martes

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 77

 49 (3)

 

A las 7 de la mañana tenía clase de inglés. Pero eran las 7:30 y yo estaba escuchando la clase desde el corredor, con una resaca terrible. Mis padres me habían comprado los libros y los vendí enseguida y esa noche me escapé por la ventana del dormitorio y me fui a un bar del barrio. Ahora tenía una palpitante resaca de cerveza y todavía me sentía medio borracho. Hasta que me decidí a abrir la puerta y después que entré me quedé allí parado. El señor Hamilton, que era el profesor auxiliar de inglés, estaba al lado de un tocadiscos cantando a coro con toda la clase. La canción era de Gilbert y Sullivan:

 

Ahora soy el gobernante

de la Armada de la Reina…

 

He copiado todas las órdenes

con letra redondilla…

 

Ahora soy el gobernante

de la Armada de la Reina…

 

Permanezcan pegados a sus mesas

y nunca salgan al mar…

 

Y siempre serán los gobernantes

de la Armada de la Reina…

 

Al rato fui hasta el fondo del salón y encontré un asiento vacío. Hamilton apagó el tocadiscos. Usaba un traje blanco y negro y una camisa color naranja chillón. Se parecía a Nelson Eddy. Entonces se quedó un momento mirando a la clase, miró su reloj pulsera y me dijo:

 

-¿Usted es el señor Chinaski?

 

Le contesté que sí con la cabeza.

 

-Llegó treinta minutos tarde.

 

-Sí.

 

-¿Sería capaz de llegar treinta minutos tarde a una boda o a un funeral?

 

-No.

 

-¿No le molestaría explicarnos por qué no?

 

-Bueno, si el funeral fuera el mío no tendría más remedio que ser puntual. Y si la boda fuera la mía, sería lo mismo que un funeral. -Siempre fui rápido con la lengua, y nunca pude aprender a controlarme.

 

-Querido mío -dijo el señor Hamilton. -Estuvimos escuchando a Gilbert y Sullivan para aprender a pronunciar bien. Levántese, por favor.

 

Me levanté.

 

-Ahora cante, por favor, “Permanezcan pegados a sus mesas y nunca salgan al mar y siempre serán los gobernantes de la Armada de la Reina”.

 

Yo lo seguí mirando.

 

-¡Bueno, empiece de una vez, por favor!

 

Canté toda la frase y me senté.

 

-Señor Chinaski, casi no pude oírlo. ¿No la podría cantar con un poco más de energía?

 

Me volví a parar, aspiré una especie de océano de aire y aullé:

 

-¡SI QUERRÉS SER EL GORVERNANTE DE L’ARMADA DE LA REEINA, PEGATE ALA MESA Y NUNCA BAYAS AL MAARRR!

 

La había canta al revés.

 

-Vuelva a sentarse Chinaski, por favor -dijo el señor Hamilton.

 

Yo me volví a sentar. La culpa la tenía Baldy.

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