martes

SAN JUAN DE LA CRUZ - LLAMA DE AMOR VIVA (167)

 ¡Oh lámparas de fuego,

en cuyos resplandores

las profundas cavernas del sentido

que estaba oscuro y ciego,

con extraños primores

calor y luz dan junto a su Querido!

 

DECLARACIÓN

 

34 / Que, pues Dios entonces en modo de dar trata con ella con noticia sencilla y amorosa, también el alma trate con Él en modo de recibir con noticia y advertencia sencilla y amorosa, para que así se junten noticia con noticia y amor con amor. Porque conviene que el que recibe se haya al modo de lo que recibe, y no de otra manera, para poder recibir y tener como se lo dan, porque, como dicen los filósofos, cualquier cosa que se recibe está en el recipiente al modo que se ha el recipiente. De donde está claro que, si el alma entonces no dejase su modo activo natural, no recibiría aquel bien sino a modo natural, y así no le recibiría, sino quedaríase ya solamente con acto natural; porque lo sobrenatural no cabe en el modo natural, ni tiene que ver con ello. Y así totalmente, si el alma quiere entonces obrar de suyo, habiéndose de otra manera más que con la advertencia amorosa pasiva que habemos dicho muy pasiva y tranquilamente, sin hacer acto natural, si no es como cuando Dios la uniese en algún acto, pondría impedimento a los bienes que sobrenaturalmente le está Dios comunicando en la noticia amorosa. Lo cual al principio acaece en ejercicio de purgación interior en que padece, como habemos dicho arriba, y después, en suavidad de amor, La cual noticia amorosa, si, como digo y así es la verdad, se recibe pasivamente en el alma al modo de Dios sobrenatural, y no al modo del alma natural, síguese que para recibirle ha de estar el alma muy aniquilada en sus operaciones naturales, desembarazada, ociosa, quieta, pacífica y serena al modo de Dios; bien así como el aire, que, cuanto más limpio está de vapores, cuanto más sencillo y quieto, más le clarifica y calienta el sol. De donde el alma no ha de estar asida a nada; no a ejercicio de meditación, ni discurso, no a sabor alguno, ahora sea sensitivo, ahora espiritual, ni a otras cualesquier operaciones, porque se requiere el espíritu tan libre y aniquilado acerca de todo, que cualquier cosa de pensamiento o discurso o gusto a que entonces el alma se quiere arrimar, la impediría e inquietaría y haría ruido en el profundo silencio que conviene que haya en el alma, según el sentido y el espíritu para tan profunda y delicada audición que habla Dios al corazón en esta importante soledad, que dijo por Oseas (2,14), en suma paz y tranquilidad, escuchando y oyendo el alma lo que habla Dios y Señor en ella, como David (ps. 84,9), porque habla esta paz en esta soledad.

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