¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas
del sentido
que estaba oscuro y
ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a
su Querido!
DECLARACIÓN
43 / Y con ser este daño más grave y grande que se puede encarecer, es tan común y frecuente, que apenas se hallará un maestro espiritual que no le haga en las almas que comienza Dios a recoger en esta manera de contemplación. Porque, cuántas veces está Dios ungiendo el alma contemplativa con alguna unción muy delgada de noticia amorosa, serena, pacífica, solitaria, muy ajena del sentido y de lo que se puede pensar, con la cual no puede meditar ni pensar en cosa alguna, ni gustar de cosa de arriba ni de abajo (por cuanto la trae Dios ocupada en aquella unión solitaria, inclinada a ocio y soledad), y vendrá un maestro espiritual que no sabe sino martillar y macear con las potencias como fierrero y, porque él no enseña más que aquello y no sabe más que meditar, dirá: “Andad, dejaos de esos reposos que es ociosidad y perder tiempo, sino tomad y meditad y haced actos interiores, porque es menester que hagáis de vuestra parte lo que en vos es, que esotro son alumbramientos y cosas de bausanes”.
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