por Laura Fernández
Autor del relato que inspiró la película La llegada, el pope de lo fantástico especulativo (y redactor de manuales de 'software') repiensa la relación entre humanidad y tecnología en 'Exhalación', su segundo libro de cuentos en 30 años
Descuelga el
teléfono virtual en lo que parece su despacho, allá en el lejano y aun no tan
frío Seattle. Hay una pared forrada de libros a sus espaldas. Lleva cascos, es
por la mañana. Dice que empezó a escribir a los 11 años, después de leer
a Isaac Asimov. Cuando se le
pregunta si se considera más un filósofo que un escritor de ciencia-ficción, se
ríe. No a carcajadas, porque todo en Ted Chiang (Nueva York,
53 años) es contención. Ha escrito apenas 19 relatos en 30 años, pero con todos
ha dado en algún tipo de blanco. El mundo le conoce por lo que Denis Villeneuve
y Eric Heisserer hicieron con uno de ellos. El libro se titulaba La historia de tu vida y ponía al
ser humano contra las cuerdas del orden narrativo, y de su propia condición de
máquina del tiempo. De eso iba La llegada, la película que protagonizó Amy Adams, en la piel de una
heroína atípica que intenta comunicarse con una raza extraterrestre para la que
no existe el tiempo. Todo para ellos ocurre a la vez, porque su lenguaje no
comprende el pasado, el presente y el futuro. “No me consideraría filósofo,
pero es cierto que escribo sobre cuestiones filosóficas. La ciencia-ficción es
perfecta para eso. Hace atractiva y creíble cualquier premisa del pensamiento.
Hoy el mundo leería más filosofía si, en vez de redactar tratados, los
filósofos hubiesen escrito relatos de ciencia-ficción”, responde.
El autor no teme la
etiqueta. Ocupa la cima del género fantástico desde la publicación de su primer
libro de relatos, en 2002, y se siente cómodo en esa condición tan altamente
literaria que lo vuelve indistinguible de cualquier otro tipo de género, que lo
convierte, en realidad, en un género en sí mismo, y a él, en el alumno más
aventajado de Isaac Asimov. No cree que el término tenga nada de malo. “La
ciencia-ficción es un género poderoso, nos abre camino. Explora la
inevitabilidad del cambio”, dice.
Sus discursos son
largos. Se detiene a pensar a menudo, se hace el silencio entonces, un silencio
que tiende a romper con un “you” — pronunciado exactamente como se lee—, una
muletilla que es como una pequeña base desde la que partir en otra dirección, o
seguir sumergiéndose en la misma. Acaba de publicar Exhalación (Sexto Piso), su segunda
colección de relatos. Tres de los nueve cuentos incluidos en ella ganaron en su
momento el Premio Hugo. En total, y con tan solo los mencionados 19 relatos
publicados, Chiang ha sido distinguido, entre otros, con cuatro Hugo, cuatro
Nebula, seis Locus y el British Science Fiction Association Award. Es la
primera vez que ocurre algo así. Que alguien con tan poca obra haya ganado
tantos premios y supuesto semejante revolución.
¿Por qué escribe tan poco? “Oh, ojalá pudiera escribir más. Ojalá
pudiera escribir con una mayor celeridad, pero me resulta imposible. Tardo
meses, a veces, años, en desarrollar una idea. Me asaltan ideas todo el tiempo,
pero solo me quedo con las que me atormentan. Las que vuelven una y otra vez.
Entonces trato de encontrar la manera de convertirlas en un cuento”, responde.
Es un proceso altamente artesanal. Pasa con esas ideas tanto tiempo que eso
explica, dice, por qué escribe siempre sobre lo que él considera “el lado bueno
de la naturaleza humana”. “Quiero decir, tengo buenos y malos días, como todo
el mundo. La política norteamericana me resulta, por ejemplo,
descorazonadora, y me hace pensar en lo peor del ser humano. Pero no quiero
pasar meses, ni años, que es lo que tardo en escribir mis relatos, como he
dicho, pensando en lo peor del ser humano. Quiero pensar en lo mejor, porque la
gente puede ser maravillosa. En cierto sentido lucho contra mi propia
condición, porque tiendo a ser cínico y pesimista. Supongo que la ficción es
una especie de armadura que no me deja caer”, dice.
Con ascendencia
china, Chiang estudió Informática y se dedica a redactar manuales de software. Hay un relato en Exhalación, ‘El ciclo de vida de los elementos de software’, que nos imagina criando a seres virtuales
tan reales y autoconscientes como los androides de Philip K. Dick. “Me gusta Philip
K. Dick, pero no he leído todos sus libros. En ese relato me pregunto cómo se
hace una persona, y a la vez deconstruyo la idea del robot. Siempre me he
preguntado por qué la ciencia-ficción ha creído que el robot o el androide es,
de entrada, perfecto. Todos los relatos nos dicen que lo encargas a la fábrica,
llega a tu casa, lo enciendes y ya es el perfecto mayordomo. Te obedece, es
leal. No hace nada mal. Y encima tiene autoconciencia. ¿De veras hemos creído
que podemos programar a una persona sin más?”, expone.
La memoria es,
junto a la absurda y ególatra necesidad del ser humano de buscar otras
civilizaciones fuera de este planeta —“cuando hay tantas en este planeta con
las que comunicarse”, dice, refiriéndose a los animales—, uno de los temas centrales
del libro, y de su obra. “¿A qué escritor no le interesa la memoria? Somos lo
que elegimos recordar”, dice. El relato ‘La verdad del hecho, la verdad del
sentimiento’, nació de una de esas ideas que volvían a su cabeza todo el
tiempo. “Leí un artículo sobre una mujer que no tenía memoria episódica. Es
decir, recordaba cosas, pero no en forma de escenas. Por ejemplo, sabía que
estaba casada y que había ido de luna de miel a Hawái, pero no recordaba nada
de esa luna de miel. Sabe que ha sido niña, pero no tiene ni un solo recuerdo
de su infancia. No podía quitármela de la cabeza. Y pensé en escribir sobre lo
contrario, sobre poder llegar a recordarlo todo con exactitud. ¿Quién seríamos
entonces? ¿Seríamos alguien?”, relata.
Sobre la actual pandemia —“oh, soy un afortunado, no tengo por qué salir
de casa, así que no estoy expuesto, y tampoco tengo hijos de los que
preocuparme”, dice—, asegura que no había forma de prevenir nuestro
comportamiento, por más que la ciencia-ficción llevase años ensayando una situación
parecida. ¿Y eso por qué? “Porque toda ficción tiende al drama, y siempre que
se ha dado una plaga en alguna de ellas, todo va muy rápido: todo el mundo se
contagia y todo el mundo muere. El real es un escenario más moderado, menos
dramático. En la ficción, la sociedad colapsa al instante, y eso no es porque
pensemos que sería así, sino porque los escritores están advirtiendo de la
fragilidad de nuestro sistema, de la fragilidad del sentido de la civilización.
Es un temor, no es una realidad. La pandemia nos ha enseñado que la gente no es
tan mala como cree el cine de desastres, por ejemplo. Nos hemos ayudado, nos
estamos ayudando, y empezamos a ser conscientes de lo que verdaderamente
importa, incluso en el ámbito laboral. Los trabajos que importan son aquellos
que traen comida a casa y fabrican cosas y nos curan”, responde. En cualquier
caso, considera, repite, que si hay “algo sobre lo que pretende aleccionarnos
la ciencia-ficción es sobre que debemos estar abiertos al cambio”. No en vano,
nació para tratar de explicar el futuro a las criaturas del pasado que éramos
cuando estalló la Revolución Industrial. “Hasta entonces todo había sido
previsible, a partir de entonces, todo era un misterio”, dice.
¿Y qué opina del auge de la ciencia-ficción china? ¿Por qué cree que a Occidente le interesa sobremanera estos días? “Por un lado, creo que es solo cosa del éxito que tuvo La trilogía de los tres cuerpos, de Cixin Liu. Económicamente y como tendencia, supongo que es el nuevo noir escandinavo. Tan sencillo como eso. Por otro, creo que hay algo interesante en la nueva ciencia-ficción china que quizá también tenga algo que ver con esa pequeña ola, y es que es muy parecida a la ciencia-ficción de la edad de oro norteamericana, aquella ciencia-ficción triunfalista que soñaba con las estrellas y viajaba a las estrellas. Supongo que es un alivio ver que alguien sigue soñando cuando en Occidente se ve el futuro como lo plantea Interstellar, como un gran desierto sin esperanza. Lo que no tengo tan claro es que ese triunfalismo acabe siendo algo más que un gesto vacío, que es lo que será mientras no haya un gran blockbuster cinematográfico chino que llegue a todo el mundo. Y estoy hablando de cine. Cine chino de ciencia-ficción que sea popular en todo el mundo”, considera. Hablando de cine, ¿algún otro de sus relatos va a dar el salto a la pequeña o la gran pantalla en breve? “Hay algo en marcha, pero no he firmado nada aún, así que no lo sé”, contesta. Sigue siendo por la mañana en Seattle, es un día de principios de septiembre, ¿le da vueltas a alguna idea en estos momentos? “Siempre lo hago, pero a veces, la idea desaparece, así que mejor no hablar de ella”.
(EL PAÍS España / 19-9-2020)
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