente, era un tipo mucho mejor alimentado y más saludable que nosotros. Pensé que a lo mejor se podría aprender algo allí.

 

En el sótano encontramos varias sillas. Fenster nos saludó haciendo un gesto aprobatorio con la cabeza. Habia otros siete tipos que yo no conocía. Entonces Larry subió a un estrado y se plantó muy erguido detrás de una mesa.

 

-¡Ahora vamos a hacer el juramento de lealtad! -dijo señalando una gran bandera americana que se extendía a lo largo de la pared del fondo.

 

¡Dios mío! -pensé: -¡Me equivoqué de lugar!

 

Nos paramos para corear el juramento, pero después de decir “juro por…” yo me quedé callado.

 

Nos sentamos. Larry se parapetó atrás de la mesa y nos explicó que él iba a presidir esta primera reunión, y que cuando nos conociéramos bien entre nosotros podríamos elegir a cualquier otro. Pero mientras tanto, no.

 

-En América nos enfrentamos a dos terribles amenazas contra nuestra libertad: el azote del comunismo y la rebelión de los negros. Muchas veces trabajan juntos y nosotros, los verdaderos americanos, estamos reunidos aquí para defendernos de esta conspiración. ¡Las cosas llegaron hasta el punto de que ninguna muchacha blanca y decente puede andar por la calle sin ser acosada por un macho negro!

 

Igor pegó un salto:

 

-¡Tenemos que matarlos!

 

-Los comunistas quieren arrebatarnos la riqueza por la que se desvivieron trabajando nuestros padres y sus padres. ¡Y se la quieren entregar a cuanto negro, homosexual, vagabundo, asesino y exhibicionista encuentren por la calle!

 

-¡Los vamos a matar!

 

-¡Hay que frenarlos de una vez!

 

-¡Y armarse!

 

-Sí. ¡Nos tenemos que armar y reunirnos aquí para elaborar un Plan Maestro que salve a América!

 

Todo el mundo aplaudió y dos o tres aullaron “¡Heil Hitler!”. Entonces llegó el momento-de-conocernos-entre-nosotros.

 

Larry nos alcanzó unas cervezas frías y formamos pequeños grupos para charlar, aunque lo único que decíamos era que necesitábamos practicar mucho tiro al blanco para cuando llegara el momento del ataque.

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